Un ataque cardíaco puede desencadenar daño renal agudo, conocido también como insuficiencia renal aguda. La razón para ello está en la relación existente entre el corazón y los riñones que hace que la enfermedad del uno aumente el riesgo de daño en el otro, explican Kianoush Kashani, nefrólogo de Mayo Clinic. Sin embargo, lo bueno es que se puede tomar medidas preventivas para evitar que estos problemas empeoren.
Las enfermedades renales pueden afectar al corazón, por lo que es común que la gente con insuficiencia renal crónica o con insuficiencia renal en etapa terminal desarrolle una enfermedad cardíaca, incluido ataque al corazón o insuficiencia cardíaca. Lo opuesto también es cierto. Cuando alguien presenta problemas tanto cardíacos como renales, a veces, se dice que tiene síndrome cardiorrenal.
En el caso de un ataque cardíaco, son varios los factores que contribuyen al deterioro subsiguiente de la función renal: el estrés del ataque cardíaco puede llevar a cambios hormonales dentro del cuerpo, lo que ejerce un efecto negativo sobre el trabajo de los riñones; los cambios en la función cardíaca pueden derivar en daño renal debido a la reducción en la provisión sanguínea esos órganos; y por su parte, los medicamentos administrados después del ataque cardíaco, incluida la sustancia de contraste utilizada en los exámenes radiológicos como la angiografía o las exploraciones por tomografía computarizada, también pueden afectar la función renal.
No obstante, es importante anotar que la existencia de factores de riesgo para enfermedad renal antes del ataque cardíaco y la gravedad del mismo alteran considerablemente la probabilidad de presentar daño renal después del ataque cardíaco o de recuperar la función renal después del daño. Por ejemplo, cuando una persona ya tiene insuficiencia renal crónica, diabetes, hipertensión u otro problema relacionado con los riñones y sufre un ataque cardíaco o presenta insuficiencia cardíaca aguda, el riesgo de daño agudo al riñón después del ataque cardíaco es considerablemente mayor y la probabilidad de recuperación del riñón es menor de lo que sería en quien sufre un ataque cardíaco pero no tiene enfermedad renal.
Las investigaciones demuestran que las personas que sufren daño renal después de un ataque cardíaco obtienen resultados mucho peores que quienes no presentan ese problema de salud. Dichos resultados incluyen mayor probabilidad de lo siguiente: aparición de insuficiencia renal crónica, avance de la insuficiencia renal crónica existente hasta el punto que requiere diálisis, y más riesgo de morir durante el primer año del ataque cardíaco.
Kianoush Kashani, nefrólogo de Mayo Clinic destaca que aun cuando esto suene desalentador, se puede tomar medidas para reducir los riesgos. Primero, hay que evaluar atentamente la dimensión del daño renal después del ataque cardíaco. En algunos casos, los riñones se recuperan y vuelven a funcionar normalmente dentro del transcurso de uno o dos días después del daño. Si ese es el caso y el paciente no tiene otros problemas renales, posiblemente todo lo necesario sea que un proveedor de atención primaria le brinde seguimiento con regularidad para controlar la función renal.
Cuando el daño renal es más severo y dura más tiempo en recuperarse, o cuando el paciente tiene otros problemas renales, el seguimiento médico debe incluir a un especialista en riñones para garantizar que el cuidado, el control, los ajustes en los medicamentos y la instrucción del paciente sean adecuados, concluye Kianoush Kashani, nefrólogo de Mayo Clinic.