Por Adamina Márquez Díaz
Miguel Olvera Mendoza sintió miedo cuando se enteró que los padres de familia habían acudido a las oficinas del Movimiento Antorchista a solicitar apoyo.
Él, como muchos otros profesionistas y ciudadanos michoacanos, se habían enterado a través de periódicos, televisoras y radiodifusoras, que era una organización tumultuaria y conflictiva, de gente que se adueñaba de calles y terrenos sin ton ni son, y que era el “brazo armado” de cierto partido político…En fin, una organización que no temía la furia del Señor. Pero pronto sabría por sí mismo lo que realmente era Antorcha.
En aquel entonces (2013) Miguel Olvera era profesor de cuarto grado de la escuela primaria Juan Ortiz Murillo, ubicada en la colonia Primo Tapia de Morelia, Michoacán. Su vida anterior había transcurrido de manera más o menos común: con problemas aquí y allá, varios triunfos y logros, algunas luchas como estudiante y pronto terminó sus estudios y se tituló como licenciado en Educación Básica. Así llegó a la primaria Juan Ortiz Murillo.
– Durante 10 años trabajamos en paz. Seis años antes, la directora Carmen Olvera Cárdenas había implementado, con padres y maestros, un sistema de escuela de tiempo completo: se daba servicio de las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde; se daba de desayunar y comer a los niños, se les daba atención para que realizaran sus tareas. Pero con la peculiaridad de que todo el gasto era sufragado por los padres de familia: 15 pesos diarios. No había ningún apoyo gubernamental.
Durante 10 años, padres y profesores trabajaron bajo este mismo esquema: los primeros daban cooperaciones económicas y los segundos destinaban tiempo extra. El maestro Olvera incluso recuerda que llegaron a cultivar jitomates en invernaderos construidos dentro de la institución y a cosechar hongos setas para consumirlos en el comedor escolar.
Así, el prestigio y el nivel académico aumentó. En 2013 la escuela calificó para ser incluida dentro del programa de “Escuelas de calidad”, por su alto nivel educativo y su labor social con los niños. Para ese momento, la matrícula escolar sumaba 625 alumnos, solo del nivel de primaria.
El preescolar registraba 180 pequeñitos. “Incluso venían niños de las afueras de la ciudad. Teníamos alumnos con algunos padres humildes, otros profesionistas, comerciantes y hasta pequeños empresarios”, cuenta el maestro Olvera.
Todo esto contribuyó para que ese año la Secretaría de Educación en el Estado (SEE) hiciera llegar a la entonces directora Carmen Olvera Cárdenas su aceptación y un recurso económico para que la escuela pudiera operar como de Tiempo completo.
– Cuando me enteré que el gobierno federal estaba implementado este programa yo dije: fabuloso, ahora los padres ya no van a tener que estar pagando todo ese dinero (15 pesos diarios) por la comida de los niños- afirma quien fuera directora del plantel.
– Lo cierto es que a los padres con ingresos económicos más humildes se les hacía pesado pagar las cooperaciones. Este fue la razón por la que decidimos pedir al gobierno que implementara “Escuelas De Tiempo Completo” aquí. Al principio, todos, padres y maestros, estuvieron de acuerdo–, confirma el profesor Miguel Olvera.
Pero a la hora de firmar el acuerdo para ingresar la solicitud, asegura la ex directora, ocho de los 24 maestros de la plantilla se negaron a firmar el documento alegando que tenían que consultarlo con su sindicato: la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). A partir de ese momento se opusieron siempre a la iniciativa.
– Los maestros del Frente Democrático (filial de la CNTE) decían que si aceptaban el Tiempo Completo iban a perder plazas y no sé qué… La verdad nunca me expliqué por qué se oponían.
Tampoco entendí a los pocos padres que comenzaron a apoyar a esta parte de los maestros, pues con el programa de Tiempo Completo iban a dejar de pagar los 15 pesos por los alimentos. Pero ellos decían que querían seguir pagando– relata la ex directora.
Con esta ruptura dentro de la comunidad de la primaria Juan Ortíz Murillo, la SEE echó atrás el proyecto y se negó a realizar el cambio de tipo escolar por no reunir la institución todos los requisitos, entre ellos que el 100 por ciento de la comunidad escolar estuviera de acuerdo.
La obtusa CNTE
Diego Ortiz Delgado, quien fue miembro de la sociedad de padres de familia de la escuela Ortiz Murillo, también había escuchado rumores nada halagadores sobre Antorcha Campesina, e igual que Miguel Olvera Mendoza, tenía miedo.
“Pero necesitábamos acudir a alguien porque a nosotros no nos hacían caso. Ya llevábamos varios meses, más de un año, pidiendo que se hiciera el cambio y nomás no pasaba nada”.
