Por: Manuel Pérez Vázquez
|Al inicio del mandato de Andrés Manuel López Obrador, se “filtró” entre los principales medios periodísticos del país, una extensa lista de personajes espiados por el Partido Revolucionario Institucional a lo largo de cinco décadas, la lista incluía una gran variedad de nombres, intelectuales como Octavio Paz, periodistas como Julio Scherer, figuras internacionales como la reina Isabel y Fidel Castro, incluso carpetas completas de las figuras del gobierno en turno, y su oposición.
El espionaje realizado por el viejo PRI no paró después de su receso en el poder y continuó durante el mandato del ex presidente Enrique Peña Nieto. En 2017, The New York Times exhibió al mundo el espionaje del priista a su oposición política, empresarios, activistas y periodistas de todo el país con el malware de inteligencia israelí, Pegasus.
Pegasus costó al gobierno de México 80 millones de dólares, su función principal era intervenir los mensajes, correos, llamadas, contactos y agenda en los teléfonos, además de poder utilizar el micrófono y la cámara de los dispositivos móviles. En su momento, la denuncia de los afectados corrió como uno de los sucesos más deplorables del gobierno de Peña Nieto, esto al usar recursos y facultades del gobierno federal para atentar contra la privacidad y la libertad de cientos de mexicanos.
A casi un año de llegar a la presidencia, al ser cuestionado sobre la reaparición de Pegasus en los WhatsApp de algunos periodistas, Andrés Manuel López Obrador negó que su gobierno continuara utilizando el antes mencionado malware para espiar a sus opositores, esto bajo el disimulo de un adulto mayor de edad que poco conocimiento tiene de la tecnología, además de agregar, que su gobierno no utilizaba bots, ni ninguna herramienta de ese tipo para perseguir a quienes no simpatizan con su gobierno, a pesar de que a ellos sí los espiaban. En fin, mentira tras mentira.
Hace unos días el semanario Proceso y The Washington Post publicaron una investigación realizada por la Organización de la Sociedad Civil PODER, en la que se detalla cómo el gobierno de la “Cuarta Transformación”, a través de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Marina, concedió contratos por 23 millones 94 mil 970 pesos a la empresa “L3Harris Technologies Inc.”, dedicada entre otras actividades, al espionaje. La investigación además de los contratos, reveló la existencia de 22 antenas de telefonía celular con una actividad sospechosa y parecida a la de otras antenas de espionaje descubiertas en países de Sudamérica como Venezuela, Colombia y Bolivia. Las antenas tienen la capacidad de intervenir toda comunicación telefónica, y se encuentran principalmente en dos de las principales salidas de la Ciudad de México -cerca de complejos militares- y, en el centro histórico de la ciudad.
Una vez dicho lo anterior cabe destacar algunas cosas, la firma “L3Harris Technologies Inc.” no es un desconocido para las finanzas del gobierno mexicano, pues ya desde el 2014 la empresa había conseguido millonarios contratos con el gobierno de Peña Nieto, simple y sencillamente, los contratos se renovaron en este nuevo mandato.
Vale la pena recordar que las herramientas de espionaje, como ya he dicho, no son algo nuevo para la historia de México ni del mundo, y a pesar de que muchos países disfrazan las intenciones del espionaje bajo la máscara de la protección o seguridad nacional, sus intenciones y prácticas en la realidad son muy distintas. Hoy, en Bolivia, el gobierno de la autoproclamada presidenta, Jeanine Áñez Chávez, ha utilizado por medio del ejército boliviano las antenas telefónicas de espionaje para desarticular con las fuerzas armadas y la precisión tecnológica a algunos grupos de reunión del Movimiento Al Socialismo (partido del ex mandatario Evo Morales). Dicho de otro modo, una etapa más avanzada de la represión.
Esto sin duda, es una advertencia que no se debe dejar pasar por alto, el ejemplo boliviano es una muestra no muy lejana de cómo el espionaje puede ser una herramienta para el desmembramiento de las organizaciones populares, el enemigo favorito de los autoritarios. Al gobierno de la 4T poco le costó incorporar a su arsenal, las mañas del viejo PRI en el espionaje, y no olvidemos otra arma fuerte del viejo régimen, la persecución.