Columna Invitada. Por Abentofail Pérez. Y todos calumnian y difaman. Y es normal, no podría esperarse que los enemigos del pueblo vertieran lágrimas por uno de sus más grandes defensores. Al pueblo lo llora el pueblo. Que la burguesía que también tiene carácter universal y que a su vez controla casi todos los medios de comunicación del mundo se lance como fiera rabiosa sobre la memoria de Fidel no significa que el pueblo así lo sienta. Las calles de Cuba como las de muchos otros países se vieron abarrotadas por multitudes destrozadas, por amas de casa, obreros, campesinos, jóvenes estudiantes, jubilados etc… sólo pueblo y nada más, sólo los humildes lloraban a Fidel y esas son las únicas lágrimas que la Revolución anhela para su Comandante. Que griten, que blasfemen, que mientan, no importa. Su odio sólo demuestra la grandeza de la labor de Fidel y la efectividad que tuvo en su tarea incansable de construir una patria digna y gobernada por el pueblo. Cada grito de odio y rencor por parte de la burguesía debe ser para el gran comandante y para los pobres del mundo, una flor más a su memoria.
Fidel ha logrado como pocos hombres a lo largo de la Historia de la humanidad, una negación absoluta y consciente de su persona en aras de un mundo mejor. En vida logró encarnar la idea de Revolución y fue durante la segunda mitad del pasado siglo y los primeros años de éste el símbolo más claro de la integridad revolucionaria. Es cierto que Cuba, un país con apenas poco más de diez millones de habitantes no podía hacer frente en solitario al imperialismo estadounidense y pretender vencerlo. Sin embargo, su contribución revolucionaria es de un carácter distinto. Sabedor de la marcada diferencia de fuerzas existentes, Cuba, a cuya cabeza se encontraba Fidel decidió pregonar con el ejemplo en su propio suelo mostrando al mundo lo que puede hacerse si el pueblo llega a gobernarse a sí mismo. Le enseñó a la humanidad el poder del socialismo y al mismo tiempo arrastró con su ejemplo nuevas revoluciones de carácter similar sobre todo en los países latinoamericanos. El ejemplo y la consecuencia del pueblo cubano hoy en día han despertado a millones de hombres del letargo y la desesperanza haciendo realidad una posibilidad que muchos consideraban extinta. Fidel esperanzó a la humanidad, pero no a través de falsas esperanzas como los autoproclamados mesías de hoy. El optimismo que engendró está construido sólidamente sobre bases científicas y se alimenta únicamente de la verdad, verdad que Fidel enseñó a través del marxismo-leninismo y que le ha permitido a este pequeño país caribeño, a pesar de su cercanía geográfica y económica con la gran potencia imperialista, mantenerse de pie por casi sesenta años.
Los medios de comunicación en el mundo entero entre las toneladas de cólera y rabia que vertieron sobre la memoria de Fidel, llegaron a aseverar que con su muerte el mundo llegaba al fin de una época, que ahora los movimientos revolucionarios y populares debían aceptar su derrota y someterse a las leyes que el capitalismo pretende eternas. No se puede estar más equivocado. El autoengaño es una de las formas más evidentes de la decadencia del sistema y América Latina, así como las potencias económicas emergentes como Rusia y China demuestran lo contrario a lo que los esbirros del sistema predican. Fidel es cierto que marcó época, pero su muerte no representa el fin de la misma, todo lo contrario. Ahora ya no es el hombre el que se erige amenazador sobre los enemigos del pueblo, es la leyenda, es el hombre convertido en idea e inmortalizado. Ahora su obra se difunde nuevamente, sus discursos se reeditan y su labor se reproduce en otras partes del mundo. La muerte de Fidel ha permitido un renacimiento eterno de su obra. El alcance mortal del hombre se ha eternizado en la idea de la Revolución.
Fidel era uno de esos hombres construidos por las circunstancias. Era la casualidad que en algún momento exigió la necesidad social. Fidel si no fue absuelto por la Historia fue porque nunca se vio condenada por ésta. Los enemigos del pueblo aseguran que no habrá perdón en vida para las atrocidades que Fidel realizó y tienen toda la razón al despreciarlo. Fidel atentó contra sus intereses, creó escuelas para educar y sembrar la rebeldía en las juventudes que ahora tienen la tarea de defender el legado de la revolución, alimentó a un pueblo hambriento para que tuviera la energía suficiente para sostenerse en pie ante los embates de sus enemigos de clase. Fidel por esto jamás tendrá el perdón de los dueños de la riqueza y el poder en el mundo, pero a cambio tendrá algo más grande y valioso. El cariño, el respeto y sobre todo el compromiso de todos los humildes del planeta de no dejar caer por tierra su legado. De continuarlo y engrandecerlo en cada rincón del orbe. Nosotros como mexicanos tenemos la obligación no sólo de reconocer la obra de Fidel, sino en nuestras circunstancias y bajo la misma mirada amenazadora de los Estados Unidos, continuarla y engrandecerla a favor de los más necesitados. Honremos a Fidel siguiendo su ejemplo.