Por Jerónimo Gurrola Grave
El Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador no para de llamar en las mañaneras y en los eventos que hace con cualquier motivo por todo el país, lo mismo a políticos que periodistas o líderes de organizaciones sociales no afines a su ideología o a su manera de gobernar, de fifís, títeres, peleles, mafiosos o conservadores. Así les llama él. “No nos confundan, no somos iguales a los conservadores”, dice. O, “ya no hay influyentísimo, el presidente no se mete en estos asuntos, no nos confundan porque no somos iguales”.
Por los nueve años que duró estudiando la licenciatura de ciencias políticas en la UNAM, su promedio de 7.8, los diez libros que dice haber escrito con un “tiraje” de más de 400 mil volúmenes y las amenas clases de historia que imparte todos los días en sus conferencias mañaneras, no tengo la menor duda que el Señor Presidente conoce perfectamente el significado del concepto, “conservador” y que según la Real Academia Española, Conservador es el partidario de mantener los valores políticos, sociales y morales tradicionales y se opone a reformas o cambios radicales en la sociedad.
Conservadores fueron los políticos que se opusieron a partir del 12 de julio de 1859 a una serie de leyes promulgadas por Benito Juárez, como la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos, la Ley Orgánica del Registro Civil, la ley del matrimonio Civil, la independencia del los negocios del Estado y eclesiásticos y la Ley de Libertad de Cultos, por lo cual las religiosas serían reintegradas a su vida civil y al goce de sus derechos naturales sin más limitaciones que las que prescriban las leyes del país, y que significaron una reforma sin precedentes y que estableció de manera definitiva la separación entre el estado y la iglesia y la creación del Estado Laico.
También fueron conservadores quienes se opusieron a la prohibición de la asistencia de los funcionarios a los actos públicos de culto, y al establecimiento de un calendario de días no laborables, y los opositores a que México fuera un Estado laico, en el que no tuviera injerencia ninguna institución religiosa, ni habría religión oficial, ni su política estaría determinada por las creencias religiosas. Los que se oponían a que el gobierno estableciera que la iglesia ya no tendría jurisdicción sobre los cementerios, ni los hospitales ni instituciones de beneficencia. Todo esto desde luego, porque les convenía política y economicamente, porque hacían negocio redondo.
Así fueron lo conservadores de antes. Ahora que las almas también se han convertido en mercancía, se vino abajo la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público teniendo como violadores de la ley a las organizaciones cristianas como La Luz del Mundo, comandados por el pastor supremo, que todos los días predica la palabra de Dios desde el púlpito mañanero del Palacio Nacional. Ahora vemos el uso de recintos oficiales como el palacio de Bellas Artes para la celebración de fiestas de gala como la de Joaquín Naason García se utiliza para la celebración de cumpleaños como el de Joaquín Nasson García con la asistencia de distinguidos Diputados y Senadores de varios partidos, principalmente de Morena.
El plan que está instrumentando el gobierno federal, según reveló Arturo Farela, presidente de la Confraternidad de Iglesias Cristianas Evangélicas para que a los jóvenes se les enseñe el evangelio durante una hora todos los días, como parte del programa “jóvenes construyendo el futuro”, al que llama una oportunidad maravillosa que Dios le dio al presidente López Obrador, al que bendijo en nombre de Jesucristo. Igualmente, ha insistido en su “Constitución Moral” y la aplicación de su “Economía Moral”, con la que segú él, entre otras cosas pretende rehacer el tejido de la moral pública y erradicar la economía inmoral en la que hemos vivido. Son estos pues, los verdederos conservadores y violadores del Estado laico que establece nuestra constitución.
Por sus planteamientos y sus conceptos incoherentes no faltan quienes afirman que AMLO llama conservadores a sus opositores por desconocimiento, inconsecuencia o locura, aunque no coincido mucho con esa visión. Me parece que, por su preparación, su vida de politico, sus propuestas, y su manera de gobernar a los mexicanos, es por su pensamiento religioso cristiana, pero, sobre todo, sus intereses políticos y económicos.