Chris Cogbum e Iván Naranjo fusionaron sus talentos: imaginación, creatividad e improvisación, además de la tecnología para magnificar fenómenos acústicos del sonido y hacer audibles otros, generando una música por la cual se expresó un recinto ancestral, El Museo Ex Teresa Arte Actual.
En el marco del Ciclo de Conciertos Arquitectónicos XT, su presentación, realizada en una hermosa velada del miércoles pasado, resultó una muy grata e inesperada sorpresa que abrió los sentidos a un sinnúmero de experimentos auditivos, donde el lugar creó armonías.
A través de la interacción entre las percusiones, los sonidos electrónicos y el espacio, con el trabajo de Naranjo, en un extremo del recinto como estrella DJ de una discoteca manipulado su computadora y artefactos eléctricos, y Cogbum, tocado por momentos baterías estratégicamente distribuidas o recorriendo el lugar haciendo sonar pequeñas campanas, las sonoridades se propagaron infinitamente.
El público, mayoritariamente joven, se extasió de características aurales de la música surgida de baterías y tarolas que armonizaron con el caos.
Dentro de ese mundo, por momentos, se asemejaron ruidos, imponentes y estruendosos golpeteos, zumbidos, runruneos, vibraciones y campanadas modificadas ante su contacto con cada muro, columna, vitral y rincón del templo.
La impenetrable serenidad transmitida por el majestuoso lugar desde el mismo instante del ingreso, iluminado por los tenues rayos de luz, ofreció un marco para el ritual, donde la gente se dejó llevar por los sonidos.
En una danza de sensaciones acústicas, por momentos incompresibles, el respetable recorrió el espacio de rincón en rincón sin ningún orden, unos por un lado, otro por sentido opuesto.
Los artistas no eran las estrellas del espectáculo, los sonidos hipnotizaban por sí solos. El lugar era el centro del universo entre sonoridades.
Algunos más, sentados sobe la duela, en forma circular ante los instrumentos, artefactos electrónicos o ante el artista en el momento de su ejecución, buscaba identificar sonidos para seguir el ritmo.
La gente cerraba los ojos, movía la cabeza en diversas direcciones, inclinando los costados dirigiendo los oídos como radar. Súbitamente se ponía de pie para inspecciona rincones. Se situaba al centro pegando las orejas a las bocinas distribuidas en puntos estratégicos o simplemente meditaba.