El Nuevo Chimalhuacán surgió de la sangre y lágrimas derramadas por el pueblo, por gente inocente que tenía en el pecho solamente un ideal, la vida se la arrebataron unas manos comunes y corrientes que sostenían las armas, pero los que dispararon fueron los de arriba, los de siempre, los que pagan.
Manuel Pérez
El 18 de agosto del año 2000, el municipio de Chimalhuacán del Estado de México se convirtió en el epicentro de la noticia en todos los medios nacionales. Llovieron condenas enérgicas hacia el violento hecho que cobró la vida de 10 antorchistas y dejó a un centenar de heridos. Las condenas contra el violento hecho hubieran sido justas si no se hubieran hecho cargadas de prejuicio y odio. Las víctimas del lamentable suceso solo se contaron del lado de los antorchistas, la sangre derramada fue la de la gente humilde que protegía la victoria del candidato electo, Jesús Tolentino Román Bojórquez, pero en los medios nacionales se escribía solamente por encargo editorial una versión, un “enfrentamiento entre dos grupos de poder”. Nada más falso y nada más alejado de la realidad. No fue un enfrentamiento, fue un ataque directo de gente armada y con instrucciones pautadas desde el poder, contra gente indefensa con un interés genuino, la transformación de Chimalhuacán.
El anhelo de quienes perdieron la vida aquél 18 de agosto se cumplió, 21 años después de aquél lamentable suceso, la transformación de Chimalhuacán es una realidad. Podríamos enumerar obra por obra, inversión por inversión, recorrer calle por calle, y no terminaríamos en un breve escrito, tal es así, que para enumerar el titánico esfuerzo en los cambios cualitativos y cuantitativos de Chimalhuacán se necesitó escribir un libro, “Chimalhuacán, de ciudad perdida a municipio modelo”, escrito por Alejandro Envila Fisher. Una obra obligada por la profundidad del análisis de la situación en aquél municipio del oriente mexiquense, y tal vez, necesaria y urgente ante los vientos de cambio.
No me desvío más, aquella promesa con que el biólogo Tolentino, como llaman con cariño los chimalhuacanos de ayer y hoy, se cumplió. Los hechos están a la vista. El municipio que adquiere su nombre del náhuatl y que en español se llamara “lugar de los escudos”, hoy recibe a todos con una majestuosa figura de 65 metros bautizada como el Guerrero Chimalli, símbolo de la combatividad de su pueblo, y unión entre el pasado y el presente de su gente. Actualmente ya gran parte de las vialidades han sido pavimentadas, algo impensable para el no tan lejano año 2000, el lugar es irreconocible para todos aquellos quienes en algún punto de su vida salieron de su municipio y regresaron años después. “No se reconoce, es un lugar nuevo”, oí escuchar en alguna ocasión a una habitante del municipio que después de pasar 15 años trabajando en los Estados Unidos, regresaba a su tierra natal.
Chimalhuacán tiene nueve universidades, cientos de escuelas del nivel básico, centros de esparcimiento cultural que nada le piden a las ubicadas en la Ciudad de México, complejos deportivos donde además de entrenar atletas de alto rendimiento y talla mundial, tienen acceso todos los habitantes del municipio completamente gratis. La salud ha figurado siempre como una preocupación ubicada en el primer plano, “¿cuánto costó la atención de su parto?” pregunté en alguna ocasión a una madre de familia que se encontraba a las afueras del hospital materno infantil esperando su consulta médica de rutina “solo me pidieron una donación de pañales y material higiénico” me respondió, “la atención siempre ha sido muy buena”. El desarrollo de la educación, arte, cultura y deporte en el municipio, lo digo con franqueza, me pareció algo realmente sorprendente, y eso nadie me lo cuenta, la realidad y los hechos de Chimalhuacán dicen mucho para alguien que lo vió en algunas visitas, pero sin duda dicen más para todo el pueblo que hoy disfruta de los logros y las obras conseguidas por una serie de gobiernos de continuidad.
Sin duda podría decir, que la promesa a los mártires de Chimalhuacán se ha cumplido, y con creces. La confianza que los chimalhuacanos pusieron hace 21 años en el candidato a la alcaldía, Jesús Tolentino Román Bojórquez, dio frutos, floreció, y de aquél viejo Chimalhuacán, nada queda. El Nuevo Chimalhuacán surgió de la sangre y lágrimas derramadas por el pueblo, por gente inocente que tenía en el pecho solamente un ideal, la vida se la arrebataron unas manos comunes y corrientes que sostenían las armas, pero los que dispararon fueron los de arriba, los de siempre, los que pagan.
Esos mismos que en el 2000 ordenaron disparar, hoy ordenan manchar la historia del pueblo chimalhuacano. Ya no publican solo en los medios nacionales, hoy en redes sociales quieren decir que los mártires no existen, que esas vidas, que para el progreso de Chimalhuacán representan tanto, son nada más y nada menos que un invento. Qué equivocados están. Y sobre todo, qué evidente es hoy darse cuenta de lo bajo que ha sido secundar las versiones de los grupos de poder, esos mismos que hoy acusan la inexistencia de los mártires de Chimalhuacán deberían de re pensar lo insustentado de sus posiciones, lo peligroso de sus afirmaciones. Aquellos que se atreven a atentar contra la memoria del pueblo asesinado el 18 de agosto deberían darse cuenta que defienden a quienes desde la comodidad de sus intereses dispararon en el año 2000, a esos mismos, los de arriba, los de siempre, los que pagan.Es nuestro compromiso no olvidar nunca el 18 de agosto ¡Larga vida a la memoria de los mártires de Chimalhuacán!