TIJUANA, Baja Caliornia.- El terror se apoderó de Tijuana durante prácticamente
toda la década de los noventas debido a la consolidación de uno de los cárteles
de la droga más sanguinario, el de los hermanos Arellano Félix.
En pleno 2019 la ciudad se recupera poco a poco,
viviendo aún los estragos de una de las líneas de acción del cártel: la
adicción a las drogas, promovida abiertamente entre los jóvenes de aquel
entonces.
Descabellada, en muchos sentidos, pero generadora de grandes ingresos, la idea de hacer adictos a los jóvenes tijuanenses de inicios de los noventas les funcionó sobremanera a los Arellano quienes, gracias a ella, generaron una fortuna.
Para llegar a tal fin, los hermanos organizaban escandalosas fiestas a las que invitaban a los hijos de las familias pudientes de Tijuana a los que regalaban dosis de cocaína, marihuana o heroína para engancharlos y después, incluso, invitarlos a vender en sus escuelas o centros de trabajo.
Quien osara quejarse del ruido de las fiestas era amenazado y, si persistía, asesinado. Crónicas periodísticas de la época detallan que una torre de departamentos, ubicada en la Zona del Río, fue abandonada por sus inquilinos por los desmanes ocasionados por los juniors.
Al
final, como el edificio estaba vacío, los Arellano Félix decidieron comprar
todo el edificio en el que, por lo menos, en un par de años organizaron sus fiestas
rodeados de decenas de jóvenes estudiantes de universidades privadas o
simplemente empleados de sus papás.
Estos jóvenes, enganchados e inmiscuidos ya en
el negocio de la droga se fueron ganando un espacio dentro de la estructura del
cártel, en el cual eran conocidos como los narcojuniors, esos mirreyes que, en
cierto momento, incluso llegaron a pelear por la dirigencia del grupo criminal.
Los ‘Narcojuniors’
Se sabe,
por las anécdotas periodísticas, que el grupo de los narcojuniors era comandado
por Ramón Arellano Félix, cuyo brazo derecho era Everardo ‘El Kitty’ Paéz, un
mirrey descendiente de una adinerada familia y casado con la hija de un
maquilador del norte de país.
Everardo era el hombre a quien Ramón le depositó
el mando de una de las líneas de acción más importantes dentro del cártel: el
involucramiento de jóvenes pudientes y adinerados en el mismo, tanto como
consumidores como vendedores.
La
idea funcionó por algunos años, pero, dado el carácter explosivo de Ramón,
quien acostumbraba a matar a quien osara interrumpirlo, por ejemplo, mientras
escuchaba música y tomaba cervezas con sus amigos o a quien no lo dejara entrar
a un antro, todo se vino abajo.
A mediados de los noventas los narcojuniors
habían alcanzado tal poder y su ramificación por toda Tijuana era tan amplía
que decidieron pelear por el control del cártel armados hasta los dientes con
fusiles que adquirían en California, Estados Unidos. Su idea jamás llegó a buen
puerto.
En 1995 Ramón comenzó a desaparecer a sus antiguos
socios, principalmente a aquellos jóvenes que habían intentado tomar las
riendas de su “negocio”. Los primeros fueron los hermanos Meza Castaños, Endir
y Henaín, quienes fueron “levantados” cuando salían de un restaurante ubicado
en Polanco, del entonces Distrito Federal.
Días
después, la hermana de Endir y Henaín, Abdelía y un sobrino de ellos, el bebé
Eduardo Gómez Meza, fueron acribillados en un concurrido centro comercial de
Tijuana.
Otro de los llamados narcojuniors, que hasta la
fecha se encuentra desaparecido, es Gustavo Miranda Santacruz quien fue baleado
en la garita Tijuana-San Ysidro y logró sobrevivir para ser “levantado”.
Everardo ‘El Kitty’ Paéz, otrora líder de los
narcojuniors salvó su vida al ser capturado y extraditado a Estados Unidos,
lugar en donde aún cumple una condena por narcotráfico.
De líder de los
‘Narcojuniors’ a informante del FBI
En 2018,
tras llegar a un acuerdo con el FBI, Everardo ‘El Kitty’ Paéz, se convirtió en
informante confesando, por ejemplo, con lujo de detalles, la trama detrás del
intento de asesinato de ‘El Chapo’ Guzmán por parte de los Arellano Félix.
El homicidio de Armando López, un compadre de
“El Chapo“, cometido en 1989 por Ramón Arellano Félix fue el punto de partida
en la tensión entre las organizaciones, de acuerdo a información publicada por
el portal Sin Embargo.
Aunque hubo al menos dos reuniones en la casa de
Ismael El Mayo Zambada para tratar de limar asperezas, en una de ellas los
líderes del Cártel de Tijuana (Benjamín, Ramón y Javier) confesaron que tenían
pensado matar al líder del Cártel de Sinaloa.
“Me consta este complot porque participé en
conversaciones con Benjamín, Ramón y Eduardo acerca del plan para asesinar a
Guzmán.
Además, Ramón me dijo personalmente que iba a
Culiacán a matar a Guzmán y lo lleve en automóvil al aeropuerto el día que
viajó en avión de Tijuana, rumbo a Culiacán, para llevar a cabo la misión”,
describió Everardo Páez.