Por Carmen Guevara
Su figura está ya encorvada, sus cabellos son blancos y los rasgos de su rostro, en especial su piel bronceada, se han acentuado con 107 años de vida, pero su sonrisa es la de un hombre que disfruta de la paz que hoy goza su pueblo. Es don Pedro Santiago de Gaona, habitante de la segunda sección de la cabecera municipal de Huitzilan de Serdán, quien muestra una salud y una estructura física como la que Francisco Javier Clavijero describe en los aztecas en su Historia Antigua de México.
De Gaona no consume refrescos ni alimentos procesados. Se sostiene de lo que su milpa le ofrece, del maíz y las gallinas que se crían en su hogar. Se ha puesto cómodo, con su morral y su sombrero al lado, y mientras cruza una de sus piernas sobre la otra, sus pies morenos hacen resaltar el pulcro blanco de su calzón de manta.
En Huitzilan ha habido una transformación integral que brinda a sus habitantes plena seguridad pública, ya que van a cualquier lugar y a la hora que desean sin exponerse a ningún riesgo, afirmó a buzos en una entrevista realizada en su lengua natal, el náhuatl, pues conoce muy pocas palabras en español.
Mira hacia el horizonte montañoso de Huitzilan –municipio de la Sierra Norte de Puebla– en busca de un recuerdo muy vago en el que, siendo él un niño, ve a sus mayores ayudando a los revolucionarios de Emiliano Zapata. Cuenta que los adultos les llevaban tacos a los zapatistas, pues sabían que la causa de estos era justa.
Don Pedro nació en los primeros años del siglo pasado: vivió la Revolución Mexicana, la Nacionalización de la industria petrolera, decretada por el General Lázaro Cárdenas; el arribo del México moderno a la mitad del siglo pasado, pero que no llegó a su pueblo; el cacicazgo de los ricos de Huitzilan y el despojo que éstos realizaron en contra de los campesinos más pobres; la llegada de la Unión Campesina Independiente (UCI); los años de terror y muerte provocados por los pistoleros de esta organización y, finalmente, con la llegada de Antorcha a este municipio, hace casi 33 años, el renacimiento del pueblo indígena de Huitzilan.
¿Cómo era Huitzilan cuando usted estaba joven?
PSDG: No teníamos qué comer. Comíamos tortillas de plátano (que se elaboran con plátano tierno molido y revuelto con un puño de nixtamal o con el tallo de la pezma). Sobrevivimos como se pudo. La tortilla salía pegajosa. Cuando yo desperté vestían con nahuas parecidos a los taparrabos. Conocí a un señor que se llamaba Antonio, que se vestía con ropa hecha con petate todo deshebrado. Andaban los tecolotes de día; ahora ya no. No había caminos.
¿En qué trabajaban y cuánto les pagaban?
PSDG: Con azadón, en la yunta, de trapicheros. Nos daban un cuartillo de maíz por un día de trabajo (2.5 kilos) y le parábamos hasta las cinco o seis de la tarde.
¿A qué hora se levantaban para ir a trabajar?
PSDG: No creas que ibas a dormir en la noche; si no había caña nos pagaban de a un peso. El caso era muy difícil, muy difícil, muy difícil. Ahora les digo que ya no sufren y si sufren es por flojos. No llegábamos a nuestras casas hasta cinco días seguidos y sin dormir.
¿Cuántos eran en una familia? ¿Les alcanzaba el maíz para comer?
PSDG: En la mía, cuatro. Estaba mi hermana Petrona; Josefa, que vivía en Huejcatanapan, Juana y Bartolomé. Pues a veces sí, a veces no, ¿pero qué le vas a hacer? A veces nos íbamos a trabajar sin llevar tortillas (tacos); así íbamos a trabajar, todo un día sufriendo. Si encontrabas tu maíz o si te ayudaban, entonces te comías dos o tres tortillas y así te dormías. ¿Y de dónde vas a agarrar maíz si solo lo tenían doña José Juliana, allá abajo, y Pascual Amel, que eran los ricos de ese entonces y lo daban nada más a los que trabajaban con ellos? Comíamos dos o tres tortillas, porque sabes que para la tarde ya no hay. Comíamos de cualquier quelite.
