Por: Nydia Egremy
Desde Xianmen las economías emergentes más influyentes del siglo XXI reiteraron que buscan crear un orden global paralelo. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (a los que Jim O’Neill de Goldman & Sachs bautizara en 2001 con las siglas BRICS), se proponen reducir su dependencia y alentar la cooperación multisectorial.
Ello minaría la hegemonía de Occidente, fracturado por sus contradicciones y el aislamiento de Estados Unidos (EE. UU.). Es paradójico que el México neoliberal –que creyó pertenecer al “mundo desarrollado” y repudió a ese bloque– reciba oferta de ayuda de ese pujante bloque hoy que la superpotencia lo abandona y su economía decae.
Desde el suroriental puerto chino de Xianmen, la IX Cumbre de los países BRICS afirmó que sus integrantes quieren hacer más influyente su bloque en el ámbito mundial.
En un inédito posicionamiento político estratégico, el presidente de China, Xi Jinping, describió lo que hoy significan esas economías emergentes: “Representamos el 80 por ciento del crecimiento económico y somos dignos de ser considerados el gran motor de la economía global”. El mensaje confirma que el objetivo estratégico de Beijing y Moscú es alcanzar mayor poder e influencia política en el contexto internacional.
Ya en octubre de 2016, la investigadora del Centro para Asuntos Internacionales de Barcelona (CIDOB), Susanne Gratius, vaticinaba que pese a que las estadísticas mostraban menos crecimiento, ambos colosos tenían el potencial para proyectar mayor influencia. Hasta ahora, el gran logro del bloque han sido el Nuevo Banco de Desarrollo (Banco BRICS) y el Fondo Contingente de Reservas.
En la pasada cumbre, en otro inusual posicionamiento, Xi Jinping llamó a las naciones del Grupo de los 77 a impulsar la Ronda de Doha en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y criticó a los países que “se vuelcan al interior y no parecen deseosos de participar en la cooperación internacional”, una velada referencia al presidente estadounidense, Donald Trump.
Cooperación sur-sur
En esa Cumbre se pactó explotar al máximo su potencial y revitalizar la cooperación financiera e industrial del grupo; si bien China se erigió en motor en la cooperación sur-sur. En Xianmen, Beijing anunció que contribuirá con cuatro millones de dólares para la construcción del Banco BRICS, que comenzó a operar el dos de septiembre en Shanghai, la capital financiera del país. Adicionalmente, ese bloque destinará 76 millones de dólares para incrementar la cooperación tecnológica con las otras naciones del BRICS.
Correspondió al presidente Jinping describir el destino del Fondo de Asistencia (dotado de 500 millones de dólares) para ayudar a los ‘países amigos’. Así, los BRICS Plus extienden su cooperación en sinergia con otras naciones en desarrollo. Esos recursos se dirigirán en particular a Estados con problemas relacionados con el cambio climático, hambrunas o crisis de refugiados. Entre los beneficiarios iniciales figuran México, Tailandia, Tadjikistán, Guinea y Egipto.
En su plan de acercamiento a América Latina, China invitó a los mandatarios de México y Brasil a la cumbre de Xianmen. Ambos latinoamericanos llegaban en medio de sendas crisis políticas y económicas.
El mexicano llegaba tras un muy difícil inicio de sus negociadores en la segunda ronda de reforma al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y con el peso político-social que representa la decisión del presidente de EE. UU. de concluir el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA).
El presidente chino dijo que el objetivo es construir “una cadena de suministro” que vincule a China y México en provecho de sus respectivas ventajas. En reacción, el mandatario mexicano pidió profundizar la cooperación internacional para el desarrollo, aunque insistió en defender el libre comercio.
Tras el devastador efecto del sismo del siete de septiembre, el potencial retorno masivo de más de 700 mil jóvenes beneficiarios del programa DACA –a partir de marzo próximo– y con una economía devastada, México debería planificar una alianza efectiva con las economías emergentes a las que desdeñó en el pasado. Si la cúpula política mexicana aceptara el ofrecimiento de los BRICS y se comprometiera a hacer un manejo transparente de esos apoyos, estaría ante una oportunidad irrepetible de dejar atrás su ominosa dependencia de EE. UU.
El otro representante latinoamericano en la cumbre era el brasileño Michel Temer, que enfrenta un posible juicio político por corrupción y conflicto de intereses. Acompañado de una amplia comitiva de funcionarios, parlamentarios y 40 empresarios, Temer declaró que los BRICS son un “espacio de diálogo”. La economía brasileña, que durante la década del 2000 se perfiló como el gigante regional, cayó en recesión en 2016 y este año no ha mejorado sus cifras.
