Por: Miguel Ángel Casique Olivos
Ya desde hace mucho tiempo, quizá desde el momento mismo en que el Estado nació como forma de gobierno para “regular” y “regir” la vida de una sociedad; quizá desde ese instante se sabe que quien o quienes tienen información y la saben utilizar podrán ejercer poder. Y también se sabe que ese poder se ha ejercido y se sigue ejerciendo por medio de la persuasión hacia un receptor que es el que sin duda representa exigencia y algunas aspiraciones de la ciudadanía, grupo o sector, amplio o menor, de la sociedad en diversos aspectos.
Ese receptor es lo que algunos comunicólogos le llaman opinión pública y otros más, los menos, le llaman fenómeno psicosocial; pero sea la forma que sea o como le llamen, esa opinión publica se forma como respuesta a un suceso, hecho o circunstancia de repercusiones masivas y sin duda necesita, forzosamente, que intervengan los medios de comunicación y son estos que, con información privilegiada, tienen poder, muchas veces draconiano, de influir y arrastrar hacia un tema que previamente se hayan propuesto.
Sin embargo, en nuestros días, debido al uso masivo de la tecnología y del impacto de las redes sociales entre la sociedad (por ejemplo Facebook que tiene alrededor de mil 60 millones de usuarios en el mundo y en México unos 70 millones de usuarios, es decir uno de cada dos mexicanos), ha dado a la opinión pública margen y sensación de supuesta libertad que aparentemente trajo o trae, dicen ahora, “emancipación” e “independencia” de relación con los grandes medios, al menos esa ilusión se deja ver a grado tal que ahora las grandes televisoras han tenido que “tomar en cuenta” al ciudadano pues éste tiene la posibilidad y “libertad” de comunicar. Somos libres pero enriquecemos a una gran empresa como Facebook; somos independientes pero le damos información privada de cada usuario a la empresa para que nos influya y decida qué compremos o qué productos o servicios adquiramos. Además, entre todos alimentamos una gran base de datos (información) que es vendida a quién tendrá el poder de usar a su gusto y en el momento que mejor le convenga.
En los días que corren, un tanto ya pasado el susto y de haber sacado el aparente saldo en pérdidas humanas y materiales a causa del sismo del pasado 19 de septiembre, podemos ver cómo el gran duopolio televisivo hizo gala de esa información a la que fue privilegiado y fuimos testigos de cómo logró, por enésima ocasión, mantener la atención (manipulación y control) de la sociedad. Veamos dos ejemplos.
Primero. A los pocos segundos del sismo, Televisa y Tv Azteca ya estaban transmitiendo en vivo y con una red de corresponsables envidiable para cualquier medio informativo. La ciudadanía, presa de pánico, comenzaba a seguir las noticias por los dos canales más conocidos de México, en la primera pronto vimos a Denisse Maerker y se fueron sumando López Dóriga y Carlos Loret; pasado el tiempo los mismos conductores hacían un llamado a no dejarse llevar por todo lo que circulaba en redes sociales, fue el mismo López Dóriga quien dijo que alguna información que ya circulaba era falsa; algo así como diciendo: a quien tienes que creer es a nosotros, ya te estamos dando información desde el lugar de los hechos y estarás informado al momento. Hasta yo mismo, querido lector, creí que era positivo el llamado a no hacer tanto caso a información de redes y de esa manera no entrar en pánico exagerado o sobredimensionar el hecho. Ya pasados 15 minutos, media hora o un poco más, todo mundo sabía que la información sí era real, que las redes sociales (sobre todo la de los ciudadanos) habían sido capaces de difundir, casi en segundos, cómo algunos edificios se habían derrumbado y que inmediatamente se necesitaría ayuda y auxilio para los sobrevivientes. El desastre, daño humano y material ya estaban ahí.
Pero entonces, ¿por qué en televisión se hizo el llamado a no creer todo lo de redes sociales?, ¿por qué de inmediato comenzó a realizarse una cobertura segundo a segundo de una de las zonas más afectadas, lugar en donde todo mundo estuvo a la expectativa de la supuesta niña Frida Sofía?. De lo que ahora sabemos esto último fue un invento, que con frases como “Logran hablar con Frida…”, “Entre escombros, Frida pide agua…”, “Ejército Mexicano y ciudadanos intentan rescatar a una niña de ocho años…”, y resultó ser un truco mediático perfectamente ya conocido y planeado en otros tiempos: se centró la atención de la sociedad civil en un solo punto y servió de control manipulatorio y distractor. Al final Frida Sofía nunca existió y, como Monchito en el sismo de 1985, sólo fue un montaje mediático para explotar más la nota y un disfraz para ocultar la lentitud con que nuestros gobiernos siguen actuando ante fenómenos como éste.
