Por: Homero Aguirre Enríquez
|Las crisis sanitaria y económica detonadas por la pandemia del coronavirus deben ser tomadas muy en serio, pues apenas empiezan en nuestro país y todos tenemos obligación de pensar y participar en la búsqueda de explicaciones y posibles soluciones a problemas que hacen víctima a la mayoría de la humanidad, aunque no todos lo resintamos igual ni seamos igualmente responsables de su estallamiento y escalamiento. ¿De dónde viene la amenaza de este virus?
En el maremágnum de versiones propaladas por miles de millones de vías, podemos ubicar la que sostiene que estamos ante la evolución de un virus que rápidamente se expandió sin que nadie lo difundiera premeditadamente, por un mundo muy comunicado como el que habitamos, provocando estragos en vidas y economías; una pandemia potencialmente tan mortífera o más que las pandemias de gripa, peste o cólera, aparentemente sin un vector humano que conscientemente lo expandiera aunque sea fruto de la manera de producir, distribuir, consumir y desplazarnos de nuestros tiempos.
Otra explicación relativamente menos difundida es que estamos ante una operación inducida con el objetivo de dañar la economía de China, en el contexto de una guerra comercial de ese país con potencias de Occidente, destacadamente contra un vapuleado Estados Unidos, en la que aquella nación oriental llevaba la delantera aplicando un modelo que, junto con empresas estatales rigurosamente administradas, admite y protege la gran propiedad privada internacional, pero condicionada a que genere bienestar general contante y sonante a los trabajadores, esquema a tal grado exitoso que hace un par de meses China anunció que estaba a punto de declarar la desaparición de la pobreza en buena parte de su territorio. De acuerdo con esta hipótesis, la implantación del virus generaría pánico, estancamiento económico y desprestigio internacional a ese país, al que se acusaría, y se ha acusado, de ser el causante de miles de muertes de sus conciudadanos y poner en peligro a la humanidad. Nadie pensó que el gobierno y la sociedad china serían capaces de contener en un tiempo record los brotes de la enfermedad, construir infraestructura hospitalaria en tiempos milagrosamente cortos y convertir el problema en un estandarte para mostrar el vigor de su sociedad e irradiarlo a muchos países del mundo a los que ahora les brinda asistencia contra el coronavirus al mismo tiempo que aceleradamente trabaja en generar una vacuna contra esa enfermedad.
Una tercera hipótesis, dantesca pero no descartable, es que se está siguiendo un guion macabro de quienes buscan provocar un efecto de redistribución de la riqueza y los territorios, similar al de una guerra y con varias consecuencias: eliminación de la población “sobrante” para quienes viven de explotar fuerza de trabajo, destrucción de las actuales áreas productivas más frágiles para que, pasado el pandemonio, sean los grandes potentados los que se queden con la producción y mercados, alimentados por mano de obra dispuesta a trabajar con bajos salarios, exactamente igual que ocurre después de la destrucción material y el caos provocados por las guerras tradicionales.
En abono a esta última probabilidad, ha trascendido un “simulacro de pandemia”, llamado evento 201; realizado en octubre del 2019, por el Johns Hopkins Center for Health Security, junto con el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates. En el llamado “Ejercicio sobre una Pandemia Global” se discutió la hipotética situación mundial por la aparición de un coronavirus originado en los murciélagos, transmitido a los cerdos y luego a los humanos, provocando desde síntomas leves hasta neumonías y muerte, con la particularidad de que alguien puede ser portador del virus sin saberlo ni dar muestras de que está enfermo (¿le suena a lo que hemos oído respecto al coronavirus real?); los expertos discutieron los escenarios de una pandemia que provocaría ¡65 millones de muertos!, incluyendo las escasas medidas de contención médica, graves afectaciones al comercio, quiebras de empresas, desempleo y graves problemas financieros, que sumirían al mundo en un estancamiento durante casi una década, así como los mecanismos de comunicación mundial de la pandemia, incluyendo el alud de fake news; muchos de los aspectos del simulacro resultan sumamente parecidos a lo que ocurre en nuestros días, lo que para algunos representa la confesión anticipada y sin rubor de lo que preparaban para el mundo la gente con mucha influencia política, medios de comunicación y dinero, y para sus organizadores y otros observadores es una simple coincidencia fruto de su visión de futuro.
Algún día sabremos si el pánico mundial que enfrentamos, los daños a la salud y la vida de millones de personas, así como las terribles consecuencias económicas para los más pobres y débiles económicamente que tendrá la paralización económica derivada de la contención de la enfermedad, fueron o no fruto de una maquinación de grupos muy poderosos promoviendo una sacudida al mundo de la que ellos salgan ganadores. Si algunos de los actuales poderosos del mundo fueron capaces de arrojar bombas atómicas cuando ya habían ganado la guerra y asesinar a millones de seres humanos en guerras de conquista, más vale no desechar esta posibilidad aunque el citado simulacro no equivalga a que ellos sean los maquinadores de la operación real. Si no hay una fuerza mundial que se les oponga y los contenga, y esa fuerza sólo pueden ser China, Rusia y sus aliados, los grandes ganadores de todo lo que está pasando serán los grandes acaparadores de riqueza del mundo.
México enfrenta la realidad con una gran debilidad por su papel de país subordinado y controlado por Estados Unidos, pero la situación se complica porque el gobierno mexicano no se plantea el problema en toda su gravedad médica y económica; no tiene ningún plan serio de atención a la salud y mucho menos de solución al terrible golpe económico que implica la pérdida de empleos formales e informales. Para proteger su vida mucha gente decidió recluirse en sus casas, ignorando los llamados irresponsables del Presidente a salir, darse besos y abrazos y seguir su mal ejemplo de protegerse con “amuletos de la suerte”; pero desafortunadamente eso no bastará para resolver el problema económico local, al cual se sumará la disminución de las remesas provenientes de Estados Unidos, la drástica disminución de los ingresos petroleros y los que generaban millones de turistas que nos visitaban antes de esta crisis. El gobierno de la 4T está obligado a proponer un plan viable y concreto de protección a la vida y la salud de los mexicanos, particularmente de los más pobres y marginados, puesto que son los mas desprotegidos; un plan que debe descartar cualquier intento de maquillar las cifras de enfermos y fallecidos, como ya se afirma que está ocurriendo en muchos hospitales, así como un plan científico de ayuda y reactivación económica que no debe descartar cancelar algunas de sus quiméricas inversiones como el Tren Maya y la refinería de Tres Bocas y medidas fiscales que en vez de actos de altruismo de la gente adinerada; un plan que no puede reducirse simplemente a seguir entregando, y eso a veces, pequeñas cantidades de dinero a unos cuantos. México no requiere un simulacro de gobierno cuyos únicos y patéticos recursos sean invocar las virtudes sanadoras de los tréboles de seis hojas, de las imágenes benditas y el mole de guajolote, sino a verdaderos estadistas. Lo planteo… aunque se me hace que nos quedaremos esperándolos.