Ejemplo del alcance de la cooperación para el desarrollo a que se ha comprometido, China ha ofrecido compartir sus experiencias con respecto al crecimiento económico, en 40 mil “oportunidades de capacitación” para estudiantes de naciones emergentes y en desarrollo en 2018. Esa generosa oferta no deben soslayarla los jóvenes mexicanos.
Retos internos
Fortalecer la cooperación sur-sur del grupo pasa por la superación de los retos políticos y fuertes diferencias internas. Si bien China y Rusia tienen distintos intereses a los de Brasil, India y Sudáfrica, los cinco integrantes comparten objetivos comunes como estimular el desarrollo común, enfrentar la amenaza terrorista y mantener la gobernabilidad.
Todos aún dependen del intercambio con EE. UU. y la Unión Europea (UE); de ahí la apuesta china a su plan de Ruta de la Seda para influir en la toma de decisiones de Bruselas, conectarse con mercados de África y expandir su presencia en el Sureste Asiático. Naturalmente, Washington no está feliz y de ahí la creciente tensión en la península coreana.
En conjunto, entre los principales retos del bloque figura su gran dependencia energética y la urgencia de fomentar el mercado común. Se ha destacado que los BRICS deben explorar el potencial de nuevas áreas y modelos que fortalezcan su cooperación para garantizar un progreso sostenido. Como ejemplo, de la inversión total de los cinco países en 2016, solo el 5.7 por ciento fue entre sus mercados respectivos. Brasil, Sudáfrica e India necesitan mejorar su infraestructura, sector donde China tiene gran experiencia.
La situación de Sudáfrica es difícil. El presidente Jacob Zuma admitió en 2015 que su país enfrentaba “serias dificultades” para alcanzar las metas de crecimiento económico y empleo, frente a la desaceleración mundial. Sin embargo, ese Estado es muy dependiente de la energía exterior y ha aumentado sus exportaciones de oro como recurso de protección ante la incertidumbre en los mercados.
Analistas como Thomas Gualtieri critican la inestabilidad de las relaciones laborales en ese país, que se traducen en huelgas, en particular la del sector petrolero en agosto de 2016. A ello se suman las protestas de mineros y poblaciones donde operan las firmas extractivas.
En términos políticos, la compleja relación intra-BRICS comprende fuertes roces como el de China e India. Dos vecinos asiáticos que suman un tercio de la población mundial y con dos de las economías más grandes del planeta. Proyecciones de calificadoras occidentales apuntan que en 2040 China e India representarán el 40 por ciento del mercado global y su producto interno bruto (PIB) en conjunto alcanzará el 52 por ciento mundial.
Sin embargo, tienen una añeja disputa territorial que los ha llevado a la guerra en 1962, 1967 y 1987. En años recientes, Nueva Delhi se ha inclinado hacia Washington, de ahí que Beijing haya tendido puentes para fortalecer su relación e integrarla a su proyecto de la Ruta de la Seda. Señal de ese acercamiento ha sido el ingreso de India a la Organización para la Cooperación de Shanghai.
Al darse un apretón de manos, el presidente chino Xi Jinping y el primer ministro indio Narendra Modi, simbolizaban un acercamiento que caminaría hacia cierta reconciliación luego de dos meses de conflicto fronterizo entre ambos países. El 18 de junio, la región Doklam del Himalaya, que Bután reclama al gobierno chino, sufrió la incursión de unos 300 soldados indios. Ahí Beijing construye una carretera y Bután, en rechazo, pidió ayuda a India, su tradicional aliado, que envió tropas y más tarde las retiró. El conflicto pareció disiparse y por ello el propio Modi confirmó su asistencia a Xianmen.
Rusia también juega magistralmente dentro de los BRICS. En Xianmen, el presidente ruso Vladimir Putin, y el primer ministro indio Narendra Modi pactaron la futura cooperación en petróleo y gas. Ese acuerdo será determinante para definir a mediano plazo la soberanía energética del bloque.
Además de sus reuniones anuales de cada junio, ambos jefes de Estado acordaron profundizar su comercio, inversiones y turismo. En su tradicional política, Moscú ofreció financiar y dotar de tecnología el proyecto para ampliar la central nuclear de Kudankulam, al sur de India.
La próxima cita de los BRICS será a fines del verano de 2018 en Sudáfrica. Para entonces habrán transcurrido las elecciones presidenciales en México y Brasil. ¿Qué partido político recibirá los beneficios de la ayuda de ese grupo: el autodenominado Frente Amplio integrado por la ultraderecha y la supuesta izquierda?