Proveniente de las entrañas de la contracorriente fílmica “desglamorizadora” conocida como Dogma 95, y responsable de películas como esa seductora declaración sobre el uso de las armas titulada Dear Wendy (2005), donde se reconcilió con los juegos visuales, Thomas Vinterberg regresa para ofrecer Atrapados: una historia verdadera, una película en la que curiosamente apuesta por un estilo conservador para dejar que sea el trágico testimonio que retrata, quien asuma el completo protagonismo y se convierta en el principal atractivo.
Es así que nos encontramos con la recreación de otro de esos infames episodios de la historia reciente de nuestra sociedad: durante las ridículas prácticas militares que aún realiza la Armada Rusa, a principios de este siglo y con el final de la Guerra Fría a sus espaldas, uno de sus submarinos sufre él estallido de uno de sus propios torpedos y termina varado. La vida de sus tripulantes queda pendiendo de un hilo, no sólo debido a las terribles condiciones que implican un accidente de ese tipo, sino por las absurdas políticas de un gobierno paranoico, más preocupado de las apariencias, que de cualquier otra cosa.
Lo más destacado de esta propuesta venida desde Bélgica, cuya intensidad va salpicada de contrastes evocadores y reflexivos, es la corrección técnica que evita cualquier tipo de alarde o apunte de espectacularidad, para así concentrarse en elaborar con cuidado el escenario y las atmósferas de tensión; apuntándose, de esta manera, en la línea de las tradicionales películas de desastre, aunado a la sobriedad del desarrollo del drama que nunca se desborda.
Claro que lo anterior va sustentado en el sólido desempeño del reparto casi coral que, a través de pequeños y muy específicos detalles, va enriqueciendo los arquetipos que les sirven para ir dimensionando las circunstancias de estos personajes atrapados en el fondo del océano y cuyo accionar en ese momento sólo puede ser supuesto. Mención aparte merece la participación del legendario y veterano actor Max von Sydow (El séptimo sello, 1957), quien, con todo el oficio del mundo, le pone rostro a la infamia política que terminó por sacrificar a 118 hombres en el mar de Barents.