SEXTANTE
Hablar de Charles Spencer Chaplin tal vez suene a algo trillado, ya que en todo el mundo se han escrito y reeditado sobre él decenas de miles de artículos, ensayos, biografías, etc.; sus filmes se continúan proyectando cotidianamente en filmotecas, cine-clubes, televisión, YouTube, etc. y, por lo tanto, hablar de sus geniales aportaciones al cine mundial puede sonar repetitivo. Sin embargo, el conocimiento de las viejas cintas de este maestro del cine silente puede resultar todo un descubrimiento artístico y estético para las nuevas generaciones. Es más, puede resultar profundamente conmovedor que los jóvenes de hoy accedan a las profundas emociones, a las ideas de alto contenido social y al gran aliento humanista que Chaplin vertió en sus filmes. Para quienes en nuestra juventud conocimos cintas como Tiempos modernos, El Chico, El Gran dictador, La Quimera del Oro, por señalar algunas, disfrutarlas de nueva cuenta es redescubrir a un genio que supo transmitir contenidos artísticos y filosóficos sin que existiesen entonces los filmes “hablados”. Chaplin utilizó la mímica como nadie lo hizo; su genialidad se manifestó no solo como director, sino también como actor principal, guionista, diseñador, compositor de la música y la letra de las canciones de sus películas y aún como el autor de los difíciles montajes de éstas.
Chaplin es, definitivamente, uno de los grandes genios del cine, pero también un perseguido político, pues ya en la era del macartismo en Estados Unidos (EE. UU.) –en la década de los 50 del siglo pasado, cuando se manifestaba crudamente la llamada Guerra Fría– tuvo que huir de ese país porque los agentes anticomunistas más represivos de la mal llamada “democracia estadounidense” se dedicaron a perseguir a líderes sociales y sindicales o a cualquiera que hubiese manifestado ideas de “izquierda” o favorables al pueblo trabajador de esa nación o de otros países del mundo. Chaplin tuvo que residir muchos años, hasta su muerte, en Suiza. Hoy su legado cinematográfico es un gigantesco tesoro para la humanidad.
En Luces de la ciudad (1931), Charlot, el protagonista de sus filmes, es un desheredado, un desempleado, que vaga por las calles de la gran ciudad (Nueva York); doblar una esquina, conoce a un linda muchacha que vende violetas; ella le insiste en que le compre una flor para que se la ponga en el ojal de su saco. Pronto Charlot se da cuenta de que la muchacha es ciega. Empieza a frecuentarla y traba amistad con ella. En la imaginación de la violetera, Charlot es un millonario. Él la visita y le lleva víveres a su humilde casa, donde ella vive con su abuela; para ayudarla, Charlot encuentra un empleo como barrendero de las calles de la ciudad. Un día, Charlot salva a un excéntrico millonario que intenta suicidarse lanzándose a un río con una cuerda amarrada a una piedra pesada; ese burgués, en el que el alcohol está haciendo sus efectos, agradece a Charlot y lo lleva a su casa; después lo invita a divertirse en un centro nocturno y lo viste con smoking; en esa aventura Charlot pierde la noción de con quién está. Cuando al burgués se le pasa la embriaguez, ve a su “amigo” en su cama y se enoja, pues le resulta incomprensible verse acompañado por un “vago” desconocido. En otra ocasión, Charlot se topa con su “amigo” burgués, éste lo vuelve a llevar a su casa, en cuya sala encuentran a dos ladrones que intentan realizar un atraco; en la confusión del incidente, Charlot se lleva mil dólares que posteriormente utiliza para salvar a su amada de un desahucio de vivienda y también para que ésta sea operada de la vista. Charlot pasa un tiempo en la cárcel. Cuando sale, deambula más pobre que nunca por las calles; cuando pasa por el negocio de su violetera, quien ha recobrado la vista e instalado un negocio de flores, la reconoce; pero ella no descubre que se trata de Charlot y cree que se trata de un simple vagabundo. Cuando le ofrece una flor y Charlot la toma, le reconoce la mano. Luces de la ciudad es una comedia-melodrama en la que Chaplin retrata a las clases sociales y muestra de forma profunda los valores de los parias, quienes son capaces de darlo todo por la gente que aman. Una cinta muy recomendable a sus 87 años de filmada.