Un presidente agresivo, imitado por enardecidos gobernadores y alcaldes de Morena; persecución política de los opositores abusando de los órganos judiciales, un descontrolado clima de violencia, la renuncia de las autoridades federales a su papel de garantes de la seguridad y la vida de los mexicanos, y un temor de los electores para salir a votar en medio de la pandemia; todo eso configura el cuadro que está buscando Morena para desalentar la asistencia a las urnas y evitar el castigo democrático de los electores.
Homero Aguirre Enríquez
Está en marcha un plan para evitar que la gente acuda a votar en varios estados y municipios en donde Morena será derrotada. El desencanto popular se extiende, crece y se manifiesta en las encuestas que recogen con fidelidad el sentir de los mexicanos, de tal manera que, si la asistencia a las urnas es masiva, si el voto popular se deja fluir libremente, las derrotas para Morena serán numerosas y contundentes.
Y no es que haya una conjura o un complot contra quienes prometieron la purificación de la vida nacional y la felicidad embotellada e instantánea. Simplemente, el gobierno encabezado por López Obrador es un desastre y también son desastrosos sus resultados y los de los gobernantes morenistas en municipios y distritos, la mayoría de ellos surgidos del saco de pepenador en que convirtieron a ese partido para auparse al poder. Ahora hay más pobres, más enfermos y más muertos que nunca en la historia de nuestra patria, eso es inocultable.
Al mismo tiempo, se ha desatado la guerra a muerte al interior de Morena, para ver quién sustituye al presidente cuando se vaya a reposar a su rancho, por lo que mucha de la pudrición política al interior del gobierno y su partido ha trascendido a la opinión pública por boca de los mismos morenistas, lo que ha venido a deteriorar aún más la imagen del partido en el poder y ha expuesto su enanismo político e histórico. No hay tal transformación ni altura de miras para crear una patria nueva y mejor, son las tribus y sus ambiciones recicladas de otros partidos, disputándose el poder con uñas y dientes. Para ilustrar esto, basta darles una leída a las declaraciones de Porfirio Muñoz Ledo, el mismo que en 2018 le puso la banda presidencial al actual habitante del Palacio Nacional, que ahora dice que Morena está en camino de ser “el partido más corrupto de América Latina”.
Y la reacción a ese peligro inminente que representa la posibilidad de que la gente vote masivamente y en tiempo record arroje a Morena del poder de la República, es prohijar un peligroso clima de persecución y acoso contra los opositores, para desalentar la asistencia a las urnas y que sea el voto duro de Morena el que decida la elección.
El actor principal en esta campaña es el propio presidente, quien sostiene ataques desde la tribuna cotidiana que se construyó para descalificar a cualquiera que alce la voz o discrepe de sus puntos de vista y del rumbo que le ha dado al país. Pero no es simple guerra de saliva y mentiras repetidas hasta la nausea; junto con los dicterios y linchamientos cotidianos contra sus críticos, ordena veloces investigaciones judiciales, con sus respectivos trascendidos linchadores a los medios, y abusivos congelamientos de cuentas contra candidatos punteros en las encuestas, así como desafueros en tiempo record, saltándose el menor decoro político y las leyes en la materia.
Esa agresividad es replicada en los estados, distritos y municipios, en donde políticos que son la sucursal y a veces la caricatura del presidente, pero igualmente pésimos gobernantes, replican las agresiones, le ponen su propio veneno y torpeza y se lanzan a perseguir a los candidatos de otros partidos, compran ediciones enteras de periódicos para que hablen bien de ellos y echen pestes contra los opositores, habilitan sus grupos de choque e igualmente tuercen la ley para perseguir y agredir a quienes saben que les van a ganar en las urnas. En ese cuadro del deshonor destacan Miguel Barbosa y Cuitláhuac García, gobernadores de Puebla y Veracruz, respectivamente, quienes suplen sus inexistentes logros en materia de gobierno con ataques cotidianos de plumas fabricantes de lodo y pus; y Fernando Vilchis, alcalde de Ecatepec, quien el sábado pasado ordenó una golpiza a pacíficos ecatepenses reunidos para escuchar propuestas de un candidato opositor a Vilchis. Verdaderos porros en el poder.
Ese cuadro de acoso gubernamental se ve enmarcado trágicamente por un escalamiento de las agresiones a candidatos y una inexistente estrategia gubernamental para contenerlo, lo que hace perfilar a las próximas elecciones como las más violentas de los últimos 20 años. Según la consultora Etellekt, en lo que va de la presente campaña electoral han sufrido ataques 563 personajes de la política; de este total, han sido asesinados 83, es decir, el 15% en cifras redondas; de estos 83 asesinados, 32 de ellos, el 38.6%, eran candidatos. Al referirse a esta alarmante situación, la secretaria de Gobernación intentó defender al gobierno, y lo hizo de la peor manera. Al referirse a los asesinados, dijo: “algunos de ellos no nos solicitaron la protección, ni siquiera tuvimos conocimiento que pudiera estar en riesgo algún candidato, nosotros requerimos que los candidatos y candidatas nos hagan llegar sus peticiones”. ¿Qué les parece la posición de la responsable de la gobernabilidad del país?
En resumen, un presidente agresivo, imitado por enardecidos gobernadores y alcaldes de Morena; persecución política de los opositores abusando de los órganos judiciales, un descontrolado clima de violencia, la renuncia de las autoridades federales a su papel de garantes de la seguridad y la vida de los mexicanos, y un temor de los electores para salir a votar en medio de la pandemia; todo eso configura el cuadro que está buscando Morena para desalentar la asistencia a las urnas y evitar el castigo democrático de los electores. Asi que, la única forma de sacar a Morena del poder es usar la puerta por la que llegó. Es hora de acudir a votar masivamente y recuperar la ruta para que México sea un país libre, poderoso económicamente y justo con todos sus hijos.