“Con mucha emoción recibo este inesperado homenaje. Soy una persona tan frágil y enfermiza que jamás creí llegar a estos años”, expresó la escritora Amparo Dávila (Pinos, Zacatecas, 21 febrero, 1928), en la víspera de cumplir los 90 años de edad.
Cobijada por los aplausos de sus lectores que llenaron en su totalidad la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la galardonada en 1977 con el Premio Xavier Villaurrutia aseguró que ha vivido la literatura como una vocación, una larga y terca pasión que nació con su vida y se irá con ella.
Explicó que esa vocación la sostiene el deseo y la esperanza de lograr textos, llámense cuentos o poemas, redondos, plenos de rigor estilísticos, armonía y belleza literaria.
El editor Alejandro Toledo comentó que el perfil más significativo de Amparo Dávila es el horror. “Ocurre que la literatura fantástica mexicana ha sido leída de forma aislada, fragmentando los hallazgos y no halla aún una visión integral, por ello suelen cometerse injusticias, olvidando de pronto autores fundamentales”.
Finalmente, Toledo expuso que la autora es parte de un paisaje en el que ubica a Francisco Tario, Alfonso Reyes, Juan José Arreola, Leonora Carrington, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco y Adela Fernández.
En la celebración también participaron alumnos de la Escuela Nacional de Arte Teatral quienes realizaron lecturas dramatizadas de los cuentos El huésped y El espejo, y la escritora se dio el tiempo al final de firmar libros a lectores.