Don Pedrito ¿ya había café en ese tiempo?
PSDG: Entonces no había café, para qué decirles, sufrimos mucho; para qué decirles, no había nada. Había lima, zapote negro, chote y eso era lo que vendían, lo que se podía. También la panela acá se daba, solo la caña de azúcar. Le comenté que alguna vez platicando con un señor de Cuetzalan que venía aquí, a Huitzilan, platicaba que aquí en Huitzilan las casas no eran de concreto, eran diferentes.
¿Cómo eran?
PSDG: Les voy a decir. Había casas de zacate de la caña de azúcar, lo amarraban por manojos y ponían solo cuatro palos para que lo sostuvieran. Y no digas que había “nailon”. Dormíamos como se podía.
¿En las casas de zacate goteaba?
No goteaban; le buscaban cómo acomodarlo para que no gotearan y los amarraban por manojos. Después hubo casas de lodo; batían la tierra amarilla y la pegaban con las piedras.
¿Había luz?
PSDG: Ahora ya hay luz; cuando íbamos allá, a Huahuaxtla, por el camino de Zacapoaxtla, no había luz. Íbamos a Huahuaxtla y a Zacapoaxtla a dejar pollos con un señor que se llamaba Fabián. Amanecíamos en Huahuaxtla; aquí salíamos temprano pero allá llegábamos de noche.
Y en sus casas, ¿con qué se alumbraban?
PSDG: Nos alumbrábamos con candil o con ocote (una rajita se usaba como vela). No había lámparas, ni nada.
¿Cómo le hacían para conseguir alimento?
PSG: Íbamos a Zacapoaxtla. Traíamos gallinas o puerquitos, todo de allá venía. Una vez fui por mi maíz y ahí amarré a un puerquito para traerlo. Ya con eso me compré un terreno allá arriba; era de don José Aco, a él le di el dinero y él me lo vendió.
¿En cuánto lo compraron?
PSDG: No estaba caro. Si de veras quieren saber, nos quitaron nuestros terrenos. ¿Quieres saber? Pues te voy a decir: nos los quitaban con embargos. Yo así perdí un terreno; falleció un bebé y mi papá tomaba mucho y no pagó dos almud de maíz (12 kilos), una gallina blanca y un cuartillo de frijol.
Fue don Alberto Aco, el papá de Aurelio. Allí perdimos nuestro terreno porque no pudo pagar mi papá; ya con eso nos lo quitó por no pagar. Y si tomabas ahí te subían la cuenta aunque no debieras esa cantidad. Mi abuelito me contó que cuando tomaban y les fiaban algo para el otro día ya era una cantidad más grande.
¿Los engañaban?
PSDG: Sí, porque anotaban aunque no les debieras y si te emborrachaste te dicen que debes, aunque no sea cierto.
¿Hay un cambio en su pueblo?
PSDG: Sí. ¡Cómo no te va a gustar este cambio! ¿Quién diría que ya todo está bien construido? Mis nietos van a la escuela o a donde sea. Nadie los molesta. Antes ¿qué ibas a comprar si no había nada? Nuestro maíz, nuestra azúcar, nuestro frijol, lo teníamos que traer cargado desde Zacapoaxtla. Lo cargábamos en nuestra espalda y con nuestra frente. Un día nos tardábamos; de aquí salíamos temprano y se nos hacía noche en Huahuaxtla, hasta que llegábamos aquí otra vez.
Ahorita está bonito. Hay agua por Antorcha. Teníamos que ir lejos, hasta Tepeican, con las mangueras o si no teníamos que acarrearla con cántaros cargados y amarrados con lazo en la espalda.
Ahora no hay problemas. Ahora, cómo no nos va a gustar, porque todo está construido y se siguen haciendo obras. Le comenté que ahora somos libres de andar ya hasta de noche. Ahorita uno puede salir aunque sea tarde porque sabes que vas a llegar.