- La banda mexicana de jazz formada en Xochimilco espera la edición de su primer LP, editado en Chicago
De calles, azoteas y toquines en fiestas, la banda de jazz mexicana Punta Diamante pasó a lo largo del tiempo al estudio de grabación, a los festivales y a los escenarios profesionales.
Con participaciones en el Foro Cultural Hilvana, la edición 2018 del Festival Ollin Kan, el Carnaval de Bahidorá, la edición 2019 del Festival Noche de Primavera en la Ciudad de México, Punta Diamante prepara el lanzamiento de su primer LP.
Hace alrededor de 10 años Antonio Cano y Alberto Torres se conocieron en las aulas y jardines de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (hoy Facultad de Artes y Diseño) de la UNAM, enclavada en Xochimilco.
Diseñadores y videorrealizadores, compartían también otro interés: la música de jazz. Se acoplaron pronto para tocar en las calles usando un garrafón como tambor y para fundar una banda.
Nació entonces Punta Diamante, experimento artístico que ha ido mudando de identidad hasta devenir en un proyecto de sonido macizo integrado por once ejecutantes en el escenario, que recuerda a las sesiones de improvisación interminable del nigeriano Fela Kuti o al funk cultista del argentino Chango Farías Gómez.
El nombre del grupo, que referencia a una de las más cotizadas zonas turísticas del puerto de Acapulco, encierra un juego: nació de la casa donde la banda comenzó a definir su discurso artístico, ubicada en la calle de Sócrates, en el pueblo xochimilca de Santiago Tepalcatlalpan, aledaño a la ENAP.
Vivienda cuya localización en un cerro le brindaba una vista privilegiada de las luces nocturnas de Xochimilco, con imágenes tan bellas “como las de la Punta Diamante” del puerto guerrerense. El nombre del grupo es, entonces, un ejercicio de resignificación de la identidad popular por el atrevimiento y la diversión.
Punta Diamante comenzó montando los llamados standards del jazz junto con temas de la tradición latinoamericana, como el “Moliendo café” de José Manzo Perroni.
Afrodelia es el concepto con que buscan reunir las raíces del polirritmo africano con la especulación sonora de la psicodelia, creadora de atmósferas y viajes emotivos y mentales.
Así, en sus canciones abunda el pulso obsesivo de percusiones que sacuden a las audiencias y recuerdan a las temperaturas caribeñas, tropicales, africanas y del jazz-funk estadounidense: música para la cintura y los tobillos, para el éxtasis por la disciplina de sacudir el cuerpo, para encandilar la fiesta diversa del arte.
Congas, lengüetas, cencerros, bongós, pedales wah wah, llaves, cuerdas, platillos, gorros, sombreros, maquillaje, distorsión, cortinas de órgano eléctrico, gritos simiescos y una energía mestiza de intenciones tropicales o arabescas, son algunos de los componentes de la expresión artística de esta banda mexicana en busca permanente de escuchas.