SEXTANTE
1-2
Por: Costeau
A finales de los años 50, el cine seguía sufriendo transformaciones tanto conceptuales como técnicas. Después del auge del cine influenciado por el llamado realismo socialista –en el que se inscribió el neorrealismo italiano– y tomando la ruta reaccionaria de la mayoría de los cineastas estadounidenses del llamado cine negro, así como de cineastas de otros países –entre ellos Emilio Indio Fernández, de México– en Francia surgió la nueva ola, en la que destacaron Francois Truffaut, Jan Luc Godard y Claude Chabrol quienes, en franca oposición al cine de Hollywood y al internacional, formularon una propuesta cinematográfica que negaba rotundamente las convenciones del cine comercial.
En la nueva ola, por ejemplo, podía filmarse una historia en la que no había un guion establecido y en la que los realizadores hallaban mayor “libertad” para crear. Bastaba, según el lema de esta corriente, “tener una cámara en la mano y una idea en la cabeza” para desarrollar su creatividad artística y producir obras que pudiesen satisfacer las inquietudes tanto de los cinéfilos o como de los simples espectadores. El sello de esta escuela consistía en “retratar la realidad” sin aditamentos ni distorsiones y, para sus más connotados exponentes, el objetivo más importante era crear piezas de arte cinematográfico llenas de “realismo”, espontaneidad, “espíritu joven” y rebosantes del deseo de libertad.
Otra importante corriente de sello realista del cine de finales de la década de los años 50 y principios de los 60 fue el cinema novo brasileño, también inscrita en la poderosa corriente que reivindicó al arte “que busca decir la verdad” y que, por lo mismo, intentó crear un conocimiento crítico de la realidad social de su país siguiendo al neorrealismo italiano y oponiéndose a la cinematografía comercial hollywoodense.
Pero, a diferencia de la nueva ola francesa, el cinema novo fue una corriente que, a partir de 1963, tuvo que luchar contra la dictadura militar, que tomó el poder en el país más grande de América Latina. Finalmente, el cinema novo claudicó en 1972, ante la ferocidad del régimen represor, al convertirse en un cine de sátira política edulcorada y castrada de los efectos formadores de conciencia social que lo habían caracterizado. A semejanza del neorrealismo italiano, el cinema novo no utilizó en la mayoría de sus filmes a actores profesionales, sino que en buena parte de sus cintas fue un cine “coral”, en el que las masas fueron protagonistas infaltables y en el que muchas de estas obras tuvieron un tono cuasi documental. Los principales exponentes de esta corriente fílmica fueron Glauber Rocha, Nelson Pereira, Carlos Dieguez y Ruy Guerra.
En esta colaboración, estimado lector, le comento la cinta Los fusiles, del realizador mozambiqueño, naturalizado brasileño, Ruy Guerra. Ante la inminente asunción a la primera magistratura de Brasil del fascista Jair Bolsonaro, el recuerdo de aquella prestigiada corriente cinematográfica viene a nuestra mente porque ahora, más que nunca, el pueblo brasileño requiere de conciencia social y política a fin de evitar que los representantes populares que han intentado dar a ese enorme país un modelo económico social con mejor reparto de la riqueza se hallen “contra las cuerdas”, según términos boxísticos, por cuenta de una ultraderecha apoyada por el gobierno de Estados Unidos, que siempre ha intentado entronizar en Brasil una dictadura militar como la que impuso hace algunas décadas.