Ya pasaron 35 años de aquél 16 de septiembre, cuando por primera vez Armando Samaniego, director de la Compañía de Títeres y Marionetas El Tenderete, pisó el escenario acompañado de su primer muñeco profesional, el compañero que le abriría las puertas de un mundo inimaginable, que sin pensarlo trascendió fronteras nacionales e internacionales.
Armando, titiritero por afición, ingeniero de profesión, recuerda con nostalgia que a los seis años le llamaba la atención la manipulación de los muñecos y la ventriloquía como una forma de poder expresar a través de los muñecos lo que quería decir, y que por pena no podía.
El titiritero chihuahuense se describe como una persona seria, callada e introvertida, que solo a través de los títeres puede decir lo que siente.
“En aquella época era muy común que en las reuniones familiares los niños mostráramos nuestras habilidades. Recuerdo que me daba mucha pena cantar o hacer algo en público. En ese tiempo estaba muy de moda el ventrílocuo Don Carlos y sus muñecos Neto y Titino, yo impresionado de cómo hablaban los muñecos empecé a observar hechizado que podía platicar a través de ellos, lo que abría una buena posibilidad para alguien a quien le costaba tanto expresarse, porque realmente los que van a hablar son ellos y no yo, así no me daría pena”.
Entre risas, Samaniego recuerda que a los seis años comenzó a manipular primero las muñecas grandes de su hermana, posteriormente fue un caballito de madera con cara de plástico que al jalarle la rienda abría el hocico como si estuviera hablando, hasta que su tío le regaló el muñeco profesional que le haría saltar a la fama como el ventrílocuo más joven de México.
“Con mi primer muñeco profesional recorría los ejidos y ferias de varias colonias a través del programa cultural en aquel entonces llamado domingos culturales, en donde me presentaban como el ventrílocuo más joven de México, en ese momento mi sueño se había logrado y era nombrado como ‘Armando, don Chucho y Cesarín’, mis primeros muñecos”.
Una compañía familiar
Para llegar a ser la Compañía El Tenderete que actualmente conocemos, relata Armando, primero pasó por un periodo al lado de su tío, luego compartiendo otra etapa con su hermana, con ambos el proceso fue también de creación, en la que transformaban marionetas artesanales con la confección de ropa y pintura para hacerlas diferentes unas de otras, y empezar a armar sus propios títeres.
Así se integró el teatro guiñol, ventriloquía y marionetas a estos primeros espectáculos de adolescentes, quienes se presentaban en fiestas infantiles de los alrededores de Chihuahua.