REPORTAJE INTERNACIONAL
Por Nydia Egremy
La energía define a la civilización contemporánea. En el siglo XXI empresas –estatales y corporaciones privadas– son actores decisivos en un mundo dividido entre productores y consumidores de combustibles fósiles y energía alternativa. Tal rivalidad entre proveedores de petróleo, gas, carbón y de fuentes renovables o limpias llegará a su punto de inflexión en 20 años, cuando el mundo entre a una nueva fase de la revolución energética.
Es apremiante que México, productor y exportador de hidrocarburos, articule una estrategia de seguridad en esta materia inspirada en la soberanía nacional que impulse el desarrollo y que rechace la suicida integración a la superpotencia.
El petróleo ya no es la fuente de energía más codiciada, ni tiene el monopolio del combustible para transporte. En los últimos años ha aumentado la demanda de gas, el llamado “combustible azul” y crecido el uso de la energía renovable. El jefe de investigación energética de IHS, Jim Burkhard, explica que la caída en la demanda del crudo y el carbón se debe a sus altos costos, a la exigencia de nuevas políticas gubernamentales y a la geopolítica.
En cambio, el consumo de gas natural se halla en auge porque tiene más capacidad para atender la demanda mundial de energía y, a la vez, porque frena los riesgos del cambio climático. Por eso las grandes firmas energéticas han apostado al gas natural. Para el vicepresidente de Desarrollo del Mercado de Gas de la compañía Shell, Dick Benschop, ese fluido reúne tres factores clave: es relativamente bueno para el medio ambiente, para la seguridad energética y para la economía.
Al caracterizar el escenario de la energía en los próximos 50 años, los expertos ven una feroz competencia entre combustibles que trascenderá al ámbito industrial y se debatirá en escenarios nada pacíficos. Ello implica fuertes roces entre los 10 principales productores de gas: Estados Unidos (EE. UU.), Rusia, irán, Canadá, Qatar, Noruega, China, Arabia Saudita, Argelia y Países Bajos.
Foros opuestos
La puja por recursos y mercados ha dividido al sector gasero en dos bloques, cuya visión político-económica es antagónica. El primero es la Conferencia Mundial del Gas (WGC), surgida en 1931 y que cada tres años reúne a los productores de la industria gasera. La 26ª cumbre fue en junio de 2015 en París y ahí las grandes firmas consideraron al gas como el “combustible a elegir” en el futuro por ser una fuente limpia, abundante y competitiva.
La 27ª Conferencia en Washington será en junio de 2018 y por primera ocasión se realizará en un país que ya es el mayor productor gasero mundial. En su reporte 2016, la Administración de Información de Energía de EE. UU. indicaba que ese país se mantenía, desde 2009, como el mayor productor de gas natural tras rebasar a Rusia.
El otro bloque es el Foro de Países Exportadores de Gas (GECF) que surgió en Irán y desde 2008 estableció su secretariado en Doha, Qatar.
Según sus estatutos, debe promover la soberanía de sus miembros sobre el gas natural, así como sus habilidades para desarrollar, preservar y usar esos recursos en beneficio de sus pueblos.
Ese foro agrupa a países que detentan el 70 por ciento de las reservas de gas mundial, el 40 por ciento de la producción mundial de gas natural y el 60 por ciento de los exportadores de gas natural licuado (LNG).
El estudio del GECF Pronóstico Global del Gas 2040, liderado por Dmitry Sokolov, advierte que los países miembros tienen gas abundante y que en 2040 la demanda global de gas será de cinco mil 200 billones de metros cúbicos (bmc), notoriamente más alta que los tres mil 500 bmc en 2015. Eso significa que crecerá en un 50 por ciento los próximos 25 años, crecimiento similar al experimentado en los pasados 16 años.
De ello se habló en la pasada IV cumbre del GECF en Santa Cruz, Bolivia. También se protestó contra la manipulación de los precios del energético y se planteó la necesidad de enfrentar esas presiones con mayor integración.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, llamó a trabajar de manera conjunta contra “quienes quieren apropiarse de nuestros recursos a través del manipuleo abusivo del precio, que es una herramienta de desestabilización de nuestros Estados y de los gobiernos democráticamente electos”.