Él encabezaba al grupo de padres de familia que estaban dispuestos a conseguir el cambio de la escuela por una de Tiempo Completo
– Muchos padres, como yo creo que pasa en todo el país, tienen la necesidad de ir a trabajar. Actualmente la pareja tiene que trabajar de igual manera porque ya no alcanza con el ingreso que sólo tiene el padre.
Es difícil que no participen económicamente tanto el padre como la madre en el hogar. Entonces había la necesidad de un lugar donde los niños pudieran estar seguros, en buenas manos y estudiando.
Fue esta necesidad la que los impulsó a buscar opciones alternas a la Secretaría de Educación y a la CNTE, pues la división dentro de la comunidad escolar se hizo cada vez ríspida y hasta agresiva. Algunos profesores, con la intención de intimidar a los padres, utilizaban a los pequeños como mensajeros y cebaban sobre ellos amenazas, burlas y agresiones verbales.
-Los maestros nos decían de cosas; que nuestros padres los querían correr y que nosotros nos íbamos a ir también porque nos iban a sacar-, relata Susana Dubín Escutia, ex alumna de la primaria Ortiz Murillo. -Nos hacían burlas y hasta nos decían cosas de nuestros papás; también otros niños nos decían de cosas que los maestros y sus papás les comentaba sobre nosotros.
En 2014 el ciclo escolar 2013-2014 el estado de Michoacán contaba con 740 Escuelas de Tiempo Completo, 69 mil 995 alumnos asistían a escuelas de este tipo, tres mil 498 profesores laboraban bajo el programa implementado por el gobierno federal a raíz de la Reforma Educativa.
La primaria Ortiz Murillo reunía los requisitos para ser incluida en el programa: tenía un comedor en funcionamiento, era catalogada como escuela de calidad y la mayoría de los profesores estaban dispuestos a extender su horario de trabajo a ocho horas.
De haberse llevado al cabo el programa, los padres se habrían ahorrado un gasto diario de 300 pesos mensuales en alimentación.
Aunado a ello, la educación de los niños se hubiera visto reforzada con actividades adicionales como comprensión lectora y habilidades matemáticas, arte, cultura y uso de las tecnologías de la información y la comunicación. Pero nada de eso pasó.
-Vistas así las cosas uno no pensaría que los padres se opusieran; sin embargo, algunos padres, una pequeña minoría, se unieron a los ocho profesores del Frente Democrático.
Así comenzaron las fricciones. Nosotros tratamos de hacerlos entrar en razón, se iban a ahorrar un buen recurso; al principio parecieron aceptar, pero después nada. Yo a veces pienso que hasta los compraron los de la CNTE porque no hay una explicación lógica que justifique la manera como actuaron-, cuenta en entrevista con buzos la maestra Carmen Olvera Cárdenas.
Sin embargo, la CNTE sí dio una explicación. El entonces director de la Sección 18 de la CNTE en Michoacán, Juan José Ortega Madrigal, declaró que “con los programas de tiempo completo las escuelas se convierten en guarderías; después de las 12 del día no hay nada qué hacer más que darles de comer a los niños y no hay un proyecto pedagógico”.
-Pero eso no fue cierto. Aquí en Michoacán los miembros de la CNTE se opusieron desde un inicio a la Reforma Educativa implementada por el gobierno federal. Por eso, por política, ellos no dejaban que se aplicara el programa, porque ahora los tendrían que evaluar, porque no podrían faltar más a clases, entre otras cosas-, declaró a esta revista Diego Ortiz Delgado.
En noviembre de 2014, ya casi para terminar el primer periodo del ciclo escolar, maestros y padres decidieron tomar la escuela para protestar contra la CNTE. Comenzaron a impartir clases en plena calle. Colocaron carpas y lonas; trajeron pupitres, mesas y sillas para instalar improvisados salones al aire libre. Sin embargo, el problema no parecía solucionarse.
Esta división, la tensión en las relaciones, las infértiles negociaciones y la nula intervención de la SEE fue lo que llevó a los padres de familia, en diciembre de ese mismo año, a buscar la ayuda de una fuerza externa, una organización de la que habían escuchado muchas cosas.
¿Antorcha? No sé… me han contado.
-Al principio no sabíamos muy bien a qué se dedicaba Antorcha. Habíamos escuchado muchas cosas sobre ella, que hacían marchas y que hacían gestiones en las diferentes instituciones de gobierno. Pero decidimos buscarlos porque estábamos desesperados. Algunos de los maestros se opusieron al principio, pero los padres de familia estábamos de acuerdo-, asegura el padre de familia Diego Ortiz.
