Las más importantes quizá sean el Romanticismo, el Parnasianismo, el Simbolismo y el Modernismo.
Alejandro Salazar
Contrario al pensamiento de Marx Arriaga, muchos mexicanos leemos, no por placer puro y nato y…desconozco también caso alguno de persona alguna que padezca un fetiche compulsivo que se manifieste en la compra excesiva de libros para no ser leídos sino meramente coleccionados. Decía yo, leemos, para ignorar menos.
A través de su historia, la literatura ha evolucionado constantemente, más aún durante los últimos 250 años; surgiendo al paso del tiempo diversas corrientes y vanguardias, revolucionarias cada una de ellas. Las más importantes quizá sean el Romanticismo, el Parnasianismo, el Simbolismo y el Modernismo.
Para comprenderlas, es importante tener conciencia y noción de las condiciones materiales que les dieron luz y razón de ser. A primera vista, uno podría pensar que la política, la economía y la sociedad es ajena al lente del artista, podría pensar que el arte se nutre únicamente de la belleza, de la imaginación, del genio creador del artista. Sin embargo, los fenómenos sociales mencionados influyeron -o determinaron en casos particulares- el surgimiento de un sinfín de movimientos.
Veamos. A finales del siglo XVIII y durante la primera mitad del siglo XIX, el mundo occidental se convulsionó constantemente por dos procesos sociopolíticos y uno económico. La independencia de las 13 colonias americanas de 1776, La Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Industrial que tuvo su establecimiento concreto durante 1760 y 1840; fueron procesos que en su conjunto transformaron las relaciones técnicas y las relaciones sociales de producción.
Bajo dicho contexto, el Romanticismo fue, en síntesis, el producto artístico emergido del individualismo y la libertad por las cuales pugnaban los ideólogos, políticos liberales y sociedades enteras. Pero, el Romanticismo tampoco surgió cuando concluyeron dichas revoluciones o cuando la primera máquina de vapor se situó en una fábrica, por el contrario, fue un rechazo lento y constante a las vanguardias positivistas y renacentistas residuales de una sociedad feudal que de a poco dejaba de predominar en Europa.
Para ilustrar estos procesos, cito a Duque de Rivas, poeta español. Nacido en 1791 y fallecido en 1865. Fragmento de su obra “Don Álvaro, o la fuerza del sino”
“Que carga tan insufrible/es el ambiente vital/para el mezquino mortal/que nace en sino terrible. ¡Que eternidad tan horrible/la breve vida. Este mundo/qué calabozo tan profundo/para el hombre desdichado/ a quién mira el cielo airado/con su ceño furibundo!
Parece, sí, que a medida/que es más dura y más amarga/más extiende, más alarga/el destino nuestra vida. Si nos está concedida/sólo para padecer, y muy breve ser/la del feliz, como en pena/de que su objeto no llena, ¡Terrible cosa es nacer!”
Conviene hacer dos precisiones. La primera es referente a la libertad que trajeron las revoluciones, esa libertad que permitía interponer al YO por sobre todas las cosas, algo impensable en el positivismo que trataba a la ciencia como prioridad única del ser y, al renacimiento, que elogiaba a las civilizaciones antiguas como la griega. Segunda. Si bien los versos no son explícitamente políticos, Duque de Rivas no vivía en marte. Nació, creció y murió como cualquier ser habitante de la tierra, en una etapa particular de la historia dónde la humanidad atravesaba guerras descarnadas, desigualdades sociales evidentes, hambre.
De manera sucesiva, surgieron más vanguardias literarias y artísticas, algunas declaraban directamente su rechazo a la anterior y planteaban sus principios a través de manifiestos. Destacan todas por sus particularidades, por la utilización de nuevas formas de expresión e incluso, por sus abiertas posturas políticas y de clase.
Esta evolución no se habría dado jamás si paralelamente los países del mundo, sus culturas y sus sociedades no se hubieran transformado, si no hubieran cambiado su manera de relacionarse, su manera de vivir.
México, consecuentemente ha atravesado sus propias revoluciones, nada está exento a los cambios. Así pues, ha conquistado sinfín de logros sociales, económicos y políticos. En ese sentido, vale preguntarse: ¿Es nuestra sociedad perfecta? ¿A caso los versos de Duque de Rivas han quedado obsoletos y figuran únicamente como reliquias retoricas? ¿El actual Gobierno, el de la 4T, emplea políticas públicas suficientes para estimular la creación artística de los mexicanos? A todas estas preguntas, yo contestaría con un contundente: no.