Por: Nydia Egremy
Hombre de pensamiento y acción, Ernesto Guevara Lynch, El Che, evoca la esencia más depurada del revolucionario socialista global. El médico, guerrillero indómito y pensador que esbozó la frase “al imperialismo ni un tantito así”, fue el blanco del imperialismo.
Tras el asesinato del congruente combatiente se ha intentado desvirtuar su propuesta filosófico-política para transformarla en un frívolo mito o un ícono mercantil. Al conmemorar su obra a 50 años de su ejecución, pasamos revista a la trayectoria del personaje y la implacable persecución estadounidense en su contra.
Es todo un desafío evocar con justicia al entrañable personaje. Del inmenso universo de fuentes y citas que lo pretenden, elegimos ésta: El Che de 1967 es la versión última del héroe. Lo sabe. Lo sabe Fidel, que ha leído dos años atrás la carta de despedida donde Guevara dejó una ‘estrofa’ fulminante: “un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos”. Así lo describe el periodista de Cubadebate, Aynel Martínez Hernández.
Este aniversario luctuoso coincide con el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba y con la obstinada política de mano dura del presidente de la superpotencia, Donald John Trump, contra la isla.
El magnate no ha sido el único en pretender minar a la Revolución Cubana: por más de 58 años lo han intentado las agencias de inteligencia estadounidenses con sabotajes y mentiras. También al diseminar la falaz versión de un distanciamiento entre el líder de la Revolución, Fidel Castro Ruz, y el inquieto médico argentino.
De acuerdo con el coronel cubano Juan Alberto Castellanos, ese vínculo se cimentó en el respeto; Fidel nunca le dio órdenes al Che sino que siempre le pidió su opinión. En su último viaje a Cuba, Guevara llegó como Ramón Benítez. Su objetivo fue seleccionar a los combatientes que lo acompañarían en su expedición a Bolivia y con quienes realizaría los entrenamientos necesarios.
El legado político-ideológico de Guevara está vigente en México, donde vivió de 1954 a 1956, cuando partió rumbo a Cuba para contribuir a la consumación de la más importante revolución latinoamericana.
Mientras se alistaba para la aventura, El Che solicitó: “Fidel, una cosa te voy a decir: yo lo único que quiero es que cuando triunfe la Revolución en Cuba, por razones de Estado, ustedes no me prohíban ir a Argentina a hacer la revolución”. Y el líder cubano aceptó.
Esa lucha, que lo llevaría de la Sierra Maestra a Santa Clara, la consignaría El Che en su libro Vida Diaria de una Guerrilla, que inicia con la frase de José Martí: “La mejor palabra es la acción”. Incluso hoy no son pocos quienes apelan a sus valores personales: honestidad política, igualdad, radicalismo y afán por sacrificarse por una causa, incluso su posición relevante en Cuba.
Para los actuales militantes de movimientos anticapitalistas, el argentino-cubano fue, además de radical opositor del capitalismo, firme crítico de los partidos burocráticos de izquierda. De ahí que estudiar sus ideas y prácticas aún sea relevante hoy, cita el sociólogo Samuel Farber en la Revista Socialista Internacional.
Entre el tributo y la crítica
El más metódico rescate del legado de este revolucionario lo desarrolla el Centro de Estudios Che Guevara. Ese centro nació en 1983, tras una conversación entre Fidel Castro y Aleida March, la también combatiente y esposa del célebre guerrillero; para formar nuevas generaciones que investiguen y divulguen la vida, obra y pensamiento del Che así como para desvirtuar la imagen mercantilizada del revolucionario.
Ese espacio promueve publicaciones, materiales educativos en distintos soportes, organiza talleres, exposiciones, conferencias, seminarios y trabajo comunitario. Se ubica en la antigua casa donde vivió El Che desde 1962 hasta su partida hacia el Congo. En su acervo está el Archivo Personal del argentino-cubano (fondos documentales, bibliográficos y fotográficos), investigaciones realizadas sobre su ideario y acción revolucionarios y materiales inéditos del propio personaje.
Estudiosos de otras latitudes han buscado su propia versión del multifacético héroe. Al conmemorarse 30 años de la ejecución del Che, en octubre de 1997, Saul Landau escribía en The Washington Post que para el pensador francés Jean Paul Sartre el guerrillero fue “no solo un intelectual sino también el ser humano más completo de nuestro tiempo”.
