Una de las principales contribuciones que ha realizado el doctor Adolfo Martínez Palomo en el tema de la amibiasis es que en su laboratorio se estudiaron dos tipos de amibas, unas patógenas, las cuales al avanzar la infección pueden causar lesiones en el hígado, y las que no provocan ningún daño al hospedero.
El investigador emérito del Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) inició su camino en el estudio de parásitos protozoarios que infectan al humano cuando ingresó, movido por la curiosidad, a un seminario sobre amibiasis en el Centro Médico Nacional Siglo XXI, organizado por el doctor Bernardo Sepúlveda Gutiérrez, destacado especialista en dicho campo. “Así me interesé en el tema, en especial porque me di cuenta de que había poca investigación acerca de la biología de la amibiasis y de otros parásitos”.
La amibiasis, que se define como una infección en los humanos provocada por el protozoario intestinal Entamoeba histolytica, se registra en todo el mundo, pero afecta principalmente a las poblaciones de países en desarrollo. Aunque la mayoría de las personas infectadas con E. histolytica no presenta síntomas graves, algunas tienen manifestaciones de disentería o absceso hepático.
En el caso de nuestro país, esta enfermedad estaba presente de manera importante desde el siglo XVIII, en especial en la Ciudad de México. En los hospitales del país era común encontrar enfermos con absceso hepático provocado por la amiba E. histolytica, de la que prácticamente no se sabía nada sobre su biología, ni de la patología de la enfermedad, recordó Martínez Palomo, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.
“En el laboratorio decidimos empezar a estudiar el tema y nos llamó la atención que los enfermos con lesiones en el hígado tenían unas amibas, pero también había personas totalmente sanas con amibas. La pregunta era si se trataba del mismo tipo o eran diferentes”.
Así, en el laboratorio encontraron la primera diferencia entre las amibas patógenas y las que no lo son, estas llamadas Entamoeba dispar. A partir de ahí el investigador y su grupo de trabajo se dieron a la tarea de comparar a la amiba no patógena con la patógena y lo hicieron a través de modelos experimentales para analizar cómo se produce la lesión en hígado.