- En un mundo rodeado por la desesperanza, Budekin, un personaje manipulador, recluta adolescentes para enrolarlos en un juego siniestro cuyo desenlace fatal es quitarse la vida
La periodista, ensayista y traductora Teresa Piazza aborda en su título La caza de la ballena azul la crisis extendida entre los adolescentes en la que se ha obnubilado el juicio de lo real por la ficción generada por la industria tecnológica, que lejos de indagar o cuestionar, parece censurar la capacidad de discernimiento. El tratamiento que le da la autora es el de una novela de terror, una ficción creada a partir de hechos reales.
En el prólogo se da un antecedente de la idea que inspiró este volumen. “En 1816, que fue conocido como ‘El año sin verano’, en la Villa Diadoti, a orillas del lago Ginebra, el excéntrico Lord Byron (junto con un grupo de amigos) tuvo la idea de enfrascarse en la singular experiencia creativa de escribir una historia de terror en unos cuantos días de encierro. De este afortunado experimento resultaron textos emblemáticos como El vampiro de John Polidori, y Frankenstein, de Mary Shelly”.
La ballena azul es un reto mortal entre jóvenes, un “juego” conformado por 50 retos donde en el último de ellos el “jugador” debe quitarse la vida.
Mediante la morbosidad, la ignorancia y una necesidad de aceptación surge el llamado para desafiar lo prohibido. El creador del siniestro juego, Budekin, utiliza hábiles técnicas de manipulación para reclutar víctimas; su argumento es que pretende erradicar gente que continúa proliferándose sin aportar nada a la humanidad. En los primeros capítulos se comienza por violentarse el cuerpo, pero posteriormente la que debe mutilarse es el alma.
Internet se vuelve el arma de este fundamentalismo muy peligroso que sustituye el político y religioso; esta novela corta, la primera de Piazza, le augura una gran trayectoria y le ofrece un sitio destacado entre los escritores emergentes. “Si una experiencia es un conocimiento que se logra por haber sentido o sufrido alguna situación, este proyecto nos significó sin duda un valioso aprendizaje. Tan difícil de definir el mal en estos días en los que las líneas divisorias ya son confusas. Ya ni Dios ni el Diablo ayudan. Es el espanto el que ha de hacer que la situación apeste mal… Pero, en realidad, ¿todavía podemos aterrorizarnos?”; con estas palabras cierra el libro la autora, dando cabida a la reflexión pero sobre todo abogando por la sensibilización en una época donde sólo puede imperar la perfidia.