Por Adriana Barrera
Cada inicio de año uno de los principales propósitos es bajar el peso ganado en las fiestas decembrinas, sin embargo, es necesario considerar que todo plan de alimentación sin supervisión médica o del nutriólogo puede representar riesgos, tales como, pérdida o ganancia excesiva de peso a base de agua y grasa, desequilibrio hidroelectrolítico, pérdida de vitaminas y minerales, o bien, pérdida de masa muscular, advirtió la Dra. Catalina Hernández Reyes, docente de la Licenciatura en Nutrición de la Universidad del Valle de México, Campus Chapultepec.
Explicó que cuando una persona se somete a un régimen de alimentación específico, este debe ser adecuado para sus condiciones de edad, sexo, estado fisiológico, actividad física o patología, sin embargo, muchas personas recurren a recomendaciones de boca en boca o toman al pie de la letra “dietas” de Internet.
Es necesario, reiteró, realizar una evaluación del estado de nutrición de una persona. En este proceso se toman en cuenta los datos antropométricos (la medición de las dimensiones y algunas características físicas del cuerpo humano), bioquímicos (es decir, la composición química de proteínas, carbohidratos y lípidos), los clínicos (la historia clínica del paciente) y, el estilo de vida. Con ello, se realiza una evaluación, se identifican los problemas nutricionales, se realiza un diagnóstico nutricional y se elabora un plan de alimentación especializado e individual, explicó.
La Nutrióloga Hernández señaló que cuando no se lleva a cabo un plan de alimentación adecuado, las personas pueden incurrir en el error de consumir energía y nutrimentos en exceso, lo que puede generar sobrepeso y obesidad, y esto en el largo plazo puede desencadenar alteraciones metabólicas que se manifiestan con resistencia a la insulina, prediabetes, diabetes, hipertensión arterial, hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia, condiciones médicas que se engloban en el llamado síndrome metabólico.
En tanto, el consumo o ingesta deficiente de energía y nutrimentos también pueden generar algunas consecuencias en la salud como, bajar de peso de forma descontrolada, desnutrición, baja talla y, deficiencias nutrimentales, como la anemia ferropénica, entre otras.
La docente recordó que actualmente se mencionan con frecuencia los alimentos funcionales, que tomaron relevancia en los años 80 con el nombre de FOSHU (Food with Specific Health Uses por sus siglas en inglés). Esto sucedió debido a que las autoridades sanitarias japonesas introdujeron este concepto para mejorar la salud y reducir el riesgo de contraer enfermedades en la población.
Los FOSHU se caracterizan por tener efectos benéficos específicos en la salud del consumidor como resultado de sus ingredientes (prebióticos, probióticos, antioxidantes, ácidos grasos omega-3, ácido fólico, fitoesteroles, fitoestrógenos, entre otros), o porque se le han removido aquellos componentes del alimento que pueden tener un efecto perjudicial en la salud, por ejemplo, la eliminación de componentes alérgenos, irritantes e hipercalóricos.
Mencionó que existe un sinnúmero de alimentos funcionales, mismos que forman parte de la dieta habitual y que al consumirlos en las cantidades indicadas y por un tiempo prolongado, proporcionarán un efecto benéfico.
Por ejemplo, la leche y yogurt contienen probióticos: son alimentos con cultivos vivos beneficiosos, como resultado de la fermentación, o que se han añadido para mejorar el equilibrio microbiano intestinal, como el Lactobacillus sp. Bifidobacteria sp., y, por lo tanto, mejoran el funcionamiento intestinal y equilibrio microbiano intestinal.
Por otro lado, indicó que diferentes semillas han sido adoptadas en la dieta, entre ellas se encuentran la Chía y linaza, cuyas propiedades son ricas en antioxidantes, fibra y en Omega 3 que ayuda a reducir el colesterol y los triglicéridos.
Sin embargo, como todo, en exceso tiene su riesgo, ya que la ingesta es tolerada en cantidades apropiadas, algunos estudios reportan como efectos adversos de su consumo la distensión abdominal y el aumento en el número de las deposiciones, dolor abdominal generalizado asociado a distensión abdominal, ausencia de deposiciones e intolerancia a la ingesta de alimentos.
Ante estas circunstancias, la docente recomendó buscar la orientación de un especialista en nutrición y considerar que la correcta alimentación debe integrar todos los grupos de alimentos en los 3 tiempos de comida, consumo de agua natural, realizar actividad física, ejercicio, actividades lúdicas. También sugirió evitar alimentos altamente procesados, como cereales, galletas, leches saborizadas, chocolates en polvo y dulces, entre otros. Es importante también contar con verduras y frutas frescas disponibles en casa que se puedan consumir en crudo y con cáscara.
“El consumo de al menos 2 litros de agua natural y de verduras y frutas frescas, ayudará al hígado, riñón y piel a eliminar o desintoxicar el organismo” agregó.