En una sociedad como la nuestra, se nos repite una y otra vez la historia de que, a la hora de producir bienes, el gran empresario, el multimillonario, es el que más toma riesgos, ya que es él el que invierte su dinero “con riesgo a no recuperarlo”, es más, que en caso de no hacerlo, ÉL se lleva la peor parte, ya que se ve mermada su ganancia. Este mito que se le lleva contando a los trabajadores desde los albores del capitalismo, intensificado por la Guerra Fría con el fin de demostrar la “superioridad del sistema americano”, se ha extendido aún con mayor fuerza en la época del llamado “big tech”, donde a los dueños de estas nuevas empresas multimillonarias se les ve como genios, héroes, modelos a seguir e imitar, como visionarios que “se hicieron a sí mismos”, infectando así la mente de los trabajadores -especialmente de los más jóvenes-, que los hace olvidar y dejar a un lado a los verdaderos generadores de la riqueza, los que verdaderamente pagan las consecuencias.
Aunque no es objetivo de este material explicar quién produce la riqueza, está claro que no lo hacen las herramientas, la tierra, la maquinaria, ni los recursos naturales por sí solos en manos de los empresarios, tiene que existir, pues, la intervención de una mano externa -en este caso, la del obrero-, que use las herramientas, que transforme los bienes de la tierra en mercancías que se puedan llevar al mercado para su venta, mismas que obtienen su valor a cambio del desgaste del hombre, sin embargo, la mayor parte de la riqueza obtenida la acumula el dueño de una empresa, a través de no retribuir enteramente el trabajo del obrero, dándole apenas unas migajas para sobrevivir y no lo que le toca como generador de la riqueza. Esta explotación se ve y es más extenuante en los obreros que transforman los recursos naturales directamente, pero también se da en todas las demás industrias, en la cual esta explotación se ve blanqueada por una creencia de superioridad falsa.
En el sector tecnológico, contrario también a lo que se cree, estas empresas no solamente se basan en trabajos de escritorio, programación o diseño, sino que gran parte se basa en empresas manufactureras y ensambladoras, donde las grandes jornadas, los salarios pobres y los despidos masivos se están haciendo cosa del día a día. El gran gigante de las ventas online, Amazon, por ejemplo ha sido señalado en repetidas ocasiones por la explotación laboral y el estricto monitoreo, que ha fomentado una cultura del miedo dentro de sus fábricas. “Amazon rastrea cada uno de los movimientos de los trabajadores en sus bodegas. Los empleados que trabajan a un ritmo muy lento o están desocupados durante demasiado tiempo corren el riesgo de ser despedidos… Los datos de la empresa mostraron que la mayoría de los empleados perdía el entusiasmo con el tiempo, comentó, y Bezos creía que la gente era floja por naturaleza” (nytimes.com, 17 de junio de 2022). Los seguidores más adeptos a los millonarios dirán que Jeff Bezos -segundo hombre más rico del mundo, por cierto-, está en el derecho de querer “maximizar” sus ganancias, pero el asunto no sólo se queda ahí, ya que a sus trabajadores -muchos de ellos contratados de forma externa para no tener responsabilidad sobre la salud y vida de ellos-, no tienen las condiciones elementales de salubridad: “Durante la primera ola de covid, dos trabajadores estadounidenses de la compañía fallecieron tras contagiarse. El primero de ellos murió el uno de abril de 2020 y, el segundo, el 4 de mayo del mismo año, lo que llevó a los empleados a organizar protestas para pedir que aumentaran las medidas de salud y seguridad. La respuesta de la compañía fue contundente: despedir a varios empleados por expresar su descontento con las medidas adoptadas” (publico.es, 25 de julio de 2021), todo esto, mientras su dueño gastaba 5.5 mil millones de dólares en un viaje al espacio.
Hablando de despidos, Amazon se ha puesto a la cabeza en este rubro en los últimos meses; simplemente en noviembre de 2022, la empresa anunció que tendría que “prescindir” de 18 mil trabajadores, cifra récord, pero que se suma a los más de 120 mil despedidos por las empresas del llamado “Big Tech” durante ese año; cifras que se concentran en gigantes como META (11 mil), Tesla (tres mil 500) o Twitter (tres mil 700, en torno al 50 por ciento de la plantilla). Estas últimas dos, a pesar de tener la particularidad de ser propiedad del hombre más rico del mundo, Elon Musk, no se salvan de tener una reputación abominable cuando se habla del trato hacia sus trabajadores, “El problema es mucho más delicado y tiene serios señalamientos de episodios que se han registrado dentro de la fábrica de Tesla en Fremont, California. Hasta el punto de que han ocurrido desmayos, personas convulsionando, problemas respiratorios y hasta dolores en el pecho… Una de las causas de esta situación es que Elon Musk fijó una meta de 500.000 automóviles para el 2018. La cifra es un exagerado incremento del 495 por ciento, en referencia al 2016” (Fayerwayer.com, 01 de junio 2022 ).
Estas prácticas parecen haberse trasladado a Twitter a raíz de la compra de Musk el año pasado, cuando, además de los despidos ya mencionados, comunicó un ultimátum a los trabajadores que se quedaron, mencionando que, si decidían quedarse, les esperaban “muchas horas de alta intensidad”, invitando a quedarse a dormir en sus estaciones de trabajo. “El multimillonario se deshizo del personal de limpieza de las oficinas de Twitter en Nueva York y canceló el servicio de limpieza en las oficinas centrales en San Francisco a principios de este mes, luego de que el personal se declarara en huelga por mejores condiciones. Musk cerró cuatro de los pisos de la oficina en San Francisco, la misma que aún no ha pagado el alquiler, y distribuyó al personal entre dos pisos restantes” (metroworldnews.com, 9 de enero de 2023).
Esto pasa, mientras las grandes mentes de la tecnología pierden dinero a montones, fruto de berrinches o proyectos fracasos , como en el caso de Musk, “las acciones de Tesla se desplomaron un 70%, una de las caídas más grandes que se vieron de una empresa global. Reportes señalan que los inversionistas han perdido confianza en el empresario por la atención que tiene en la red social, y sus comentarios erráticos en la plataforma” (gq.com, 13 de enero de 2023), o Mark Zuckerberg (dueño de META), que perdió más de 82 millones de dólares el año pasado gracias a su proyecto del “Metaverso”.
Todas estas prácticas, muchas veces aplaudidas por empresarios de 50 centavos o emprendedores de sillón, son justificadas con el argumento de “la incertidumbre económica y la caída de los últimos años”; sin embargo, la realidad es simple y concreta, los multimillonarios no están dispuestos a tocar ni un pelo de su fortuna, aunque esto vaya en contra de la salud y la vida misma de sus trabajadores, la prueba de ello es que sus fortunas siguen siendo las más grandes sobre la tierra. Es momento que los trabajadores, de esta y todas las industrias, dejen de ver a los empresarios como un ejemplo, o un buen samaritano que les “permite” trabajar; es momento de que los trabajadores exijan sus derechos y que se den cuenta de que su destino está en sus manos, las manos que producen y llenan los bolsillos sin fondo de los millonarios. Es hora de que los más trabajadores dejen de pagar las consecuencias.