Miguel Ángel Casique Olivos
En días y semanas recientes hemos visto, escuchado o leído, a través de los medios electrónicos y los diarios impresos o digitales, que en Acatlán de Osorio, Puebla, y algunos municipios del estado de Hidalgo, Morelos o el Estado de México, la población «enardece” ante llamados anónimos y, sin mayor averiguación, se va contra tal o cual persona, argumentando que es un «secuestrador», «violador» o «robachicos».
En algunas ocasiones la sorpresa ha sido que a quien se atacó y se linchó era gente inocente y nada tenía que ver con las acusaciones que le hacía la población o algunas personas «salidas de entre ella» y que fueron las primeras en incitar a la violencia o al linchamiento. Tres cosas son las que se han visto en estos hechos, a todas luces, reprobatorios: primero; la ineficiencia policiaca municipal, estatal o federal; incluso, en casos precisos como el de Acatlán, las acciones de la policía no se realizaron como se marcan en el protocolo que debe seguir la autoridad encargada de hacer justicia y de salvaguardar la integridad física de los mexicanos.
Segundo; el hartazgo e inconformidad que la población tiene contra sus autoridades políticas y policíacas al verlas ineficientes para hacer justicia a los atropellos que se cometen en sus pueblos. Y tercero, como hipótesis, que no estaría nada descabellada, se comenta que puede ser que esas acciones estén planeadas desde los mismos gobiernos para ser una cortina de humo para ocultar sucesos políticos que necesitar pasar desapercibidos por los mexicanos.
Lo cierto es que el hartazgo de los mexicanos por el crecimiento de la delincuencia, la inseguridad y los crímenes; más la ineficiencia gubernamental para hacer justicia, está orillando a mucha gente a que prefiera hacer «justicia por propia mano»; por ejemplo, ayer la capital del país, policías evitaron linchamiento de asaltantes de transporte; en Cuernavaca se evitó que comerciantes mataran a extorsionados y en Puebla rescatan de la turba a ocho supuestos delincuentes.
El tema es preocupante y más porque se está generalizando y se pone de moda, similar al tema del huachicol, pero, como se dice y comenta entre los políticos, después del 1º de diciembre, nada de eso habrá, pues todo será «paz y amor»; ¡sí, como no!. Cualquier cosa o lo que pase con el nuevo gobierno, éste deberá tener esta problemáica en su agenda política; debe asegurar que quien haga justicia y castigue a los delincuentes, extorsionadores, violadores o asaltantes sea la autoridad correspondiente. Asimismo, a la población la tienen que convencer de que el gobierno hará bien su trabajo, de no hacerlo, el tema de los linchamientos sólo será una puerta más por donde entra a gritos la inconformidad social y de esta ningún político se salvará.
El clímax no político…
Otro regalito… En la Ciudad de México, cuando el hoy presidente electo, Andrés Manuel López Obrador fue Jefe de Gobierno, le «regaló» a Carlos Slim el Centro histórico para poner unos pequeños negocios; hoy se sabe casi todos lo que hay en el primer cuadro de la ciudad pertenece al multimillonario. Pues resulta que hoy al ser presidente de México López Obrador le pretende dar un segundo regalo y es nada menos que la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Porque eso de la consulta popular que se sigue hablando, simplemente no se dice ni una coma de ella, cómo se va a realizar, qué mecanismos, qué infraestructura, todo parece indicar que sólo es un mero trámite porque la construcción va y ya sabemos a quién se la entregará.