SEXTANTE
Por: Cousteau
La libertad es, sin duda alguna, uno de los conceptos con más connotaciones en los distintos idiomas del mundo. Sus distintas acepciones van desde las que expresan posiciones filosóficas –que reflejan los intereses económicos, políticos e ideológicos de las distintas clases sociales–, hasta las que invocan modas, esnobismos y extravagancias que son producto de la manipulación comercial e ideológica.
Así tenemos que mientras grandes pensadores de la humanidad como Heráclito de Éfeso, Baruch Spinoza, Jorge Federico Hegel y otros, elaboraron ideas profundas sobre la libertad (sobre todo la que postula que la libertad consiste en el conocimiento objetivo de la realidad para poder transformarla), hay connotaciones en la que esta categoría es manoseada y hasta vulgarizada porque así conviene a los intereses de clases opresoras.
En la actualidad se han producido modas como la de los llamados “animalistas” y “veganos”, quienes hablan de la “libertad que deben tener los animales frente a los seres humanos”; la queja de estos grupos “ambientalistas” consiste en que los seres humanos utilizan a los animales para el trabajo, para su alimento e incluso para su diversión. Sin embargo, amigo lector, la libertad ha sido uno de los derechos sobre el que más se ha debatido y confrontado en la historia de la humanidad.
Prácticamente desde que se extinguió la sociedad comunista primitiva hace miles de años y surgió la esclavitud –con la que miles de generaciones de seres humanos fueron privados de su libertad y aun de su entidad humana, pues los esclavistas no solo sobreexplotaron a los esclavos, sino que además los trataron como “herramientas parlantes” –, la libertad del hombre ha sido objeto continuo de limitaciones y negaciones.
El feudalismo, sistema jurídico-social menos violento que el esclavismo, no fue menos expoliador ni negador de la libertad de los “siervos de la gleba”, ya que los señores “de la horca y el cuchillo” los atropellaron impunemente durante muchos siglos. Pero ahora, en la sociedad actual, la situación no ha resultado mejor porque la clase capitalista, más hábil que la esclavista y la feudal, están expoliando a los seres humanos con base en el uso de una mascarada nombrada “libertad” en la que el esclavismo es igualmente intenso, pero se disfraza con la “libre compra-venta de la fuerza de trabajo”.
Una cinta que aborda la lucha de los esclavos negros en Estados Unidos (EE. UU.) es La lucha por la libertad (2016), del director Gary Ross, que vuelve al tema (un tanto ya trillado) de la defensa de los afrodescendientes desde la perspectiva anglosajona. Ross narra la vida de Newton Knight (Mathew McConaughey), pequeño propietario rural que participó al lado del ejército de los estados confederados del sur de EE. UU., el cual fue dirigido por los terratenientes esclavistas.
En el relato fílmico de Ross, Newton deserta del ejército confederado porque se opone a la esclavitud y a los abusos de los grandes terratenientes, quienes obligaban a los pequeños granjeros a guerrear contra los estados del norte, que se oponían al esclavismo porque propugnaban por el desarrollo del capitalismo, un sistema más eficaz para la extracción y concentración de riqueza social.
Newton estaba inconforme, además, porque la clase esclavista y parasitaria no arriesgaba el pellejo en la defensa de sus propios intereses económicos y políticos. Por ello, finalmente se une a otros pequeños granjeros y a exesclavos negros para combatir a los confederados hasta llegar a fundar el Condado Jones, un territorio “libre” de esclavismo. Al parecer, la versión histórica real indica que Newton Knight en realidad era un proscrito, dado que mató a su cuñado por abusar de sus hijos, tuvo que huir y, obligado por las circunstancias de su persecución, se enroló en la lucha contra los confederados.
Sin embargo, las necesidades comerciales llevan a realizadores como Ross a buscar historias que idealizan a los personajes hasta convertirlos en héroes. Si ha existido un país en el que los hechos acontecidos no se apegan al rigor de la verdad histórica, ese país se llama Estados Unidos. La superpotencia necesita inventar héroes y (súper héroes) que se conviertan en paradigmas vendibles para un público manipulable.
En la historia real y en la cinematográfica, Newton se casó con una mulata llamada Raquel (interpretada en la cinta por Gugu Mbatha). Ross nos presenta en varios flashback cómo al nieto de Newton, en los años 40 del siglo pasado, le fue negada, por la Corte civil del estado de Mississippi, la posibilidad de casarse con una mujer blanca porque tenía un octavo de sangre africana. El filme de Ross es un alegato en contra de la discriminación racial, aunque no puede reflejar con claridad y suficiente objetividad La lucha por la libertad.