A pesar de los anuncios y las promesas del gobierno colombiano de que nadie pasará hambre durante el confinamiento para contener la propagación de la pandemia, la ayuda no ha llegado a muchas de las familias más pobres del país. Por ello, varias han comenzado a colgar trapos rojos para señalar que requieren de ayuda.
Sandra Sierra dice estar agarrada de la mano de Dios pidiéndole que alguien le lleve alimentos en medio de la cuarentena, especialmente para su hijo Kevin, quien por su condición médica corre mayor riesgo de muerte en caso de contagiarse.
El joven de 16 años sufre de bronquiolitis obliterante, una obstrucción inflamatoria de las vías respiratorias que le obliga a permanecer conectado a un tanque de oxígeno de manera permanente prácticamente desde que nació.
“No han llegado las ayudas acá, no tenemos alimentos ya. Tengo a mi esposo sin trabajo, y yo tampoco trabajo por la situación que he vivido”, señaló Sierra, de 52 años, refiriéndose a una enfermedad en sus articulaciones que le dificulta caminar.
En cuanto a Kevin, la mujer explica que “está bajo en defensas” y que no le ha podido dar “ni un pedacito de pollo o pescado”.
Ayuda comunitaria por medio de trapos rojos
La urgente necesidad de apoyo llevó a la madre de Kevin y a miles de familias del empobrecido municipio de Soacha, al sur de Bogotá, a asomarse por la ventana y ondear trapos rojos para alertar que no tienen víveres ni para pasar el día.
Mario Palacios, representante de la comunidad del barrio La María, explicó que la iniciativa pretende que aquellos vecinos que aún tengan provisiones las compartan con el resto.
En el vecindario viven recicladores, vendedores ambulantes y personas que limpian vidrios de automóviles en los semáfores.
“Que nos tengan en cuenta. No pedimos un montón, pero una libra de arroz así sea alcanza para dos o tres días”, clamó Heidy Mesa, quien vive en una casa junto con otras 14 personas de varias familias.