Por Ricardo Torres
Las recientes elecciones en el estado de México nos permitieron observar la competida contienda protagonizada entre el arcaico priismo que se niega a ceder el poder utilizando para ello todos los medios a su alcance, lícitos e ilícitos, y, por otro lado, un morenismo que utilizando también prácticas semejantes, en nombre de la “izquierda” promueve un “cambio” en la conducción política de aquel estado y del país entero. Vimos a un Alfredo del Mazo cargando el peso de los errores de Peña Nieto y el mal gobierno priista en la entidad mexiquense, y, por su parte, a una Delfina Gómez cargando con sus mentiras y corruptelas al frente del gobierno municipal de Texcoco, siempre al servicio del cacique texcocano Higinio Martínez. Fuimos pues testigos de la lucha política entre el viejo priismo franco y manipulador contra el neopriismo encubierto de morena, midiendo sus fuerzas electorales rumbo a la elección presidencial de 2018.
Fue evidente que el bajo perfil de Delfina Gómez permitió a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), dirigente nacional de morena, aplicar una política electoral de doble alcance: se montó en la campaña del estado de México para reforzar y dimensionar el voto en favor de Delfina Gómez y, al mismo tiempo, para afianzarse como uno de los principales aspirantes a la presidencia de la República para el próximo año. Y logró su cometido: un importante número de municipios mexiquenses en donde morena no realiza activismo político le dieron el triunfo a su candidata. El voto de castigo por el hartazgo contra el autoritarismo, corrupción e incumplimiento del gobierno priista estatal y federal fue capitalizado por AMLO.
Observamos como AMLO sigue afirmando que el principal problema que vive el país es la corrupción y, por tanto, de llegar al poder hará de la honestidad una forma de vida y de gobierno. Como futuro Presidente -sostiene- su honradez se replicará a todos los niveles de gobierno y con un estricto plan de austeridad logrará no sólo reducir la corrupción política en el gobierno, sino que la erradicará definitivamente de la vida económica y política del país. Sobre la base de su honestidad valiente, afirma que los gigantescos recursos que llegan a los bolsillos de los funcionarios corruptos servirán para impulsar el desarrollo del país, nos asegura que nuestra economía en 2024 crecerá hasta el 6 por ciento, se superará el período neoliberal y se crearán las condiciones materiales y espirituales para ofrecerle bienestar y seguridad a todos los mexicanos. Morena aparece así, según AMLO, como la esperanza para México.
Sin embargo, los trabajadores debemos tener claro que el diagnóstico y tratamiento que AMLO hace y pretende aplicar al país son equivocados y, por tanto, falsos. AMLO miente. Afirmar que la corrupción es el principal problema que enfrenta nuestro país y que las medidas que propone serán suficientes para alcanzar el bienestar y seguridad que anhelamos todos los mexicanos, es tan ingenuo como pensar que una severa infección se puede combatir sólo con fomentos de agua fría. El discurso de AMLO es falso porque se propone atacar sólo los efectos del problema que vivimos dejando intactas las causas que los provocan. El principal problema que vivimos los mexicanos no es la corrupción sino la pobreza, la injusta distribución de la riqueza y la creciente desigualdad que existe entre unos pocos que lo tienen todo y millones de mexicanos que vivimos en la miseria. El principal problema que enfrentamos los mexicanos es resultado del injusto modelo capitalista diseñado para que la riqueza que producimos todos los mexicanos se la apropie un puñado de empresarios multimillonarios que, a cambio de salarios de hambre, acrecientan día con día sus capitales: Carlos Slim Helú, Germán Larrea Mota Velazco, Alberto Bailléres González, María A. Aramburuzabala, Jerónimo Arango Arias, Ricardo Salinas Pliego y Emilio Azcárraga Jean, encabezan la lista. Que nadie se engañe, el principal problema que vive nuestro país se encuentra en la naturaleza explotadora del régimen capitalista.
Si bien AMLO atina cuando critica a la mafia en el poder y al corrupto régimen político mexicano porque lo conoce y sabe de su funcionamiento interno, lo cierto es que su crítica antipriista es parcial y reaccionaria. AMLO denuncia la corrupción que impera en el gobierno pero no cuestiona el modelo económico capitalista: cambiemos a los gobiernos corruptos por gobiernos honestos y sigamos conservando el orden explotador existente, es decir, el problema no es el modelo capitalista sino los funcionarios corruptos que no han sabido conducirlo.
¿Por qué AMLO no plantea un cambio de modelo económico? Porque no es un hombre de izquierda que en verdad luche por mejorar las condiciones materiales y espirituales de los mexicanos humildes, sino que es parte de un grupo político que reinaba dentro del PRI y que, con la llegada de la corriente neoliberal encabezada por Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari al seno de dicho instituto, fue irremediablemente desplazado. AMLO es parte de un viejo grupo de políticos resentidos contra los tecnócratas que se apoderaron del PRI pero que no tiene más aspiración que retornar al poder sin importarle dejar intacto el modelo económico de explotación que es el verdadero generador de la pobreza y la injusticia social. En suma, su crítica es parcial porque sólo cuestiona una parte del problema y es reaccionaria porque, en el fondo, no pretende modificar el modelo de explotación existente, sino conservarlo.
Planteadas así las cosas resulta evidente que AMLO no podrá erradicar la corrupción, que es lo único que se propone erradicar, en virtud de que ésta es inherente al modelo económico capitalista: basta recordar las corruptelas de René Bejarano, Gustavo Ponce, Carlos Imaz, Ramón Sosamontes, Rosario Robles y recientemente de Delfina Gómez, Higinio Martínez y Eva Cadena, todos ellos, en su momento, cubiertos bajo el inmaculado manto de una falsa izquierda capitaneada por AMLO, para demostrar su sobrada incapacidad para hacer permear su honradez, ya no digamos al gobierno entero, sino siquiera entre su selecto y reducido grupo de incondicionales.
El discurso oportunista de AMLO no contribuye a elevar la conciencia política de los trabajadores y del pueblo pobre de México, sino que la adormece y la desvía de sus verdaderos objetivos. Los mexicanos no necesitamos un cambio de gobierno, sino un cambio de clase social en el poder político de la nación, necesitamos que la clase trabajadora tome el poder en sus manos. Para ello, los obreros debemos estudiar y entender cómo funciona el modelo capitalista y sus mecanismos de explotación, debemos organizarnos, unirnos, luchar por nuestros legítimos intereses y construir un vigoroso partido político, conformado por los mejores hombres y mujeres provenientes del pueblo pobre de México, fogueado en la lucha cotidiana, un partido político capaz de conquistar el poder político y cambiar el viejo modelo económico que hoy sirve al capital, por un nuevo modelo que sirva a los intereses del pueblo trabajador. Preparémonos para ello.