A su vez, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, propuso el diálogo y la integración como vía para defender los recursos naturales y la soberanía de los Estados. Citó como ejemplo a seguir el pacto de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) con otras naciones para controlar los precios, luego de 30 meses de caída.
Los miembros del GECF son Argelia, Bolivia, Egipto, Guinea Ecuatorial, Irán, Libia, Nigeria, Qatar, Rusia, Trinidad y Tobago, Emiratos Árabes Unidos y Venezuela. Son observadores Azerbaiyán, Irak, Kazajastán, Países Bajos, Noruega, Omán y Perú.
Guerras del gas
La estrategia comercial de Rusia para exportar su gas a Europa y China y su reciente alianza con Irán inquietan a Occidente. El protagonismo energético del Kremlin inquieta tanto a Washington que la directora de estrategia para materias primas del banco RBC Capital Markets LLC y exanalista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Helima Croft, declaraba en 2016 que el presidente ruso se había convertido en “el zar de la energía mundial”.
De acuerdo con el informe Previsiones de Energía Mundial 2017, de la Agencia Internacional de Energía (AIE), la producción anual de gas en Rusia podría llegar a representar el 22.4 por ciento (unos 788 millones de metros cúbicos) de la producción mundial en 2040. La AIE también prevé que en 2025 la extracción de gas en Rusia crecerá un 11.5 por ciento (718 mil millones de metros cúbicos).
Rusia suministra a los países europeos la cuarta parte del gas que necesitan para calefacción, transporte, uso doméstico y otras actividades. A modo de ejemplo, el 80 por ciento del gas que produce la paraestatal Gazprom se destina a Europa, dependencia que resulta insoportable para los 28 miembros de la Unión Europea (UE), aunque para el Kremlin ese mercado es crucial. La UE ha lanzado su llamada transición energética, que consiste en reducir su importación de combustibles fósiles y en 2015 ahorró 16 mil millones de euros.
Sin embargo, detrás de esa estrategia también está el interés de EE. UU. por vender su gas natural a consumidores europeos. En agosto, cuando Washington imponía nuevas sanciones al Kremlin, llegaba a Lituania el primer embarque de gas natural estadounidense. Era la primera vez que ese país exsoviético compraba gas a EE. UU.
Para conmemorar la ocasión, el Departamento de Estado escribió este twitt: “Congratulamos al gobierno de Lituania por recibir este primer embarque de gas natural de EE. UU.”, relata el periodista especializado Stuart Elliott.
Ese embarque, de un proveedor privado estadounidense, no es tan relevante para el conjunto europeo y se estaría sobrevaluando su valor geopolítico, estima Elliott. Si bien, otro análisis indicaría que se trata del inicio de la influencia del gas natural de EE. UU. en Europa oriental, en tanto se inicia una intensa competencia y una guerra de precios. Desde 2016, EE. UU. ha logrado vender un poco de gas a España, Portugal, Italia, Malta, Países Bajos y Reino Unido. En septiembre lo hizo con Polonia,
“¡Es el gas, estúpidos!”
Es paradójico que detrás del conflicto en Siria esté el intento occidental por socavar el poderío gasero de Rusia para dotar de nuevas fuentes de gas a Europa. El financiamiento estadounidense a opositores del presidente sirio Bashar Al Assad, la devastadora guerra civil y el dominio del grupo radical Estado Islámico (EI), ocultarían una Guerra de Gasoductos entre Irán y Qatar. Por ello los analistas recuerdan la frase de William Clinton con la que ganó la presidencia frente a George W. Bush, padre: “¡Es el gas, estúpidos!”.
El trasfondo del conflicto sería la competencia entre Qatar e Irán para vender su gas a la Europa comunitaria. En 2009, Qatar afinó su plan para construir un gasoducto que correría del Golfo Pérsico a Turquía, vía Arabia Saudita, Jordania y Siria.
La monarquía saudita posee casi dos tercios del mayor campo de gas natural del mundo, localizado a tres mil metros del subsuelo del Golfo, pero no ha logrado capitalizarlo por su dependencia hacia los barcos petroleros extranjeros que llevan su gas a otros países.
