MADRID, España.- Nació hace seis años y ni los analistas políticos ni los medios de comunicación daban un centavo por su futuro. El próximo domingo 28 puede convertirse en la estrella electoral que opaque el previsible triunfo del socialismo que lidera Pedro Sánchez. Se llama Vox y representa a la rancia ultraderecha española. O dicho de otra manera: es el genuino neofranquismo.
Su líder, Santiago Abascal, militó durante 20 años en el Partido Popular de José María Aznar, quien lo apadrinó. Nunca descolló, no ocupaba espacios noticiosos, nadaba de muertito. Nació hace 43 años en Bilbao, País Vasco, y durante mucho tiempo se movió con escoltas oficiales porque, decía, estaba amenazado de muerte por ETA.
Furibundo enemigo de los nacionalismos periféricos como el catalán y el vasco, defiende a ultranza al nacionalcatolicismo español y no esconde su fobia antimigrante y su antifeminismo. Pretende echar abajo las leyes de igualdad y no tiene empacho a la hora de prometer que, si gana, levantará un muro en el sur de España para impedir el paso de los migrantes.
La mayoría de las encuestas no le dan más del 10 por ciento de los votos, pero a tres días de la cita electoral ya nadie se atreve a defender este porcentaje en voz alta. Sus cierres de campaña son tan masivos como preocupantes y concitan el fervor españolista más cavernícola. Lo siguen jóvenes y adultos, toreros, intelectuales y artistas tan reconocidos como el rockero argentino Andrés Calamaro, quien no se corta ante la prensa para ensalzar al líder neofranquista.
La irrupción de Vox obligó a las televisoras a abrirle sus ventanas, a las radios a darle espacio en sus ondas y a los medios impresos a derramar ríos de tinta. Y lo más importante, ha obligado sin querer a que tanto el Partido Popular como Ciudadanos se hayan derechizado para disputarle espacios y votos. Hay una suerte de competencia entre los tres partidos por ver quién dice la barbaridad mayor. Todos se vale para conseguir el voto.
Este viernes terminó la campaña electoral. Quien suscribe estuvo presente en los cierres de Vox y Podemos. Las huestes de Abascal en la céntrica Plaza Colón, siempre coronada por una gigantesca bandera española, y las de Pablo Iglesias en el anfiteatro al aire libre del Parque Lineal del Manzanares, no muy lejos del otro acto. Ambos programados para comenzar a las 20:30 horas.
Los de Vox, cosas de la derecha, iniciaron a tiempo y apenas eran tres oradores. Los de Podemos, y así son las izquierdas, comenzaron casi una hora después de lo prometido y la lista de oradores y oradoras antes de que Iglesias tomara el micrófono era interminable. A efectos noticiosos era como para suicidarse.