Algo es cierto, escribía Landau: el interés en ese hombre nunca ha decaído. Si Cuba hubiera fundado una iglesia revolucionaria, seguramente él hubiera sido su primer santo. Y así como una comunidad rural mexicana se rebautizó como Che Guevara, a esa idolatría política se ha unido la mercantilización de la imagen del guerrillero en playeras, relojes y hasta etiquetas de cerveza.
Y consignaba que Gabriel García Márquez declaró: “me tomaría mil años y un millón de páginas escribir la biografía del Che”. Fue entonces cuando dos biógrafos aceptaron el reto del colombiano: el historiador mexicano Paco Ignacio Taibo II y el renegado de la izquierda, Jorge G. Castañeda. Taibo II describió al sujeto de su estudio como “nuestro santo secular; bromista, tenaz, moralmente tenaz, inolvidable”.
Para el pseudo analista Castañeda, El Che “vino a personificar las aspiraciones y creencias de los sesentayocheros en Berkeley, Praga, México y París”. Pese a su persistente crítica, Castañeda concluye que el personaje posee una voluntad indómita para realizar “hazañas extraordinarias” aunque también, “errores fatales”.
Entre las curiosidades bibliográficas, figura la tesis Guerreros errantes: Dos íconos de la Revolución del siglo XX, que sustentó Ashleigh Wetmore en el Carson-Newman College de Jefferson City, Tennessee en 2009. El trabajo compara las motivaciones, estrategias y resultados obtenidos en sus respectivas misiones del arqueólogo y oficial británico en Medio Oriente, Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia), y Ernesto Che Guevara.
Estados Unidos tras su muerte
Ese luchador social, que desarrolló el pensamiento del “hombre nuevo” –cuya ética revolucionaria se gesta tanto en la lucha por el poder como en la sociedad socialista, tras abandonar la formación egoísta que impera en el capitalismo– practicó congruentemente lo que predicó. Esa congruencia y decisión de combatir la desigualdad del sistema imperante habría puesto al Che en la mira de Estados Unidos (EE. UU.) para desaparecerlo de la escena política.
Así lo sostienen los autores del libro ¿Quién mató al Che?, Michael Ratner y Michael Steven Smith, publicado en 2014. Ambos abogados, eminentes especialistas en derechos humanos, indagaron el asesinato del revolucionario y concluyeron que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) no solo estuvo informada y aprobó la ejecución del Che, sino que fue el instrumento que la hizo posible. Ambos fundamentaban su hipótesis en documentos del gobierno estadounidense.
Veinte años antes, en 1997, el Proyecto de Documentación sobre Cuba, del Archivo Nacional de Seguridad estadounidense, había publicado una selección de varios materiales desclasificados de la CIA, el Departamento de Estado y del Pentágono, relativos al asesinato de ese personaje. En este aniversario luctuoso de Ernesto Guevara de la Serna, buzos presenta algunos de esos documentos que ilustran los intereses de altos funcionarios en EE.UU., para rastrear las actividades del revolucionario y para promover los actos que condujeron a su deceso.
CIA. Caída del Che Guevara y el Cambio de Rostro de la Revolución Cubana. Octubre 18.1965
La agencia concluye que con Guevara fuera de Cuba, Fidel asume una posición más cautelosa en cuanto a exportar la Revolución. Sostiene que la estrategia de rápida industrialización que impulsó el Che “llevó a la economía a su más bajo punto desde que Fidel llegó al poder”.
Memorándum Informativo del Ejército de EE. UU. concerniente a la Activación, Organización y Capacitación del 2º Batallón del Ejército boliviano. Abril 28, 1967.
Memorándum a la Casa Blanca. Mayo 11, 1967
El asesor Walt Rostow informa al presidente Lyndon B. Johnson el esfuerzo por rastrear los movimientos del Che. También reporta que Guevara puede ser “operacional” y no estar muerto, como aparentemente creía la CIA, tras desaparecer de Cuba.
Memorándum a la Casa Blanca. Octubre 9, 1967
Rostow reporta a Johnson que una información sin confirmar sugiere que el batallón boliviano –‘el que hemos entrenado’– capturó a Guevara”
Memorándum a la Casa Blanca. Octubre 10, 1967
En breve actualización para Rostow, William Browdler informa que aún es incierto si el Che estaba “entre los heridos del combate del 8 de octubre”.