Eso lo hace más caro que el ruso, explica el reportero político del portal australiano News.com.au, Charis Chang. Hay otro factor relevante, además de potencia gasífera: Qatar aloja la mayor base aérea de EE. UU. en Medio Oriente, causa de la que deriva el apoyo de Occidente al gasoducto. Según Chang, el fallido gasoducto de Qatar se debió a que habría sido financiado por grupos anti-Assad entre 2011 y 2013, con tres mil millones de dólares de EE. UU. y Arabia Saudita.
Finalmente, el presidente sirio rechazó el tránsito de ese gasoducto por su territorio. Algunos piensan que Rusia influyó en esa decisión para proteger su negocio gasífero y ganar más influencia sobre Irán. En 2012, Assad autorizó a Irán el paso de su gasoducto, que terminaría en 2016 pero que el conflicto retrasó.
La confirmación de que el conflicto en Siria está vinculado al gas –así como el conflicto de Irak lo estuvo con el petróleo– llegó en 2016 cuando el mayor e instructor del Comando estadounidense, Rob Taylor, publicó un artículo en el Armed Forces Journal en el que dijo: “Visto con lentes geopolíticos y económicos, el conflicto en Siria no es una guerra civil, sino resultado de jugadores internacionales que se posicionan sobre un ajedrez geopolítico en preparación a la apertura de esos gasoductos”.
Estrategas gubernamentales y corporativos empresariales privados anticipan que en los próximos 25 años se acentuarán las colisiones por la rivalidad entre distintos tipos de energía.
Aunque el petróleo y carbón aún serán notables fuentes de energía, habrán perdido el dominio que mantuvieron durante un siglo. Se estima que hacia 2030, por primera vez en la historia moderna, ninguna fuente de energía poseerá más del 30 por ciento del mercado mundial. En tanto, se afirma que la demanda de gas natural crece más que la de otros recursos, así como su relevancia en la producción de electricidad y su uso en el transporte.
Escenario gasífero en México
Nuestro país ocupa el sitio 21 en reservas probadas de gas natural en el mundo. En los últimos años se ha creado un marco legal para favorecer la operación de empresas trasnacionales en el sector, con miras a fortalecer la integración energética con EE. UU.
En 1995, la reforma a la Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en el Ramo del Petróleo permitió la participación del sector social y privado en el transporte, almacenamiento y distribución del gas, reservando al Estado su producción.
El poco conocido informe Prospectiva del Gas Natural en México 2016-2030 auspicia esa participación de particulares en toda la cadena de valor para crear un mercado de gas natural “competitivo y eficiente”.
En su página 23 se prevé que en 2017 habría una “liberación parcial del precio del gas natural” y que en 2018 ocurra la “liberación total del precio” del fluido. Tal situación generará efectos imprevisibles en el bolsillo de los consumidores.
Entretanto la Comisión Reguladora de Energía (CRE) continúa otorgando permisos de operación a distribuidores de gas. Apenas el 11 de octubre informó que como resultado de la Fase I del Programa de Cesión de Contratos de Gas Natural, Pemex Transformación Industrial cedía el 32.16 por ciento del volumen de su cartera de comercialización.
El gas ¿mala apuesta?
En 2016, los analistas de la agencia Bloomberg, Jack Farchy y Kelly Gilblom, preguntaban si la apuesta por el gas de las grandes firmas no era equivocada. Su artículo comenzaba con la frase del jefe ejecutivo de la petrolera francesa Total, Patrick Pouyanne: “En 20 años solo seremos conocidos como compañías gaseras”.
Y es que el sector confía en que el gas será el puente de tránsito entre la energía fósil y un futuro libre de carbón. Pero ya en 2015 el experto en energía Karel Beckman advertía que era riesgosa esa apuesta de las grandes energéticas por el gas. “Invierten su futuro y el nuestro en el gas natural y ésa podría ser una mala elección”.
Otros analistas hablan de un pico en la demanda de gas, promovido por el auge de las energías alternativas y el declive gradual de equipos de combustión interna. El pasado verano, Nueva Energía, de Bloomberg, preveía una caída del 16 por ciento en el mercado de gas en 2040, luego de un declive inicial a partir de 2031. Los planificadores de British Petroleum también ven riesgos de sacudidas de 2035 en adelante.