Por: Brasil Acosta Peña
No es por presumir, pero se los advertimos. Efectivamente; el Movimiento Antorchista, a través de su cerebro y guía, el ingeniero Aquiles Córdova Morán, advirtió a la nación que no era el momento para hacer experimentos políticos ni cambios extremistas sin rumbo, basados en la improvisación o en la imposición irracional y antidemocrática. Cuando el actual Presidente era aún candidato, señalamos su desconocimiento de economía y geopolítica; pronosticamos que votar por él sería un error para el pueblo de México, pues traería más problemas que beneficios. En ese periodo también advertimos que dejarse atrapar por un discurso de odio, aparentemente nacionalista y anticorrupción, y que además carecía de sensatez y realismo, podría llevarnos a situaciones inconvenientes y terribles; que los programas sociales propuestos por el entonces candidato y hoy Presidente no sacarían al país de la pobreza, porque ésta no se supera con la entrega de dinero en efectivo a la gente, sino con un cambio de modelo económico que garantice al pueblo empleos, mejores salarios, una política fiscal que grave los ingresos más altos y, finalmente, una política de gasto que atienda principalmente los problemas de obras y servicios básicos de los mexicanos.
Pues bien, esto fue lo que advertimos a la nación y el entonces candidato no volteó a vernos, no nos hizo caso y ahora todos los mexicanos están sufriendo las consecuencias anticipadas, principalmente los más pobres. Efectivamente, llegamos al Primer “Informe” de Gobierno con la mayor cantidad de muertes en los últimos sexenios y sin un plan de seguridad nacional adecuado, que garantice a la población un país seguro. Por el contrario, la gente hoy se siente más insegura, pues cada 50 segundos un mexicano es víctima de robo; y mientras el Presidente se reúne con su gabinete de seguridad en Palacio Nacional, seis personas son asesinadas y otras 90 lesionadas con armas de fuego o punzocortantes.
En materia económica, el Presidente dice que vamos “requetebién”, que el pueblo está “feliz, feliz, feliz” y que gracias a sus medidas de austeridad –la cual confunde absurdamente con no gasto– le han dado al Gobierno Federal 969 millones de pesos. Este monto, sin embargo, solo representa el ridículo 0.69 por ciento de los 140 mil millones de pesos del irresponsable subejercicio presupuestal con el que el gobierno ha interrumpido el financiamiento de obras y servicios públicos de uso prioritario para la población. Y de su combate a la corrupción no hay nada serio que pueda decirse de sus resultados.
¿Puede estar feliz un Presidente en cuyo país la economía crece a cero por ciento? En la coyuntura actual –a solo nueve meses del inicio de la administración– un amplio sector del pueblo puede creer que su política económica “algún día atinará” y que nos irá mejor a todos los mexicanos. Sin embargo, ese mismo pueblo pronto verá que si la economía no crece, él será el castigado porque, como hemos dicho, al no crecer ésta, habrá graves consecuencias: no habrá empleos, no habrá productos y se encarecerá el costo de la vida. Pongamos un ejemplo en materia de energéticos: en México, un litro de gasolina cuesta cerca de 21 pesos, y en Guatemala 17 pesos, pese a que este país hermano no tiene petróleo. El Presidente, por cierto, se comprometió a bajar el precio de la gasolina, pero en su lugar se ha incrementado en casi 13 por ciento con respecto al precio del año pasado, en tanto que el diésel aumentó hasta 15 por ciento.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reportó que hasta el mes de julio se habían creado 16 mil 713 empleos formales, cifra 69.4 por ciento inferior a la que se registró durante el mismo lapso en 2018, cuando gobernaba Enrique Peña Nieto. Asimismo –según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)– la tasa de desocupación ascendió a 3.6 por ciento de la población económica activa (PEA), cifra mayor a la del mismo mes de 2018, que fue de 3.3 por ciento.
La producción de Petróleos Mexicanos (Pemex) está a la baja. En julio pasado, la paraestatal produjo 1.7 millones de barriles diarios de crudo, una de las cifras más bajas de las últimas décadas.
El Presidente se ha dado a la tarea de minar la división de poderes de promover un modelo de Estado autoritario donde no haya contrapesos a su voluntad. En función de este objetivo se han golpeado y desaparecido órganos autónomos; se han promovido disturbios y lanzado acusaciones directas contra los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para deslegitimar y quitar autoridad al Poder Judicial; en Baja California, el Congreso intenta alargar de dos a cinco años el periodo administrativo del gobernador electo; en Tabasco se instrumentó la “Ley Garrote”, que violenta el derecho constitucional de manifestación de los mexicanos; en Veracruz fue cesado arbitrariamente el Fiscal del Estado solo porque no congenia con el nuevo gobierno; y finalmente, en la Cámara de Diputados, los legisladores de Morena intentaron mantener arbitrariamente la presidencia de la Mesa Directiva para controlar los debates y las críticas en las sesiones de asamblea general con el propósito de que nadie les hiciera sombra, aspiración autoritaria al más puro estilo de Victoriano Huerta y Porfirio Díaz. Estamos constatando la validez de aquel dicho: “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Se han instrumentado leyes que violentan el Estado de Derecho y que atentan contra los derechos humanos garantizados en la Constitución, como es el caso de la Ley Nacional de Extinción de Dominio, donde basta que se presuma la comisión de un delito para que una propiedad privada, ejidal o comunal sea expropiada al ciudadano, incluso antes de que sea dictaminado culpable, con lo que deja al gobierno la posibilidad de venderla.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador habla de transparencia, pero tiene uno de los desempeños más oscuros del pasado reciente en México, pues está haciendo a un lado las licitaciones y otorgando adjudicaciones directas de obras y servicios públicos a un grupo económico. No hay competencia ni transparencia.
No apoya a la ciencia y a la tecnología, áreas estratégicas a las que redujo sus presupuestos. En el caso del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), la disminución fue de 13 por ciento, razón por la que las becas para estancias posdoctorales nacionales y en el extranjero se acotaron en 23 por ciento con respecto a los apoyos de 2018.
El gobierno desapareció las Estancias Infantiles y los refugios de Atención de Madres e Hijos Víctimas de Violencia. Nada se sabe sobre el estado actual de los 43 Centros de Justicia para las Mujeres (CJM) que existían hasta diciembre de 2018 y el Programa Fortalecimiento a la Transversalidad de la Perspectiva de Género tuvo una reducción de 48.3 por ciento en su presupuesto de este año.
En resumen: el “Informe” fue más bien un programa mediático, un espectáculo, un show para resaltar la figura del Presidente, práctica de la que tanto se quejaban los morenistas cuando eran oposición; el poder los ha comenzado a corroer, a descomponer profundamente, como se evidencia en los pleitos entre Monreal y Batres en el Senado; entre los aspirantes a presidir Morena y en la insensata y necia obstinación que exhibió en días recientes este partido al intentar quedarse con la presidencia de la Cámara de Diputados.
¿Podemos llamar “Informe” a lo que vimos recientemente? Definitivamente no, para desgracia del pueblo pobre.