Segundo. Transcurridos los días, y luego de que el pueblo trabajador: el obrero, el estudiante, el ama de casa, el profesionista y el colono, todos parte de ese pueblo que siempre ha sido creador de la riqueza del país y de las naciones, se volcó a ayudar a sus hermanos de clase, aquellos que podían ser rescatados aún con vida; también vimos rápidamente cómo se organizó, casi al instante mismo y se crearon centros de acopio y por todos lados la solidaridad se veía. Sin embargo, esa solidaridad y hermandad del pueblo también fueron rápidamente capitalizadas por los medios informativos, principalmente los televisivos, para “resaltar y destacar” el hecho, pero, ¿de qué se admiraban, qué es lo que les sorprendía si el pueblo siempre ha sido solidario y siempre ha visto por sus hermanos sin egoísmo?.
La respuesta era, una vez más, usar la información y tener el poder para controlar, distraer y manipular y esto es así porque la televisión no fue más allá, mencionó el aspecto pero jamás dijo que esa tarea de organizar la ayuda, con efectividad y con eficiencia, era de las autoridades de gobierno en sus tres niveles; nunca vimos llamados directos a los hombres más ricos del mundo o de México para que, al menos en esos momentos de crisis y de abandono, algo de “su riqueza” se encontrara con los desamparados y los ayudara; tampoco fuimos testigos de una crítica severa por parte de Televisa a acciones como la del gobernador perredista de Morelos, Graco Ramírez, cuando pretendía que toda la ayuda que llegaba al estado, en apoyo a los damnificados, fuera detenida por él y que fuera repartida por su gobierno; ahí no dijo nada o dijo muy poco.
Estos hechos, ambos como efecto del sismo que lamentablemente dejó pérdidas humanas: cerca de 400 muertos, dato que seguramente en la realidad es superior y pérdidas y daños materiales sobre todo en viviendas de la Ciudad de México, Puebla, Morelos y Oaxaca; estos hechos, querido lector, deben llevarnos a reflexiones y a conclusiones: 1) que en el país y en el mundo quien controla la economía es quien controla la cuestión ideológica y que en ese control son necesarios e indispensables los medios de comunicación para manipular y controlar a la sociedad; 2) que en nuestro México el pueblo ya no confía en sus gobernantes y no es así porque lamentablemente la formar de hacer política y de gobernar, tanto a nivel federal, estatal y municipal, es sólo para unos cuantos, jamás para quienes verdaderamente lo necesitan, aquellos que sin duda los llevaron al poder. El gobierno que tienen el país no es popular y sí un gobierno represor, corrupto y que se ha olvidado de las necesidades sociales; no fue casual que ahora, ante la emergencia del sismo, la sociedad civil y la opinión pública no se pudiera poner de acuerdo con el gobierno y en conjunto atender de mejor manera a los afectados; esa distancia entre gobierno y sociedad, ocasionada por la desconfianza del ciudadano, tarde o temprano tendrá sus consecuencias en estas próximas elecciones; y 3) no hay ninguna duda que ante los fenómenos de la naturaleza como los sismos y huracanes, y para poder prevenir los daños que generen a las ciudades y a la humanidad, sigue siendo necesario que el pueblo se organice, se eduque y tome el poder en sus manos y así comience a tener un gobierno que lo represente y se preocupé por él no sólo en momentos críticos, no cuando ya es demasiado tarde y existan pérdidas humanas que lamentar.
En México sigue siendo necesario un gobierno que se preocupe por un desarrollo urbano bien planeado: que construya viviendas bien hechas y seguras, que haga edificios públicos, escolares, de gobierno y hospitales bien construidos para evitar pérdidas humanas en caso de fenómenos naturales. Pero para que los mexicanos cumplan el sueño de tener un gobierno de nuevo tipo es crucial su organización y su educación y luego escoger de manera inteligente a sus gobernantes, que se preocuparán no sólo en sismos, épocas electorales o de relativa paz, gobiernos surgidos de la entrañas del pueblo que se dedicarán a construir un México de prosperidad que le asegure a todos una vida mejor y de tranquilidad. Ya está dicho, sólo el pueblo unido y politizado podrá salvar al país.