Por Javier Carmona Solís
CORRÍAN los últimos años de la década de los 40s, cuando México cumplió el compromiso hecho con países de América, de concluir la llamada carretera Panamericana, que iba a unirlos, desde la frontera de nuestro país hasta Argentina.
Y qué mejor manera de demostrarlo, que realizando una carrera automovilística de velocidad, que sobre esa carretera iba a realizarse de frontera a frontera de México, a lo largo de 3,300 kilómetros, desde Chiapas hasta Chihuahua, la que por sus características interesó a los grandes fabricantes de automóviles y a muchos de los ases que en ese entonces dominaban en las pistas del mundo.
Y se designó a Enrique Martín Moreno, a la sazón titular de la Asociación Nacional Automovilística (ANA), como su director general, apoyado por el entonces secretario de Comunicaciones. Martín Moreno gozaba de la representación de la Comisión Deportiva de la Federación Internacional de Automovilismo y era además, presidente de la Asociación Deportiva Automovilística Mexicana, que sancionaba la mayoría de las justas deportivas de velocidad en nuestro México querido.
Pues bien, en esa Carrera Panamericana apreció como uno de los numerosos pilotos, don Salvador López Chávez, un apasionado por su deporte, pero que además era fundador y dueño esa gran empresa que fue Calzado Canadá.
Cierto, ante la calidad de pilotos y automóviles respaldados por los fabricantes, Savlador fue un buen participante, pero no del podio.
Y quien iba a decirlo, años después, esa pasión por el deporte del vértigo de la velocidad, se la heredó a sus hijos, Aurelio y Tomás López, quienes si llegaron a destacar, lo mismo en aquella categorÍa que fue estelar, como fue la llamada Pony y después en la Fórmula K, a cuyas carreras llegaban con un impresionante equipo, tanto mecánico como humano.
Fueron siempre aspirantes a victorias y a podios, pero los triunfos no se les daban, porque había pilotos como Gilberto Alejandro Jiménez o Gerardo «Plátano» Martínez, que estaban como las grandes figuras.
Aurelio se fue a la política en su natal Jalisco, pero Tomás decidió hacer un campeonato que primero era regional, la Fórmula 3 Mexicana, pero que cobró tal popularidad que se hizo de importancia nacional. Aquello fue un éxito.
Pero he ahí que de pronto uno de los pilotos de la serie, Alfonso «Negro» Toledano, empezó a crearle conflictos, lo que dió como resultado que Tomás «tirara el arpa» y le dejó a Alfonso la serie, que llegó a ser la más importante del automovilismo mexicano, hasta su desaparición por diversos motivos.
Pero Tomás no se iba a quedar quieto y se fue a correr Gran Turismo y Prototipos a Estados Unidos, tomando parte en la importante Serie IMSA. Fue exitoso y hasta campeón de la misma en su categoría, corriendo un Spice, en muchas ocasiones en mancuerna con Fermín Velez, otro piloto de mucha calidad internacional
Cumplido su anhelo, Tomás regresó a su Guadalajara del alma, donde ahora es empresario inmobiliario exitoso.
Tomás López Rocha, orgullo de Jalisco, es así un piloto-empresario muy exitoso.