Por: Ana Kerlegan
El discurso del Estado sobre la mujer, en diversos medios de comunicación, no termina por reconocer la necesidad de legitimar no sólo la igualdad de género así como los derechos u obligaciones que esto implica, sino que además el marco legal en torno a la violencia hacia la mujer sigue en el aire.
La violencia que sufren las mujeres día a día se ha ido normalizando por las mismas instituciones que promulgan su defensa. En la práctica, el cultivo de la tolerancia, la valoración de la vida y la diversidad de pensamiento entre hombres y mujeres sólo han sido respaldo de una demagogia política en cuya práctica valora pobremente la función de la mujer en la vida social y exalta hiperbólicamente la función masculina, a tal grado que para el Estado tan sólo la integridad física y emocional de la mujer figura raramente en el hogar, en el trabajo, en los espacios públicos y en el trasporte.
La Sunamita amable merece más que una escoba por cetro, propone la pluma de Inés Arredondo. En este cuento por lo menos la escritura hace justicia a las mujeres victimizadas por un sistema patriarcal que insiste en hacer oídos sordos y ojos ciegos a la violencia disfrazada de lazos de familia y buenas costumbres. Y si ser paciente, amable y obediente de las reglas y la moral te hace una buena mujer, prefiero dejar que el anciano David me condene por abandonarlo a su suerte en su lecho de muerte.
Ni el estado ni la familia pueden responsabilizarnos de la violencia que sufrimos o a la que estamos expuestas. Cuando una mujer es violada, la respuesta de la autoridad es a través de declaraciones lamentables como “traía minifalda”. Cuando una mujer es ultrajada por el marido, la madre abnegada aconseja “callar”. Cuando una mujer es agredida físicamente en las calles, la respuesta de la autoridades es declarar que “si una mujer sale a la calle, está tomando riesgos”. Y cuando las mujeres desaparecen, la respuesta de la autoridad presume que “se fue con el novio, al rato regresa”. Cuando una mujer muere durante el parto, según las autoridades fue porque “no se cuidó o llegó tarde al hospital.”
El discurso del Estado mexicano consiste en responsabilizar a las mujeres de las violaciones de sus propios derechos. Este discurso de “desresponsabilización” surge como corolario del desvío de poder hacia otros intereses económicos y culturales. En La Sunamita el estilo literario de Inés Arredondo corrige y condena la indiferencia política hacia el abuso de las mujeres, en fin este relato es un excelente referente para aquellos que están acostumbrados a culpar a las minifaldas. ¡Ojo señores! La mujer es más que un molde de moral, religión y sumisión. La Sunamita amable sabe que merece más que una escoba por cetro.