La pandemia ha resultado en una crisis económica, sanitaria y también social. El golpe se puede medir de muchas formas, incluyendo el número de vidas que ha cobrado. También puede medirse en la cantidad de personas afectadas por esas muertes.
Otra forma de dimensionar el impacto es el número de niñas y niños cuyos padres o tutores murieron por Covid-19: mamás, papás y adultos a cargo de menores de edad han muerto a causa del nuevo coronavirus. Junto con ellos, se va la seguridad económica que le daban a quienes cuidaban.
Millones de menores están en esta situación, de acuerdo con este estudio de The Lancet -una revista especializada en medicina británica- en el que México encabeza la lista de países con más niñas y niños huérfanos por la pandemia.
Orfandad Covid en el mundo
La mayor parte de los fallecimientos a causa de esta nueva enfermedad ocurren entre adultos. Este sector de la población es el más vulnerable y, por lo tanto, la atención y el discurso público se ha enfocado ahí.
No obstante, una de las consecuencias más trágicas de la muerte de adultos es también el número alto de infantes y adolescentes que dependían de ellos.
Las acciones para prevenir la muerte de quienes son más vulnerables han tenido efectos positivos. Como lo mostramos en esta nota, la vacunación sí evita que más personas mueran, sobre todo aquellas de mayor edad. Aún así, no todas las personas están vacunadas y no todas las que lo están son completamente invulnerables de morir si se enferman.
El estudio de The Lancet determinó que para la primera mitad de 2021 había 1.5 millones de menores de edad que habían perdido al menos a uno de sus cuidadores por muertes relacionadas con el Sars-CoV-2 en todo el mundo.
Después de actualizaciones a la metodología que los y las expertas del estudio habían utilizado, la nueva estimación para noviembre de 2021 era de cinco millones de niños que habían perdido a quien o quienes los cuidaban.
Los gobiernos se han enfocado en prevenir, detectar y, en la medida de lo posible, responder ante el virus. Ahora, los datos demuestran la importancia de añadir el cuidado de las y los niños a esas acciones.
En México no se sabe cuántos menores quedaron en orfandad
Nuestro país carece de registros oficiales respecto al número de menores que quedaron en orfandad a causa de la pandemia. Sin embargo, el estudio de The Lancet ubica a México como el país con más niñas y niños que enfrentaron la muerte de uno o ambos padres (178,000) y que también pierden a sus cuidadores primarios o secundarios (275,800), comparado con otros países que fueron analizados en la investigación.
Dicho estudio data de junio de 2021; para septiembre del mismo año, el Sistema Nacional de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) reportó que 118 mil niñas, niños y adolescentes a nivel nacional quedarían en situación de orfandad a consecuencia de la pandemia.
Esta estimación se hizo solamente a partir de millón y medio de cédulas de evaluación en los 32 estados del país, principalmente en hogares beneficiarios de programas alimentarios que coordina el DIF Nacional, según informó el propio DIF.
Ante estos datos, Tania Ramírez, directora de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) nos dijo en entrevista que lo primero que debe hacer el Estado mexicano es levantar un censo para conocer con certeza cuántas niñas, niños y adolescentes quedaron en orfandad, si perdieron a sus cuidadores primarios y no solamente a sus proveedores económicos.
Ramírez nos explicó que las familias en México son diversas y hay muchas formas ejercer los cuidados de las infancias, por lo que es necesario registrar si la pérdida es de un abuelo o abuela, tíos, tías, o personas que cuidaban al menor: “Quiénes estaban a cargo también tienen que registrarse porque la acción del Estado tiene que entrar también en esos casos”.
Desde la Redim han hecho al menos dos llamados a realizar este censo y en el Congreso de la Unión hay al menos seis exhortos a diversas autoridades para realizar un registro de menores que quedaron en orfandad por la COVID-19. De acuerdo con el reporte “La Orfandad ocasionada por la pandemia”, publicado en septiembre de 2021, ninguno de estos exhortos ha sido avalado por el Congreso.
Los exhortos que sí se han resuelto están encaminados a dar algún tipo de apoyo a los menores que perdieron a un familiar durante la pandemia.
En México, estos apoyos son dos: a nivel federal, la inscripción a la beca Benito Juárez a niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad por la pandemia, lo cual deriva de un convenio firmado en noviembre de 2020 entre la SEP y el DIF. Dicha beca se otorga a mayores de 15 años, pero los menores en orfandad pueden acceder a ella desde cualquier edad y sus beneficiarios reciben 800 pesos mensuales.
En la Ciudad de México se implementó la beca Leona Vicario, la cual se otorga desde agosto de 2020 y consta de 823 pesos al mes.
Roberto Velez Grajales, director del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), plantea que es más probable que los niños, niñas y adolescentes más grandes asuman la responsabilidad del cuidado y la provisión de ingreso: “Sus necesidades no alcanzarán a cubrirse con los ochocientos pesos mensuales de la Beca Benito Juárez”, de acuerdo con un artículo que publicó en agosto de 2021.
Velez Grajales agrega que debe considerarse no sólo el monto de la transferencia económica, sino también que la educación a distancia y los efectos económicos de la pandemia han colocado a muchas y muchos ante la disyuntiva entre seguir estudiando o abandonar la escuela.
“Las personas no tienen control sobre las circunstancias y, por lo tanto, no son responsables, por ejemplo, de perder a sus padres debido a la pandemia.Ésa es una circunstancia que está fuera del control de niñas, niños y jóvenes y, por ello, deben ser atendidos de tal manera que sus opciones de desarrollo y movilidad social no queden truncas”, expone el director del CEEY.
Para Tania Ramírez, el apoyo económico no será suficiente si las instituciones no se hacen cargo de la niñez con un enfoque de derechos y asumen que estas infancias han sufrido un daño que debe ser reparado de manera integral: “Al Estado le toca apoyar en términos económicos pero también en términos de formación, de acompañamiento institucional, estas suelen ser las soluciones que resultan más duraderas”.
Y desde la Redim denuncia que durante toda la pandemia niños y niñas han sido excluidas de la información pública y de la información oficial: “Las infancias han tenido que vivir la pandemia sin que haya mensajes dirigido a ellas; en la lógica de la vacunación nadie les explicó por qué no estaban contempladas”.
Para terminar, propone imaginar qué debe estar sintiendo un niño o niña que enfrenta la pérdida de un cuidador primario y que se da cuenta de que no es vacunado en medio de una pandemia. Además del impacto psicológico “es un mensaje de desprotección contrario a derechos y ese es el gran problema de la cultura adultocéntrica”, explica. En estos casi dos años de pandemia el mundo ha visto cómo el nuevo coronavirus puede dejar a niños y niñas sin cuidadores. Es importante que el Estado mejore sus mecanismos para medir la gravedad de la situación y, con ello, implementar políticas públicas para no dejarlos desamparados.