Por: Diego Martínez
El desarrollo de los acontecimientos recientes en nuestro país demuestra de una manera cada vez más clara la necesidad de que las masas populares se involucren en la vida política de manera organizada. La forma en la que la ciudadanía participa en la vida política de México se reduce a la cuestión electoral, a que cada determinado tiempo asista a las urnas para elegir a sus representantes que por un periodo determinado se encargarán de la gestión pública.
Esta manera de hacer política, con todas sus limitaciones, es resultado de un reclamo generalizado de la sociedad mexicana al viejo sistema de Estado-partido o presidencialista. No obstante, se denominaba democrático. Desigualdad, pobreza, violencia, inseguridad, impunidad, falta de empleo y bajos salarios, se convirtieron en características permanentes de la vida en México, a pesar de que se le colocara a este como parte de las economías más importantes del mundo. Como resultado de esta situación, en 2000 el voto fue el instrumento para terminar de manera aparente con ese sistema; 18 años después y con una evolución negativa de las características antes mencionadas, las masas nuevamente castigaron a la clase política del país.
Con poco más de un año en el poder, la nueva fórmula política (decimos nueva fórmula porque contiene los mismos elementos de la clase política tradicional solo acomodados de manera diferente), Morena, se ha revelado como la continuidad del sistema, ha demostrado ser la nueva cara del gatopardismo de la política mexicana. Pero su dominio no es eterno, las encuestas demuestran que cada vez más pierde aceptación entre la ciudadanía.
Los hechos son claros. Las necesidades de la población se han convertido en instrumentos de control político. Dos ejemplos claros: los programas asistenciales que deberían apoyar a los más necesitados sin importar su filiación política, se ofrecen a condición ser otorgados de manera individual. En términos políticos, esto es dar dinero para que las personas renuncien a su derecho de organizarse y desarticular todo posible brote de oposición, cuando históricamente ha sido la organización popular la herramienta de autodefensa de los pueblos. Con esta clase de política o politiquería, la señora Margaret Thatcher estaría orgullosa de aquel que “abolió” el neoliberalismo. El segundo ejemplo se refiere una necesidad política. La existencia de organismos con carácter autónomo como el IFE-INE, fueron parte importante para que la clase política no se apoderara de la voluntad popular, como se demostró en 2000 y 2018. Sin embargo, hoy el “nuevo partido” en el poder quiere convertirse en el absoluto de la sociedad, imponer sus intereses particulares como si estos fueran la voluntad general. Así, en el contexto de la renovación de consejeros electorales, se nombran como evaluadores de los candidatos a personas afines al morenismo encubiertos con el ropaje “académico” (Ackerman), cuando claramente es inconstitucional. Con esta falsa idea de representar la voluntad general, se pretende convertir a este organismo de carácter técnico y neutral en una herramienta para cerrar el paso a aquellos grupos de ciudadanos que quieran participar en la vida política. El ensayo previo lo vemos en el estado de Puebla, con la decisión del IEE al negarle al Movimiento Antorchista Poblano (MAP) el registro como partido político local sin razón legal alguna.
Como vemos, las masas han demostrado su descontento político, pero este ha sido mediatizado. La continuación del proceso de transformación se deja en manos de aquellos que llegan al poder. Aquí reside el problema y la necesidad de una forma superior de participación política de la ciudadanía.
Una democracia verdadera, en que las instituciones coincidan con la vida y necesidades de la población, solo se puede lograr con la participación activa de las masas como sujeto colectivo. En contra de la idea de los apoyos directos e individuales, la tarea es organizarse, agruparse como una sola fuerza que sea capaz de oponerse a los abusos que observamos. Asimismo, defender las instituciones que son logro de varios años de exigencia social, y luchar por nuevos espacios para la participación política; ganar, defender y seguir avanzando, y así construir la verdadera democracia.
Las clases poderosas buscan formas diferentes para dominar a los pobres, unas veces lo hacen de manera directa ejerciendo la violencia, otras, adoptan discursos de izquierda que confunden a las masas; la 4T se perfila como la actual transformación de la burguesía para mantener sometido al pueblo de México.