ESTÉNTOR POLÍTICO
Miguel Ángel Casique Olivos
Según el Inegi, en el último trimestre del año pasado, el producto interno bruto (PIB) creció 1.7 anual y se dice que el último mes del trimestre, diciembre, estuvo muy débil, y esto se vio porque la economía creció solo dos por ciento anual en el último mes de 2018; según se sabe es el crecimiento más bajo y débil desde hace 10 años, desde 2009.
Éstos serían algunos indicadores de que la economía mexicana ha caído en recesión, a pesar del triunfalista discurso presidencial; hace unas semanas, a una de las calificadoras que emitieron un juicio desfavorable al nuevo gobierno recibió un aluvión de críticas y amenazas, entre las que figura la propuesta de normar la actividad de las calificadoras.
La economía se ha visto perjudicada en los primeros meses de gobierno; por ejemplo, cuando se declaró la guerra contra el huachicol, la economía sufrió; a comienzos de este año, la producción de petróleo bajó a 1.6 millones de barriles, cifra 15 por ciento menor que en el mes de enero de 2018.
Pero el problema no se puede reducir a la baja producción de petróleo o a los efectos de la lucha contra el huachicol; como resultado de las huelgas que estallaron en el norte del país, se habla al menos de 120 millones de pérdidas, concentradas fundamentalmente en las maquiladores de Matamoros, donde alrededor de 32 mil obreros abandonaron sus centros de trabajo por el estallido de la huelga. Ahora se sabe que la construcción del Aeropuerto en Santa Lucía, “porque así lo decidió el pueblo bueno y sabio”, costará tres o cuatro veces más de lo que costaría haber terminado el proyecto en Texcoco.
México es la economía número 14 del mundo, posee recursos naturales en mayor cantidad que muchos de los países ricos del mundo; se ha dicho, incluso, que en 25 o 30 años nuestro país llegará a ser la octava economía del planeta; pero la riqueza se va a seguir concentrando en unas cuantas manos y, si no cambia la forma de hacer política y de gobernar, habrá más pobreza. Si las cosas no cambian, para entonces las calles estarán llenas de personas hambrientas, sin la mínima posibilidad de vivir dignamente.
Desgraciadamente, se tiene que decir sin rodeos, la política y la forma de hacer gobierno del actual Presidente no garantiza, por el lado que se quiera ver, que los mexica- nos vayan a estar mejor que antes. En el horizonte se percibe la sombra de una nueva recesión, que dejaría un país con más pobreza y miseria, simplemente porque el gobierno no está haciendo crecer la economía y los recursos que deberían servir para hacer funcionar a todo el país ahora se destinan a su política clientelar.
Tampoco su reiterada promesa de campaña de escuchar a los más pobres y atender sus necesidades como una prioridad se ha cumplido. Basta ver, por ejemplo, cómo se deja sin respuesta a quienes preguntan quién, cómo y cuándo se van a comenzar a resolver las demandas de educación, pavimentación, salud, electrificación, vivienda; la construcción de obras de infraestructura que mejoren la vida de los más desprotegidos jamás se resolverá repartiendo dinero, como se pretende, entre los adultos mayores, ninis o estudiantes.
La construcción de obras y servicios no está en la agenda del Gobierno Federal y eso, sin duda, hará que la gente se organice y comience, en grupo, a protestar: le guste o no al Presidente y a su gabinete.
Las cosas en México no están como para decir que en un plazo breve seremos de primer mundo; podríamos seguir esperando que por sí mismo el tiempo coloque las cosas en su justo sitio o comenzar a exigir que el nuevo gobierno enderece el rumbo “por el bien de todos”. Por el momento, querido lector, es todo.
Publica hoy en la revista Buzos de la Noticia.