*La inteligencia territorial es un proceso desarrollado en un sitio para su apropiación y proyección
El error de haber separado a la sociedad de la naturaleza “desde muchas concepciones” en la historia de la humanidad “ha traído graves consecuencias” en términos de conservación del medio ambiente, afirmó el doctor Salomón González Arellano, investigador del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En el panel Participación de los diferentes sectores de la sociedad en la conservación de los recursos naturales, durante la celebración de los 100 años del Parque Nacional Desierto de los Leones en la Unidad Cuajimalpa, sostuvo que dicha disociación se refleja en una apropiación territorial, en particular cuando se refiere a la ciudad y el campo.
Tal antagonismo es a su vez consecuencia de una tradición errónea de las disciplinas en la que “uno puede hablar de sociología urbana y rural”, por lo que al separar las construcciones científicas de cada campo del conocimiento “pensamos de igual forma nuestra vida y convivencia en el planeta”.
El Departamento de Ciencias Sociales de esa sede de la UAM trabaja en involucrar una nueva categoría: la idea de territorio, “el cual puede ser mi recámara o mi región” y se trata de una organización de recursos materiales y simbólicos capaz de estructurar las condiciones prácticas de la existencia de un individuo y una colectividad, e informar sobre su propia forma de ser.
“Estamos hablando no sólo de un asunto de recursos, sino de identidad, cultura, historia y valores” en el que el vínculo sociedad-territorio debe ser recuperado, explicó el doctor González Arellano.
Por ello el Laboratorio de Análisis Socioterritorial ha implementado una perspectiva relacionada con el desarrollo de la “inteligencia territorial”, entendiéndola como “un proceso tanto informacional como antropológico que incluye valores y cultura de los recursos prácticos de que dispone una zona para su apropiación y proyección”.
Una gran parte de los graves problemas desde esa perspectiva tienen que ver con “esta especie de estupidez territorial en la forma como estamos acabando con los recursos”.
Existen metodologías para el desarrollo de esa concepción que abarca al menos cinco acciones, la primera es la observación territorial, pues si este ejercicio no se lleva a cabo, significa no tomar conciencia de lo que pasa alrededor, y aunque se ha hecho de manera histórica –inventarios, encuestas e imágenes de satélite–, dicho sistema de observación de la zona con información sistematizada permite tener datos más sólidos sobre el estado en que el territorio se encuentra.
La memoria colectiva es otra importante labor, pues “tenemos que recuperar los saberes históricos de los pueblos originarios del conocimiento popular y científico, documentarlo y hacerlo accesible a todos”.
Una tercera etapa de este proceso la constituye la capacidad de anticipación, no solamente ver hacia atrás, sino construir escenarios y determinar las consecuencias de las acciones, esto significa “darnos el tiempo y el espacio para saber qué puede suceder en 25, 50 o 100 años”.
Otra faceta importante es la que concierne a la toma de decisiones, lo que implica procesos participativos, políticos y democráticos que requieren de metodologías muy complejas e innovadoras que permitan decidir con claridad respecto del futuro que se quiere.
La quinta fase implica que toda decisión, por la naturaleza política que tiene cualquier territorio, considere la posibilidad de conflictos, pues la diferencia de intereses es el germen de la conflictividad, por lo que “no hay que tenerles miedo sino saber administrarlos, gestionarlos para que los procesos avancen y pueda haber una visión justa y democrática de los procesos sociales y territoriales.
En este panel participó también el licenciado Jaime Maussan Flota, representante de la sociedad civil y de los vecinos del parque Desierto de los Leones.