Este año la Fiesta del Libro y la Rosa, una de las iniciativas editoriales más importantes de la Universidad Nacional Autónoma de México, tendrá como invitada por primera vez en su historia a una instancia externa: la Secretaría de Cultura, a través de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas (DGCPIU).
Del 3 al 5 de mayo, el Museo Nacional de Culturas Populares se estrenará como sede alterna durante este festejo a la palabra. En los patios Jacarandas y Quinta Margarita, rodeados de libros y rosas rojas, se llevarán a cabo conversatorios, talleres, presentaciones editoriales y musicales que enaltecerán la diversidad lingüística y cultural de los pueblos indígenas y afrodescendientes de México.
El Año Internacional de las Lenguas Indígenas y el Decenio Internacional para los Afrodescendientes serán los hilos conductores de las actividades que se desarrollarán en dicho espacio museístico, con cuatro ejes temáticos: los saberes ancestrales representados en el arte popular, la creación poética, el fomento a la gastronomía tradicional mexicana y la diversidad cultural.
A esta fiesta, organizada por la DGCPIU, se sumará la participación de la Coordinación Nacional de Desarrollo Cultural Infantil-Alas y Raíces y el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas de la Secretaría de Cultura; además de la Universidad Autónoma de Guerrero y la Secretaría de Cultura de San Luis Potosí.
En los conversatorios y presentaciones de libros se abordarán temas relacionados con la cocina tradicional de la región del Istmo y la culinaria afrodescendiente de Tamiahua, Veracruz.
Investigadores y la artesana nahua Juana María Petrona hablarán de la salvaguardia de la técnica de las gasas entretejidas en telar de cintura de Xalpatzingo, en Puebla. De igual forma, autores se referirán al desarrollo artesanal y el simbolismo que los pueblos indígenas de San Luis Potosí han plasmado desde tiempos ancestrales en sus diseños e iconografías.
Asimismo, autores e investigadores ahondarán en la cultura afromexicana de San Nicolás Tolentino y Cuajinicuilapa, en Guerrero; así como en la historia de la danza del volador, no de Papantla, sino tének de la Huasteca potosina.