Por: Manuel Pérez
Los lectores están hasta las manitas del modelo de periodismo tradicional, sujeto a la censura gubernamental, al servilismo y a la escasez de contenidos; están cansados de ver y leer lo que otros quieren que consuman.
Estudios recientes del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) revelaron que las redes sociales sirven como una importante herramienta para enfrentarse a las crisis de inseguridad y contraponerse a las versiones oficiales, que suelen estar infestadas de datos irrelevantes e inconsistencias.
De las disputas sociales y políticas a través de estos nuevos canales de información, podríamos discutir bastante; pero en esta ocasión trataré el caso del HT #NoAbusesBarbosa y el escrito La guerra de los bots de Antorcha Campesina. Hace una semana que circula un nuevo medio impreso que, a través de sus cinco mil ejemplares gratuitos, distribuidos principalmente en el área metropolitana de Puebla, dice representar una buena noticia para los ciudadanos.
Me refiero a ContraRéplica, cuyo director general es Antonio Grajales Farías y el editorial Mario Alberto Mejía. Las voces, letras y visiones frescas sobre la realidad local y estatal siempre son necesarias para la salud periodística de Puebla; y son aún más urgentes porque el periodismo de investigación requiere un refuerzo como el prometido por ContraRéplica.
¿Qué se esperaría de un medio que se autoproclama “referencia obligada del periodismo de investigación”? Lo menos, que indague realmente; que sea objetivo y veraz en la difusión de sus informes; que no caiga en imprecisiones ni reproduzca al calco los boletines gubernamentales; que sus publicaciones no se nublen y que efectivamentecompitan en profesionalismo, veracidad y seriedad con los medios de comunicación de Puebla y México, cuyos principales vicios son la falta de investigación, el oficialismo y el amarillismo.
En este contexto destacan las acusaciones de Mario Alberto Mejía contra los antorchistas: “Ahora han evolucionado y sus actos golpistas han trascendido las calles irrumpiendo en la arena de las llamadas‘redes sociales’”. Sobra decir que para una persona que desborda en letras, como presume su autor, el término “golpista” no es un calificativo aplicable a cualquier acto de movilización popular, sino que corresponde específicamente a la ejecución de un golpe de Estado, acción que nunca han intentado los antorchistas, como lo constatan mis referencias históricas.
Mario Alberto Mejía continúa su análisis sobre la aparición de la tendencia #NoAbusesBarbosa y de las cuentas participantes, diciendo que todas tienen “el mismo objetivo, crear la percepción de un rechazo generalizado de los poblanos hacia su gobernador, responsabilizándolo de haber tomado una decisión que no se encuentra dentro del ámbito de su competencia”.
Tal afirmación distorsiona los hechos: no, la tendencia no buscaba implantar, en los internautas, una percepción de “rechazo generalizado” de los poblanos hacia Barbosa, sino generar una bien definida defensa del antorchismo poblano ante las amenazas del gobernador y los medios de prensa serviles a su gobierno. Y, muy contrario a lo que dice el escrito, las declaraciones de Barbosa en una entrevista pública evidenciaron su injerencia en el proceso de registro electoral del Movimiento Antorchista Poblano (MAP), cuando advirtió que a Antorcha se le iba a aparecer “no el diablo, sino la ley”.
Pero el autor no se limita a defender a Barbosa; cuando afirma que el Instituto Electoral Estatal (IEE) negó su registro como partido político al MAP “por razones apegadas a la legislación”, defiende las arbitrarias e ilegales maniobras que el gobernador y un titular interino del IEE emprendieron para negar el reconocimiento del MAP, cuyo proceso de legalización hasta entonces se había efectuado a cabalidad y con orden.
“Ojalá la impresionante capacidad de movilización que mostraron con esta campaña fuera utilizada también en beneficio de los campesinos y no solo para buscar espacios de poder para sus líderes, como históricamente han hecho”, señala finalmente Mejía en otro párrafo donde, quizás involuntariamente, acepta que la “impresionante campaña de movilización” lanzada por los antorchistas fue una muestra de la capacidad que tienen para defender a sus dirigentes en las redes sociales y en las calles, especialmente cuando enfrentan a actores políticos que intentan fabricarles delitos.
Conviene aclarar, finalmente, que ese tipo de movilizaciones cibernéticas se realizan regularmente en defensa de los intereses del pueblo mexicano y que la más “impresionante” de ellas se concretó durante la semana en que los antorchistas se manifestaron afuera del Palacio Legislativo de San Lázaro para exigir que el Presupuesto de Egresos de la Federación de este año (PEF 2020) distribuyera mejor los recursos del erario entre los campesinos y las comunidades más pobres de México.