- Resaltan el legado de la obra del autor costumbrista con la Ciudad de México y la inequidad social como preocupaciones fundamentales
Escritores y especialistas analizaron la obra del narrador y cronista mexicano Ángel de Campo quien a través del realismo y la melancolía, y con la Ciudad de México como principal escenario, recorre los bajos fondos de sórdidos aspectos junto a las clases menos privilegiadas, lo que constituye un gran valor testimonial en un legado que se vuelve muy actual.
En la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la noche de este martes se celebró su obra, por medio de una charla organizada por la Coordinación Nacional de Literatura del INBA, en la que participaron Dulce María Adame González, Rafael Olea Franco y Blanca Estela Treviño García, todos estudiosos de las letras inteligentes y críticas, del autor que asimila lo mejor de la tradición literaria mexicana.
A 150 años del natalicio de quien fuera definido por José Emilio Pacheco como un escritor fácil de olvidar pero delicioso de recordar, los especialistas compartieron con el público asistente particularidades de su obra, reflejo de un país que, a finales del siglo XIX, se encontraba en un proceso de modernización, pero en un contexto de grandes contrastes, en un estira y afloja entre modernidad y tradición, entre vicios y virtudes, anhelando una madurez económica, social y cultural.
Ángel Efrén de Campo y Valle, quien utilizó el pseudónimo de «Micrós» en muchos de sus escritos narrativos, especialmente sus célebres cuentos, y el de «Tick-Tack», en su faceta como cronista, estuvo influido por la estética literaria nacionalista difundida por Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto, y por los ambientes y personajes urbanos, que detalló en sus crónicas y relatos.
Entre las características de sus textos se encuentran la utilización de recursos lingüísticos de gran riqueza en todas sus variantes coloquiales, siempre adecuados al tema tratado y a los personajes descritos, además de un mesurado tono reivindicativo en el que exigía una mejora en las condiciones sociales de las clases bajas con una ironía atenuada y pesimismo lúcido, mostrando siempre compasión y empatía hacia el ser humano.