Miguel Ángel Casique Olivos
Durante los primeros siete meses del gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) han renunciado más de 14 funcionarios de su gabinete, entre los más destacados están Germán Martínez y Carlos Urzúa, quienes criticaron y cuestionaron la forma de gobernar de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Se dice que los políticos a quienes Urzúa señaló en su carta de renuncia son Gabriel García Hernández, encargado de ejecutar los programas de desarrollo económico, y Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia.
Pese a ello, AMLO no se ha detenido a reflexionar sobre estas renuncias y su respuesta ha sido que no hay compromiso de quienes dejan el cargo, incluso sugirió que no son políticos suficientemente de izquierda. Por otro lado, parece no darse cuenta de la realidad, pues son decenas de acciones sin acierto en política económica y social.
Cronológicamente las renuncias fueron como sigue: en febrero dejó su cargo Gaspar Franco Hernández, integrante de la Comisión Nacional de Hidrocarburos; en abril, Simón Levy de la Subsecretaría de Turismo y Guillermo Zúñiga de la Comisión Reguladora de Energía (CRE); en mayo, Patricia Bugarin de la Subsecretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Germán Martínez, director general del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y Josefa González Blanco de la Semarnat; en junio, Guillermo García Alcocer, presidente comisionado de la CRE, Felipe de Jesús Muñoz de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delitos Federales, Omar García Harfuch, director de la Agencia de Investigación Criminal y Tonatiuh Guillén, comisionado del Instituto Nacional de Migración (INM); en julio, Carlos Urzúa, titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Dos de las renuncias que más revuelo causaron por la importancia de sus cargos fueron las de Germán Martínez y Carlos Urzúa, éste último fue uno de los hombres que logró crearle a López Obrador un perfil de político apegado a la realidad, algo que le ayudó en la campaña para la conquista de la Presidencia. De alguna manera la participación de Urzúa era garantía en la economía mexicana, lograba, aunque no al 100 por ciento, detener los golpes de empresarios y las críticas de la llamada “mafia del poder”, pero no se le dejó tomar soluciones de fondo pues todo se hace como AMLO ordene.
En su carta de renuncia, Urzúa también indicó que había autoritarismo en la elección de puestos y dijo que es “inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública”. El mismo AMLO aceptó las diferencias de Urzúa con integrantes de su gabinete y otros conflictos de interés que chocan con su combate a la corrupción.
Todas las renuncias sacan a flote lo que López Obrador, como principal orquestador de la 4T, tiene en mente: primero, seguir con su individualismo sin aceptar las críticas de su gabinete y de sus contrincantes, ya sean partidos políticos u organizaciones sociales, a las que dicho sea de paso quiere desaparecer a toda costa; segundo, la incapacidad que tiene para reconocer la realidad económica y política del país.
A siete meses de gobierno, López Obrador no ha entendido que gobernar no es seguir en campaña, que los 14 funcionarios han renunciado porque ven que su dirección como mandatario es errónea. Su ceguera política y desconocimiento de historia económica, le impiden detenerse a reflexionar sobre sus acciones y piensa que al ser el Jefe del Ejecutivo todo debe girar en torno a él, que los demás no entienden y no son leales a la 4T, aunque en lugar de avanzar, retroceda y arruine lo que por muchos años le ha costado construir al país.
A López Obrador no le importa México, sino pasar a la historia como un “héroe” al costo que sea. No ve que los 130 millones de mexicanos demandamos la creación de empleos, atención en salud, obras y servicios para comunidades marginadas y un combate serio a la pobreza que aqueja a las mayorías. Por el momento querido lector, es todo.