Por: Dimas Romero. Opinión invitada*.- En días pasados fuimos testigos de multitudinarias manifestaciones, de estudiantes universitarios en Puebla y las de feministas en varias entidades. La mayoría de opiniones en los medios informativos que pude consultar, caracterizaron este despertar de la sociedad como algo de magnitudes revolucionarias, porque consideran que estamos ya ante un cambio social radical. Concuerdo con que el hecho es digno de aplaudirse, pero debemos analizarlo con cuidado para no magnificarlo.
En ellas, conviene observar, primero, que los crímenes o la violencia que las originaron, aunque en menor grado, han estado presentes desde hace tiempo, pero solo se movilizaban pequeños colectivos en que se incluían las víctimas, o sus familiares y amigos; segundo, que a diferencia del común de las manifestaciones de organizaciones, que por lo general, enarbolan demandas de obra social, en esta ocasión, se observa la solidaridad masiva de sectores que no se habían movilizando; y tercero, que en su coordinación, no se aprecia que alguna organización consolidada, es decir, que son movimientos de la sociedad civil.
El carácter de éstas manifestaciones, es lo que los grandes teóricos que combatieron el capitalismo desde su nacimiento, llamaron, espontaneidad de las masas, en oposición a lo que designaron como conciencia social. Espontaneidad que se demuestra en que son motivadas por el enojo generalizado ante la falta de medidas concretas de las autoridades, una demanda insuficiente aún, porque el origen de los males sociales que nos agobian es la pobreza que genera nuestro injusto modelo económico, y a este es al que se debe combatir. Falta pues, conciencia social.
La experiencia acumulada por los movimientos revolucionarios, nos dice que la conciencia social, solo puede surgir de los profundos conocimientos científicos, pero que esto no quiere decir que los miembros de la sociedad civil, no puedan adquirir la conciencia necesaria, y tengan por tanto que dársela profesionales de la política, sin embargo, que esta adquisición, requiere la actividad organizativa sistemática y especializada, con la que se adquieren la preparación teórica y práctica necesarias. Además, que la espontaneidad marcha hacia la subordinación a los poderosos, impidiendo que los manifestantes puedan pasar a la lucha consciente y sistemática, porque sus demandas son inmediatistas, y sobre todo, que los intereses esenciales y decisivos, sólo pueden satisfacerse por medio de transformaciones radicales y éstas solo son posibles si existe una organización fuerte, con experiencia de lucha política en cualquier situación y en cualquier periodo de ella, armada de un plan sistemático de actividad, basado en principios firmes y aplicado rigurosamente.
Finalmente -concluyen los teóricos- el elemento espontáneo no es más que la forma embrionaria de lo consciente y aunque no resuelve el problema de fondo, tiene su aspecto positivo, que consiste en que ayuda en la concientización de la sociedad, con la condición de que se conciba únicamente como una etapa que no pasa de la irritación ante la difícil situación que se enfrenta, situación que no se resolverá en el sistema de la sociedad capitalista caduca que acumula tan agudas contradicciones, sino en una sociedad organizada sobre la base de un sistema económico más justo.
Podemos concluir pues, a la luz de las enseñanzas de la historia universal, que las recientes manifestaciones tienen su contenido, positivo, revolucionario, en el hecho de que la falta de éxito en su lucha, demuestra que el problema es más profundo, y que por tanto, para librar un combate efectivo contra los crímenes de cualquier tipo, convirtiendo nuestra sociedad injusta no solo con las mujeres, sino contra diversos sectores sociales, en una sociedad mejor, se necesita instaurar un régimen económico donde predominen relaciones de mayor solidaridad, que sustituya al neoliberalismo que empobrece cada vez más a la clase trabajadora, pobreza que incuba a todos los males sociales que hoy tienen postrado a nuestro país.
A los antorchistas nos duele lo que sufren los manifestantes, nos solidarizamos con su dolor, nadie puede decir que sus movilizaciones son un error. Pero debemos decir que su lucha es espontánea aún, y que necesita volverse una consciente. Por lo tanto, los invitamos a que nos sumemos a la lucha por una solución de raíz, que cambie en serio a nuestro sistema en su conjunto. Será un doloroso y difícil proceso de aprendizaje, todos los miembros de los sectores maltratados, tendremos que dejar de pensar en lo que afecta solamente a nosotros y voltear a ver a todos los maltratados por este sistema. Necesitamos formar una organización fuerte y consistente, con un programa y un método de lucha, que le permita instaurar un gobierno formado por miembros de los sectores maltratados, que acabe con verdaderamente las injusticias.
Urge la unidad en favor de México, porque la inconformidad social irá en aumento y las manifestaciones también. Por lo tanto, debemos conocer científicamente el fenómeno, para atarlo correctamente y poder superarlo de manera definitiva.
* Dimas Romero es dirigente del Movimiento Antorcha en el Estado de Oaxaca.