Por: Adriana Argudín Palavicini
|En medio de los estragos que está causando en gran parte del mundo la pandemia causada por el COVID-19 -que nadie sabe cuánto tiempo más durará-, ha salido a la luz, como en todos los tiempos a partir de la división de la sociedad en clases antagónicas, el verdadero interés de las clases dominantes que, en el actual sistema capitalista de producción, es el interés de los dueños del dinero, esto es, de los grandes empresarios y los financieros. El capitalista es, dice Carlos Marx, el capital personificado; el capital solo vive y existe para devorar trabajo vivo, el trabajo del obrero, y sacar plusvalía. Por eso, no es ninguna sorpresa que ante el terrible panorama que estamos mirando, la posición de un sector de la clase dominante y de algunos gobiernos sea la de no suspender el trabajo en las empresas, aun y cuando hacerlo implique la pérdida de vidas humanas por el aumento de contagios.
Hasta ahora, el imperialismo más desarrollado lo representa Estados Unidos (EE. UU.), por ello creo pertinente citar algunos pronunciamientos que en tal sentido hicieron multimillonarios norteamericanos hace unos días. Según eldiario.es, el expresidente del banco Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, cuya fortuna alcanza según Forbes 1,500 millones de dólares, publicó un mensaje en Twitter diciendo: “Las medidas extremas para rebajar la curva del virus son adecuadas durante un tiempo para reducir la carga sobre la infraestructura sanitaria. Pero destruir la economía, los empleos y la moral también es un asunto sanitario y afecta a muchas más cosas.” ¿La moral también es un asunto sanitario, señor Blankfein? ¿En qué sentido? Seguramente se refiere a “su” moral, que considera bajará a los suelos sin los beneficios que le da el prestar enormes cantidades de dinero sin levantar un dedo. Por su parte, el expresidente del banco Wells Fargo, Dick Kovacevich, también está de acuerdo con el regreso gradual a los trabajos de “esas personas”, y “ver qué sucede. Algunas enfermarán, algunos incluso puede que mueran, no lo sé.” El señor tiene ya 76 años de edad, pero no importa, al fin y al cabo él no tendría que presentarse a trabajar, sino solo esperar sentado en la comodidad de su mansión la plusvalía que tanto añora.
También quienes se dedican a extraer plusvalía en el área de servicios, diversión y deportes claman por volver a la normalidad. Tal es el caso, por ejemplo, de Tilman Fertitta, dueño de Landry’s, una cadena de casinos y restaurantes así como del equipo de baloncesto Houston Rockets, quien declaró que confía en que el presidente norteamericano Donald Trump pueda presionar sobre los gobernadores de cada estado de la Unión Americana para hacer que esta medida se implemente. La fortuna estimada de este señor asciende a 4,500 millones de dólares y, claro, sabe bien que cada día que sus negocios estén parados al igual que sus jugadores, corre el peligro, ¡qué horror!, de no verla crecer minuto a minuto. La cereza del pastel la puso el vicegobernador de Texas, el republicano Dan Patrick, quien insistiendo en la idea del retorno al trabajo, declaró que las personas mayores -fijémonos bien- estarían encantados de correr esos riesgos: “Volvamos al trabajo, volvamos a la vida, seamos inteligentes… No sacrifiquemos al país.” Al día de hoy, existen en Texas casi 1,400 casos informados de COVID-19 y, como sabemos, en dicho estado existe una gran cantidad de mexicanos indocumentados, 73% (según datos del Centro de Investigación Pew, citados por univision.com; 10 de febrero de 2019) que, desgraciadamente, no tendrán ninguna posibilidad de defenderse contra esta mortífera enfermedad. Sin embargo, el señor Patrick quiere que ¡vuelvan a la vida!
Como vemos, a ninguno de los grandes capitalistas le cabe la menor duda de que sin el trabajo de sus empleados están perdidos, pues lo único que puede generarles ganancia, plusvalía, y volver a invertirla es, en primerísimo lugar, el trabajo de “esas personas”. Al día de hoy, 29 de marzo, Estados Unidos es el país con más contagios a nivel mundial, 124,686, y el número de muertes asciende a poco más de dos mil, la mayoría de ellas en Nueva York, a pesar de lo cual, Trump aseguró que ¡no será necesaria una cuarentena por el COVID-19 en esta ciudad!
Por su parte, los trabajadores, cuya única fuente de ingreso es vender su fuerza de trabajo, se encuentran ante una disyuntiva, literalmente, de vida o muerte: regresar a trabajar o contagiarse. Pero así como el capital necesita de ellos para funcionar, también los trabajadores necesitan del capital, no pueden vivir el uno sin el otro. De allí que la administración Trump haya dado a conocer algunas medidas para reactivar la economía que, dice, no solamente ayudarán a los trabajadores, sino también a pequeñas y medianas empresas. Por lo pronto, se habla de destinar dos mil millones de dólares de rescate a las familias; para las empresas, la Reserva Federal (o sea, el banco central), ha propuesto una nueva ley que incluye deducción de impuestos para que las empresas paguen 14 días de baja médica por un monto equivalente a dos tercios del salario que gane un trabajador infectado, ley que aún debe ser aprobada por el Senado y ratificada por el presidente. Pero, dada la magnitud de la pandemia, lo incierto del lapso de su duración y las dificultades económicas en que se hala el país, ¿durante cuánto tiempo podrá otorgarlas? Difícil saberlo.
A pesar de este panorama tan negro, hay una luz al final del túnel. China, Rusia y Cuba ocupan ya las miradas y el agradecimiento de cientos de miles de hombres y mujeres de diversas partes del mundo, sobre todo de Europa, por la solidaridad que han mostrado al prestar auxilio con personal médico capacitado, con insumos, instrumentos, transportes y, más que nada, por recordarnos que en la casa de todos, que es la Tierra, aún existen seres humanos buenos, capaces de poner en riesgo su propia vida para salvar cientos, miles, quizá millones.