Miguel Ángel Casique Olivos
El proceso electoral llegó a su punto final este domingo 1 de julio y no hubo ninguna sorpresa, pues el “resultado” ya sólo era cuestión de que se anunciara con una encuesta o encuestas de salida y así como se generó la percepción (manipulación mediática, de encuestas y en redes sociales), de que López Obrador estaba arriba y fue capaz de hacer que los mexicanos “creyeran” que él era le mejor opción para ser presidente; así, después de las 6 de la tarde, hora en que las casillas comenzaron a cerrarse, sólo se esperaba que una encuesta que fue “Mitofski para Televisa”, hiciera lo propio.
Así, con ese ejercicio, comenzó a circular rápidamente dando ventaja a la “Coalición Juntos Haremos Historia”; -la idea era generar la última percepción de lo que vendría en los próximos minutos-, así vimos porcentajes altos en los candidatos morenistas a gobernador en Tabasco, Ciudad de México, Chiapas, Morelos, Veracruz; dejando un amplio espacio de tiempo para anunciar los resultados de Yucatán, Puebla y Jalisco; mientras el PAN se colocaba arriba en Guanajuato. Más tarde se sabría que Yucatán sería para el PRI, pero que aún no la tiene segura, Puebla para el PAN y Jalisco para un independiente; estos datos aún por comprobarse al computalizar el 100 por ciento de las casillas.
Así, Obrador se colocó como el ganador de esta contienda y queda claro que el prometer no empobrece y puede hacer ganar elecciones, sólo es cuestión de lograr una percepción que te haga estar arriba (apoyado en redes sociales y encuestas) y con eso manipular y engañar psicológicamente a la población con la idea de prometer cambios tomando como bandera un problema social, la corrupción, que no es el principal del país.
La siguiente cuestión es que ya teniendo una percepción y una bandera (la corrupción y denuncia de la “mafia del poder”) para convencer (engañar y manipular) a los ciudadanos; ayudó bastante la mala imagen del gobierno en turno (Gobierno priísta) y, entonces, el voto de castigo también fue clave para fortalecer la percepción y el “convencimiento” de una parte de los mexicanos para que votara por el candidato morenista.
Tras la votación de este domingo, donde el 63% del padrón participó y donde la tendencia era clara, de acuerdo con Lorenzo Córdova, presidente del INE, a favor de López Obrador que obtuvo 53% de las preferencias contra un 22% de Anaya y un 16% de Meade. A pesar de un previo proceso intenso y polarizado, según se comenta, la respuesta de José Antonio Meade, Ricardo Anaya, Jaime Rodríguez, Margarita Zavala e incluso la del propio presidente Enrique Peña, pareciera que las instituciones son sólidas y existe en México una “verdadera” democracia, pero eso también es mera percepción.
Lo cierto es que con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México no pasará nada de raíz o de fondo; ya anoche se le vio, en su primer discurso que ofreció tras ganar, como un presidente más, institucional y que no genera ningún peligro para los verdaderos dueños del país, para la clase política económica que es quien verdaderamente controla y gobierna México, y la que guía finalmente la política neoliberal-económica que está llevando al país a situaciones cada vez más difíciles. El problema mexicano seguirá siendo tener un modelo neoliberal que está caducando a prisa y que se sigue perfilando, -pero ahora con un nuevo presidente-, a su muerte y a su desaparición.
Sin embargo, en ese primer discurso, López Obrador pareció muy institucional y aseguró que el Banco de México seguirá siendo autónomo, que habrá libertad de expresión y de ideas, tanto individual como de grupo; además de señalar que no hay ningún problema con los empresarios; es decir, se vio un discurso tranquilo, tratando de abarcar a todos los sectores de la población para darles “seguridad y tranquilidad”. Lo cierto es que en un segundo discurso, en el Zócalo de la ciudad, se le vio con el mismo estilo y esquema de campaña, prometer y prometer, pero jamás decir cómo y de dónde se hará para obtener los recursos y cumplir lo prometido. El seguir prometiendo y no tener todavía un verdadero plan de gobierno, es lo que sigue haciendo más peligroso y más preocupante para el país el arribo del tabasqueño a la silla presidencial.
El clímax no político…
López Obrador no llega como un presidente poderoso, aunque haya tenido una aprobación alta en las urnas y seguramente un control tanto en la Cámara de Diputados y Senadores. Pero es claro, que tanto el PRI como PAN tendrán serias dificultades para volverse a consolidar como fuerzas políticas; incluso, se ven más posibilidades que el panismo sobreviva y se fortaleza en los próximos años; para el PRI habrá otro camino, quizá como alguien dijo en campañas, refundarse o descansar en paz.
El tiempo de AMLO para cumplir sus promesas será más corto que cualquier otro partido haya tenido en la historia; el PRI tuvo más de 70 años, con el PAN bastaron sólo dos sexenios para que el pueblo lo volviera a retirar de Los Pinos y ¿cuánto tiempo durarán AMLO y Morena, sin que la población se desencante? La respuesta la iremos viendo a partir del 1ro de diciembre pero ya hay quienes aseguran que su “fama y prestigio” tras esta elección podría durar menos que el mismo hombre de las botas y tepocatas. Al tiempo. Por el momento, querido lector, es todo.