Europa quiere presentarse ante el mundo como la antítesis del proteccionismo que preconiza Donald Trump. Los líderes de la UE planean sellar la próxima semana un principio de acuerdo con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, sobre el tratado comercial que negocian con el país asiático desde 2013. La celebración de una minicumbre en Bruselas para dar el impulso definitivo a este marco —prevista para el día 6 de julio en la víspera de la reunión del G20 que se celebrará en Hamburgo a partir del día siguiente— enviará una fuerte señal política favorable al libre comercio.
Bruselas acelera la negociación comercial con Japón. El equipo negociador de la Unión Europea —encabezado por la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, y el de Agricultura, Phil Hogan— está en Tokio perfilando las grandes líneas de este marco. Aunque los detalles del pacto no se han cerrado y la firma tendrá que aguardar hasta el último tramo de 2017, tanto los líderes europeos como Abe han querido escenificar este compromiso en un contexto de repliegue estadounidense respecto al libre comercio.
«Espero que estas discusiones puedan concluir antes de la cumbre entre la UE y Japón el próximo 6 de julio. Si se materializa, será un acuerdo importante”, avanzó el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, el jueves en Berlín. Tanto Juncker como su homólogo en el Consejo Europeo, Donald Tusk, esperan poder dar el impulso definitivo a ese pacto el próximo jueves, con un apretón de manos al líder japonés.
Todos los acuerdos comerciales llegan a esa fase de escenificación política antes de la rúbrica definitiva. En este caso, los dirigentes han querido darle mayor perfil a las puertas de un G20 (la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de los países más ricos del mundo y los emergentes) que se anticipa controvertido por el comercio. Se prevé que las resistencias de Trump para consagrar la defensa del libre comercio tensarán la discusión.
Japón es la cuarta economía mundial y el tercer mercado en volumen de consumo, pero las exportaciones europeas a este país son bastante modestas. Japón representa el séptimo mercado mundial de ventas de productos de la UE, una posición que Bruselas quiere mejorar. Europa tiene especial interés en abaratar sus ventas de vino, pasta, chocolate y zapatos, así como en abrir el mercado de servicios para las empresas comunitarias. Aunque el acuerdo político ya sitúa el tratado en la pista de salida, aún quedan asperezas por limar. Los negociadores trabajan para superar las cuitas europeas sobre los productos agrícolas y las japonesas sobre el mercado automovilístico.
Impulsar los pactos comerciales se ha convertido en una de las principales prioridades de la Unión Europea. La ministra de Asuntos Digitales de Estonia, Urve Palo, se muestra convencida de que el acuerdo se firmará pronto. “Estamos comprometidos a ser portavoces activos del libre comercio”, ha asegurado este viernes en Tallin, la capital de Estonia, país que asume desde julio la presidencia semestral de la UE.
Aunque ningún líder ha llegado a proferir los ataques contra el libre comercio que se le escuchan a Donald Trump, la UE también tiene sus dificultades para lidiar con los acuerdos con terceros países. La experiencia del CETA (el tratado comercial con Canadá que está en proceso de ser ratificado por todos los Parlamentos nacionales de la UE, con España como uno de los que ya lo han aprobado) levantó enormes suspicacias políticas entre la ciudadanía ante el temor de que debilitara los estándares del bloque comunitario. El de Japón es más sencillo (incluye intercambios de bienes y servicios, pero no homologación regulatoria) y en principio no es candidato a levantar tanta polvareda. Una vez firmado —y en función del contenido—, las instituciones europeas decidirán si solo se requiere la ratificación en Bruselas (Comisión, Consejo y Parlamento) o exige ratificación nacional porque excede los ámbitos de competencia exclusiva de la UE (política comercial).