-Yo tampoco estaba muy segura; de hecho al principio, cuando los padres comenzaron a comentar que pedirían el apoyo de Antorcha, nosotros les dijimos que no fueran porque era una organización conflictiva. Pues nosotros sabíamos lo que habían oído de otras gentes o lo que veíamos en los medios. A veces yo los veía en las marchas o en la Plaza Melchor Ocampo y pensaba: “¿qué no tendrán qué hacer estas gentes?”-, recuerda la ex directora Carmen Olvera.
– Cuando los padres ven que no se resuelve el problema y que la SEE no interviene, piden la ayuda de Antorcha. Algunos maestros, la verdad, no estábamos de acuerdo porque no queríamos nadie interviniera, pero los padres insistieron. Así fue que fuimos a pedir el apoyo.
En diciembre de 2014 los padres se acercaron a Marcos Pérez García, responsable de Antorcha en la zona poniente de la ciudad de Morelia, donde está localizada la escuela primaria Ortiz Murillo. La primera acción, según relata el propio líder social, fue hacer una reunión conjunta con padres de familia y maestros para que se explicara el problema y se pudiera encontrar una salida.
-Antes de que se acercaran a nosotros, padres y maestros habían estado luchando, por más dos años para que se materializara la escuela de Tiempo Completo, a lo que la CNTE y la SEE se oponían. Los hostigaban, por eso acudieron a pedir apoyo a nuestra organización. Diego fue el primero; él era el que encabezaba a los padres de familia-, relata el líder social.
En enero de 2015 la reunión se llevó a cabo; padres y maestros respaldaron el apoyo y con ello la intervención del Movimiento Antorchista.
La organización social retomó, junto con padres y maestros, las gestiones ante la SEE, lo que pareció no agradar a los maestros pertenecientes al Frente Democrático, quienes en venganza -aseguran los padres de familia, orquestaron los hechos violentos registrados el 3 de febrero de 2015.
La CNTE cumple sus amenazas
-Había muchos gritos y humo que picaba. Teníamos mucho miedo y llorábamos porque no sabíamos qué estaba pasando. Algunos niños también gritaban. Yo me acuerdo que se oía cómo aventaban piedras-, rememora la pequeña Susana Dubín.
La mañana del 3 de febrero de 2015, la escuela Juan Ortiz Murillo se convirtió en zona de terror. Días antes, cuando los maestros de la CNTE se enteraron del respaldo del Movimiento Antorchista, hicieron circular rumores de desalojo y amenazas para atemorizar a la población escolar.
-A mí me llegaron algunos rumores. Gente que trabaja en la SEE y que me conocía me habló por teléfono para alertarme; yo les decía a los padres que tuvieran cuidado. Pero ellos dijeron que mantendrían la toma de la escuela hasta que la secretaría los atendiera y se expulsara la CNTE de la Ortiz Murillo-, relata la ex directora del plantel.
En efecto, a pesar de las amenazas y los rumores, los padres y maestros no retrocedieron en su decisión. La amenaza no tardó en hacerse realidad. Ese 3 de febrero, pasadas las ocho de la mañana, dos autobuses arribaron a las inmediaciones de la institución.
De ellos bajaron cerca de 80 personas, en su mayoría hombres jóvenes, que llevaban consigo palos, piedras, cadenas y gas pimienta; éstos hombres comenzaron a golpear a los que se encontraban en las inmediaciones de la escuela: maestros, niños, padres y vecinos del lugar; no hicieron distinciones.
-Solo vimos cómo se dejaron caer: eran muchos, no sé cuántos, pero vimos que bajaron de dos autobuses. Venían con palos y evidentemente drogados, algunos apestaban a alcohol. Llegaron insultando, preguntaban por la directora Carmen; se veía que traían indicación de irse directo contra ella-, recuerda la señora Alma Lilia Pérez Cortés, madre de familia y testigo de los acontecimientos.
-Los padres, maestros y personas de Antorcha nos encontrábamos ahí, resguardado a los niños porque días antes ya había habido amenazas de que iban a llegar a desalojarnos.
Y sí, llegaron. Ese 3 de febrero sacaron a los maestros a jalones, muchos niños entraron en crisis nerviosa, tuvimos que sacarlos por la parte trasera de la escuela para resguardar a los niños en algunas de las casa de los vecinos que nos abrieron sus puertas-, recuerda Dana Díaz Ojeda, madre de familia testigo de la agresión.
-Los maestros nos decían: “métanse debajo de las mesas, agáchense”, porque se escuchaba cómo estaban lanzando piedras. Comenzamos a ver humo, la garganta nos comenzó a picar.
No sabíamos qué era. Casi todos los niños comenzamos a llorar: teníamos miedo-, cuenta Rebeca Guillén Pérez, ahora ex alumna de la Ortíz Murillo.
La agresión de parte de 80 personas en contra de maestros, padres y alumnos, quedó registrada en la prensa estatal y nacional: 80 hombres armados con piedras, palos y cadenas golpearon maestros, padres de familia y aterrorizaron a los alumnos. Su objetivo, expresado por su propia boca, era el de expulsar a los maestros que luchaban por la escuela de tiempo completo.
