ESTÉNTOR POLÍTICO
Miguel Ángel Casique Olivos
Andrés Manuel López Obrador a dos meses y medio de haber ganado la elección presidencial, comenzó su «gira de agradecimiento», esto fue el domingo 16 de septiembre; ese mismo día dijo que México está en «bancarrota» y que no se iban a poder cumplir todas las demandas de la población, al siguiente día tuvo que aclarar que era una mala interpretación de los medios y que él no quería decir que no iba a cumplir con lo que había prometido en campaña.
Así, «criticó» a los medios de comunicación diciéndoles que tergiversan la información y tras calificarlos como prensa «fifí», dijo que no son los reporteros, sino los dueños los que sacan de contexto las cosas. Ahí mismo insistió que el neoliberalismo económico ha beneficiado a unos cuantos y ha dejado en la pobreza y abandono a mucha gente y que sí hay una crisis en el país, aunque ya evitó referirse a la palabra «bancarrota» y pidió disculpas, acompañadas de un «amor y paz».
Lo que hasta hace un par de semanas seguía siendo fotografías con empresarios y un lenguaje más amigable con el aún gobierno de Enrique Peña Nieto, parece que va a cambiar de giro, en parte porque le interesa que la gente no comience a creer que no va a cumplir lo prometido, y si para eso se debe recurrir a una segunda manipulación hacia los mexicanos, se hará sin mayor remordimiento.
Por otra parte, también es así porque se observa un aparente cambio en su lenguaje al usar palabras como «bancarrota» que no parece ser mera casualidad, sino algo perfectamente planeado y encaminado a generar una nueva manipulación, hacer creer que el país fue saqueado y que está en la destrucción total que sólo un «héroe», como en las películas, lo podrá arreglar y componer.
La llamada «Cuarta Transformación» comienza a toparse con la realidad y ya no son tan fáciles los discursos de la «esperanza». En la recta final de la elección todo era optimismo para ganar y también después del 1 de julio, pero a casi tres meses de ver qué dirección tendrá el nuevo barco y qué tan acertada será su dirección, López Obrador está cayendo en cuenta que los problemas de México son muchísimos y que no bastará la buena intención, ni el «combate a la corrupción», la respuesta y que tampoco se van a solucionar los problemas de México con la tan manoseada «austeridad gubernamental».
El nuevo gobierno pretende, al parecer, generar una segunda percepción, la de que México está en bancarrota y que padece una crisis económica, política y social, casi terminal; así, sentada esta premisa, podrán decir después que lo que hagan, por muy poco que sea, será benéfico, positivo, de gran esfuerzo y trabajo de su gobierno. ¿Los mexicanos estarán dispuestos a creer esta segunda manipulación?
Para el 15 de agosto una encuesta de un diario nacional relevó que el 65% creía que AMLO cumplirá sus promesas, 69% que habrá mejoría en el país; también a pregunta de si era aprobaba o no la forma en que Obrador se desempeñaba como presidente electo, el 64.6% le favorecía, mientras que el 12% no aprobaba ni desaprobaba, 12% que lo desaprobaba y un 10% no sabía o no contestó. La muestra a mil 200 mexicanos, también decía que el 64.4% consideraba que sí cumpliría sus promesas y un 69% que el país mejoría.
En ese mismo trabajo, el 29.9% de los encuestados opinó que su mayor logro sería combatir la pobreza, luego mejorar la economía con un 16%, le seguiría la creación de empleos con 9.6% y 9.2% que su logro será el combate a la corrupción; así, una de sus banderas con que ganó la elección se encuentra en el último lugar de ser su mayor logro. A un mes de estos datos, más la realidad con la que se han enfrentado, no les está dejando más opción que intentar recurrir a una segunda manipulación y hacer creer a todos que México está hecho trizas y que a partir del 1º de diciembre realmente cambiará.
Lo que parece ser el inicio, de un sexenio y 5 meses de gobierno de López Obrador, comienza a tener menos credibilidad y no ven, ni él ni sus colaboradores, para dónde hacerse. La moneda la volverán a echar al aire pero esta vez con la desventaja que para el 1º de diciembre los mexicanos esperan seguridad, cero pobreza y que les llegue a la puerta de su casa el apoyo prometido. ¿Qué quiere ocultar el gobierno morenista con esta nueva trampa? Algo muy sencillo, que no tiene una política económica clara, un nuevo y diferente modelo de desarrollo o un verdadero proyecto alternativo para atacar los problemas del país.
El clímax no político…
La Ciudad de México, a parte de sus problemas de inseguridad y ahora un poco más visiblemente el problema del narcomenudeo, se ve el del desabasto de agua y que ya los expertos señalan que en gran medida se debe a la pérdida del líquido en más de 40% en fugas subterráneas, pues los tubos llevan más de 50 años sin ser sustituidos, ya que se requieren inversiones multimillonarias a largo plazo.
Seguramente esto no es mentira ni sólo tema mediático, pero lo que sí no está claro es qué piensa hacer la próxima jefa de Gobierno no sólo para paliar la crisis, sino para establecer un programa sostenido de modernización de las redes. Un buen tema para incluirlo en su plan de gobierno; porque don Ramón Amieva hace ya varios días que está en la puerta esperando el autobús de salida. Por el momento, querido lector, es todo.