*Debe ser estudiada desde la teoría socio-crítica al estar ligada a movimientos y conductas sociales
*El símbolo del arcoíris implica dinamismo respecto de la sexualidad y la interacción con los imaginarios colectivos
La literatura lésbico, gay, bisexual y transexual (LGBT) ofrece posibilidades de conocimiento, crítica y expansión de horizontes, así como una veta para establecer puentes humanos efectivos, aseveró la doctora María Elena Madrigal Rodríguez, profesora-investigadora del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México.
En la mesa Literatura bajo el arcoíris, la especialista expuso la relevancia de mirar ese movimiento literario como una expresión transgresora que ofrece nuevas perspectivas para entender el suceso narrativo, desde lo formal hasta lo contextual.
Resulta difícil “desprenderla de la referencialidad y debe ser estudiada desde la teoría socio-crítica, ya que está íntimamente ligada a movimientos” y conductas personales.
“El símbolo del arcoíris implica dinamismo respecto de la sexualidad y las maneras en que interactúan los imaginarios colectivos, insertos en culturas, épocas y geografías”, agregó en la actividad organizada por la Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Dicho campo es ya parte de la narrativa mexicana y de otras latitudes, y abarca la poesía, la novela y el ensayo, entre otros géneros.
Una de las pioneras fue la poeta y crítica estadounidense Adrienne Rich con su libro Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, en el que analiza las relaciones sexoafectivas entre mujeres.
Otra obra fundamental es Amora, de Rosamaría Roffiel, considerada la primera novela lésbica en México cuyo valor estriba en dar a conocer a un personaje diferente, solidario, sujeto a todos los avatares de las relaciones amorosas, pero consciente de su lugar en la sociedad.
La ex académica del Departamento de Humanidades de la Unidad Azcapotzalco de la UAM señaló que Violeta Barrientos, Ivonne Cervantes, María Elena Olivera, Mayra Luna, Artemisa Téllez, entre muchas otras autoras, se han aproximado a estos territorios, donde encontraron grandes posibilidades expresivas y narrativas.
“La variedad de registros escriturarios también permite abrir este espectro variopinto de abordajes críticos para dar pie a una inagotable fuente de temas, reflexión e investigación”.
Madrigal Rodríguez sostuvo que todo esto “resultó de la necesidad de transgredir el lenguaje para dar cuenta de quiénes somos, en un desafío que permite aproximarse a la construcción de identidades”.
El escritor y poeta César Cañedo compartió su gusto por una literatura que lo ha marcado, le ha susurrado algo importante y, sobre todo, por la que asume un reto desde la masculinidad disidente.
Lo anterior parte de decisiones políticas que contravienen “los marcos convencionales estereotipados para lo gay que nos muestran otras realidades situadas en el contexto mexicano”.
Salvador Novo, Carlos Pellicer, Javier Villaurrutia, Elías Nandino, Abigael Bohórquez, José Joaquín Blanco, Arturo Ramírez Juárez, Juan Carlos Bautista y José Rafael Calva, entre otros, construyeron con su obra tradiciones de influencia y encontraron en esos temas un prolífico campo.
Los espacios cerrados, el closet, la noche y lo prohibido son algunos de los elementos presentes en los trabajos de esos escritores, asociados a un contexto caracterizado por el ocultamiento y la censura, apuntó.
El fundador y codirector del Seminario de Literatura Lésbica Gay de la UNAM estableció que la lucha política y la disidencia también son aspectos presentes en la vida y obra de esos literatos, quienes con su poesía y letras dieron un importante testimonio de su tiempo.