BUENOS AIRES, Argentina.- River Plate y Boca Juniors disputarán mañana por primera vez en la historia la final de la Copa Libertadores en medio de la preocupación por los actos de violencia y los infartos que pueda provocar el partido.
El país se paralizará para ver a los dos clubes más importantes de Argentina en una final que ya tuvo su primer capítulo el 11 de noviembre en la cancha de Boca Juniors y que, después de 90 vibrantes minutos, terminó con un empate 2-2.
Ese resultado le favorece a River Plate, que mañana ejercerá como anfitrión en el Estadio Monumental que estará colmado de 60 mil hinchas a su favor, ya que, para evitar enfrentamientos, no se permitió el ingreso de público visitante en ninguno de los dos partidos.
Desde que ambos equipos pasaron a la final, una de las principales preocupaciones fue la seguridad, ya que hace tiempo la violencia entre las hinchadas o los grupos de choque conocidos como “barra bravas” son un sello del futbol argentino.
Aunque en el primer partido no hubo incidentes que lamentar, para mañana se reforzaron los operativos de seguridad porque será el encuentro definitivo que acentuará una añeja rivalidad y que permitirá que sólo uno pueda presumir la Copa.
En la previa, la Policía allanó domicilios de “barra bravas” de River Plate y decomisó cientos de entradas que aun no determina si son falsas o auténticas, pero que estaban destinadas para la reventa ilegal.
Boca Juniors tampoco la está pasando bien, ya que las autoridades sancionaron al club porque la víspera, en el último entrenamiento abierto rumbo a la final, sobrepasó la capacidad de público en La Bombonera y ahora no podrá abrir las puertas del estadio en el eventual caso de que se corone campeón.
Más allá de la tensión entre hinchadas contrarias, otra preocupación es la salud de los fanáticos que aquí viven el futbol como una religión y que sufren los partidos rodeados de amuletos y supersticiones.