-¿Quiénes eran estas personas?
-Porros. No se le puede llamar de otra manera. Nosotros nunca los habíamos visto, pero era claro que los había mandado la CNTE porque venían buscando a la maestra Carmen Olvera, que días antes habían destituido como directora-, afirma Dana Díaz Ojeda.
De la agresión resultaron heridas al menos 22 personas, una de ellas incluso estuvo a un paso de perder la vida de la golpiza que le propinaron.
“Antorcha nos enseñó a ser solidarios”
Han pasado 42 meses y medio, 170 semanas, poco más de mil 231 días desde el fatico 3 de febrero. Ahora, las familias que entonces fueron amenazadas, vejadas y corridas de la primaria Juan Ortiz Murillo, cuentan con una nueva institución, el Centro Escolar “Aquiles Córdova Morán”.
El centro escolar incluye un jardín de niños, una primaria y una secundaria, y tiene la capacidad de albergar al menos a mil estudiantes. Esta institución es sólo la materialización de una lucha que cambió completamente la vida de cientos de padres de familia y maestros, e hizo madurar de manera aceleradamente a los ahora ex alumnos de la escuela Ortiz Murillo.
-Después del 3 de febrero comenzamos una lucha de la mano del Movimiento Antorchista y nos dimos cuenta de que nada de lo que habíamos pensado ni escuchado era cierto.
Después del desalojo de la escuela, realizamos cuatro marchas a la Ciudad de México para solicitar al gobierno federal que hiciera efectivo el programa de Tiempo Completo en el caso de la Ortiz Murillo.
En todas las manifestaciones, los antorchistas de México, Querétaro, Veracruz, Puebla, nos apoyaron, se unieron a nosotros sin pedir nada a cambio, con un apoyo verdaderamente solidario- recuerda conmovido Diego Ortiz.
La lucha no fue fácil: varias manifestaciones en Michoacán, cuatro marchas a la Ciudad de México, un plantón de siete meses frente a la Plaza Melchor Ocampo de Morelia. Durante este periodo, los niños tomaron clases en la vialidad, no importó la lluvia ni el calor, pues ellos también querían una escuela de tiempo completo y se manifestarían junto con sus padres hasta que lo lograron.
-Yo misma, que llegué a pensar mal de los antorchistas cuando los vi en plantones, cambié mi manera de pensar y me sumé al plantón que estuvo instalado siete meses. Durante ese tiempo exigimos a la SEE y al gobierno del Estado que intervinieran en el problema y que nos dieran una nueva escuela que fuera de tiempo completo; después de los hechos violentos del 3 de febrero, ya no podíamos regresar a la Ortiz Murillo.
-Estuvimos tomando clases en el centro. No nos gustaba, porque hacía mucho calor, además era peligroso porque pasaban los carros y tenían que cuidarnos nuestros padres. Después el gobierno alquiló una bodega para que tomáramos clases mientras construían nuestra escuela; ahí estuvimos medio año. Ahora ya tenemos salones-, dice sonriente Susana Dubín.
– Nos dimos cuenta de que la organización (Antorcha) se preocupa por la juventud, por su educación, por ver un futuro mejor para nuestros hijos. Esta lucha nos enseñó a defendernos, a defender el derecho de nuestros hijos; pero, sobre todo, nos enseñó a ser solidarios, no solo preocuparnos por lo que uno necesita, sino también por las necesidades de los demás-, afirma Alma Lilia Pérez Cortez, otra de las madres de familia que vivió en carne propia la lucha por una escuela de Tiempo Completo para sus hijos.
Después los casi tres años de lucha, el pasado 21 de agosto, niños, maestros y padres de familia recibieron el Centro Escolar Aquiles Córdova Morán que estará integrado, desde su apertura, al programa de escuelas de Tiempo completo, y en el cual podrán estudiar los cerca de 200 niños expulsados de la primaria Juan Ortiz Murillo.
– ¿Por qué deciden nombrar al centro Aquiles Córdova Morán?
El señor Diego no duda al contestar: “Yo vi algo en él que no se me va a olvidar nunca. Cuando fuimos a Tecomatlán a hablar con él, antorchistas de otros estados se nos acercaron. Todos conocían nuestro problema y nos mostraban su apoyo. Cuando el maestro Aquiles habló en el auditorio, él no traía ningún acordeón, no tenía apuntador, ¡y narró todo lo que nos había pasado como si él mismo lo hubiera vivido! Se lo sabía todo. Ahí me di cuenta que hay personas que solidarizan con las demás, y que su solidaridad es real. Esta escuela es la muestra. Ha sido muy satisfactorio haber conocido la organización y, ahora, pertenecer a ella.