SEXTANTE
La extensa y muy prolija carrera cinematográfica de Stanley Kubrick se inició en los años 50 del siglo pasado. Cintas como El beso del asesino (1955), Casta de malditos (1956) y Senderos de gloria (1957) revelaron mucho talento artístico en el joven realizador y también una visión crítica de la sociedad de su tiempo. En el primer filme, Kubrick demuestra que un ser humano, lejos de ser víctima fatal del destino –como ocurría en la inmensa mayoría de las cintas estadounidenses de esa época, cuando arreciaba la llamada Guerra Fría y predominaba el “cine negro”–, puede cambiar su ruta existencial gracias a su energía, coraje y decisión. En la tercera película, Kubrick denuncia el militarismo imperialista, que no solo lleva al matadero a millones de seres humanos en defensa de los intereses económicos de la clase social más rapaz que haya conocido la historia, sino que además es profundamente injusto con los mismos soldados que defienden la causa de las aves de rapiña de la humanidad.
En la segunda cinta, que hoy comento y reseño, Stanley Kubrick aborda la historia de unos delincuentes que planean y ejecutan el robo de dos millones de dólares a un hipódromo. Casta de malditos es aparentemente un relato más acerca de las acciones de una banda delincuencial que, comparadas con los terribles y millonarios hechos delictivos que hoy se cometen para robar, asesinar, realizar vendettas, castigar deslealtades, etc, resultaría ordinario y trillado. Pero el mérito de este filme estriba en acercarnos a una atmósfera en la que se retratan los móviles personales de quienes integran la banda y, aún más, nos muestra cómo los delincuentes poseen rasgos psicológicos que pueden llevar al fracaso la empresa criminal que emprendan.
Casta de malditos es la historia del capo Johnny Clay (Sterling Hayden), quien se dedica de forma muy cuidadosa a reclutar a los integrantes de un grupo que planeacometer un gran atraco, robando las recaudaciones de un hipódromo. En apariencia la ejecución es perfecta; la policía del hipódromo se distrae con un pleito previamente planeado por Clay; la distracción es aún mayor cuando un tirador profesional, contratado por éste, dispara desde un estacionamiento adjunto a la pista de carreras contra el caballo favorito en esa competencia, en la que hay más dinero apostado y el premio será el más alto. Ese disparo tiene el objetivo de crear caos en las taquillas y en todo el hipódromo, facilitando el atraco y la huida. Pero el plan final del asalto se complica porque uno de los empleados del hipódromo, que colabora con Clay, ha platicado del plan con su esposa y ésta a su vez lo ha revelado a su amante y entre ambos han decidido atracar a los atracadores cuando éstos tengan el botín en sus manos. La cinta termina cuando Clay está a punto de abordar el avión y un perro faldero se atraviesa frente al carrito donde va el maletín con los dos millones de dólares robados; al caer y abrirse la maleta, el fuerte viento provocado por las turbinas del avión hace volar los billetes verdes en la pista de abordaje. Es significativo que en esta cinta, del todo recomendable, Kubrick atribuya a una mujer adúltera el fracaso de la empresa criminal.